La verdad, todo comenzó como un chiste.
Era la noche donde Tsukasa se les había unido. Habían hecho un círculo alrededor de la fogata, unos cocinaban algunos bocaditos de carne, otros solamente bebían vino, todos hablaban y reían sin importarles el elevado volumen de sus voces.
El científico seguía con una grave herida no atendida y cada vez más ensangrentada, todavía, como si de un masoquista se tratase, se volvía a ver de reojo a los amantes lejanos que ignoraban su presencia. No participaba en el barullo común, se ocultaba con las sombras esperando inconscientemente que su ángel viniera a por él con cuatro pisos de disculpas. Pero eso no pasó.
Estaban cerca, pero ya no tanto, el rubio tenía detallitos, como de vez en cuando preguntarle si tenía frío, o hambre, o si estaba cansado, o si tenía sed. Se comenzó a cuestionar que tan pesado estaba siendo al recibir siempre el mismo monosílabo negativo.
¿Será que no le gustó algún detalle de la noche anterior? ¿Será que fue muy hablador? ¿Dijo algo fuera de lugar, habrá sido algo que pasó mientras lo hacían? ¿Lo daño, lo hizo muy brusco? ¿No conectó, no lo disfrutó?
Con la mente del rubio cada vez más preocupada, la otra mente lastimandose y revolcándose entre los celos, la envidia y el rencor, y la última otra mente causante de todo, muriéndose de aburrimiento y soledad.
Estaba hablando (y dejando totalmente de lado a su amante) Con Tsukasa, Chrome, Ginrou y Kinrou.
El único rubio y el único científico hablaban más entre ellos que con el pequeño grupo, el hermano mayor callaba varios de sus posibles comentarios, y el único con suficiente simpatía, educación y amabilidad para entretener al mentalista, estaba sentado frente a él dándole su total atención.
Un reloj moderno hubiera apuntado las 3am. La noche había avanzado, tanto como las interacciones entre ellos. El hecho de haberse visto en su vida pasada, causó cierta facilidad para iniciar un tema de conversación.
Lo último que supo el mentalista luego de haberle mencionado al reciente ingresado que se veía igual de guapo que hace mil años, era que estaba arriba de él gimiendo su nombre.
Estaba tratando de recordar toda la historia que pasó en medio, pero el vino no se lo permitía. ¿Tan oxidado estaba?
El sol salía poco a poco, él sintió un terrible deja Vu. Había vuelto a pasar.
De nuevo estaba al lado de un cuerpo plácidamente dormido y satisfecho, arañado y mordido, hasta posiblemente babeado, mientras que él, en las mismas deplorables físicas condiciones, se moría en la oscuridad que ese cuarto le ofrecía.
En la choza de ese otro él nunca oscureció tanto.
Nunca se había levantado con ganas de llorar o de huir.
Nunca se había levantado durante la noche.
Y es que él no era mejor en el sexo ni nada de eso, posiblemente era peor. Pero es que lo suyo no se podía llamar así, ellos, lo suyo, era distinto. Lo suyo era amor, nunca fue sexo. Eran más cariñosos, no tenía que fingir nada delante suyo y bajo sus brazos, podía ser únicamente él. Era mejor, era cálido, era lindo. Era, era, era.
Unas suaves y dolorosas lágrimas mancharon su cara, él no se sorprendió, las estaba esperando.
¿Después de todo lo que le hice, él vendría a buscarme?
Se preguntó, mirando al sol recién nacido sin importar que esté le cargará los ojos.
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Gen harem, Gen X Todos
Lãng mạnGen siendo una pequeña mierda porque se siente solo e ilusiona a todo el pueblo, sin saber a quién ama en realidad, o sin siquiera saber si puede amar.