Ganador

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La verdad, no pensó una consecuencia tan dura cuando beso los labios de ese rubio. Pero las hubo, y vaya que sí.

Esa mirada enojada se había convertido en una llena de rechazo, habían "hablado" (si gritos llenos de ira conjuntos a un terrible silencio se podían catalogar de conversación), le dijo que había sobrepasado el límite.

Podía aguantar que negase lo suyo, que lo visitase por las noches, que lo bese solo en la oscuridad y total ausencia de los demás, podía aguantarlo porque era solamente él. Aguantar que hubiera otros era demasiado, era agua escurriendo de sus manos, no podía. Nada de él podía.

Ahí está el rubio, con un gran ramo de flores en la mano, y en la otra un pastelito de fresa. Sin menor de las vergüenzas, le dice con dulzura que todo eso es para él. Una mirada dolida aparta antes de derramar lágrimas.

El mentalista acepta sus regalos totalmente encantado, piensa en esto como una total victoria. Su ego y orgullo se retuercen mientras cantan felices, esa noche, la pasa con su nuevo pretendiente.

A media noche, él se levanta, observa el cuerpo musculoso llenos de moretones y arañazos que tiene al lado suyo, descansa satisfecho.

Piensa en lo diferente que son. Piensa que, con el científico, no se hubiera despertado. Estuvo a punto de despertarlo para pedirle un beso, y si no era molestia, un abrazo. De no ser por su reciente aumentado orgullo lo habría hecho, quizás, en vez de volver a acostarse y tratar de dormir.

Gen harem, Gen X Todos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora