CAPITULO IV (+18)

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DÍA 8

Me encontraba desayunando en la isla de la cocina, absorta en mis pensamientos sobre el sueño que había tenido la noche anterior. Al despertar, juraría que un cosquilleo recorría las zonas de mi piel donde esos labios habían rozado. Incluso cuando vi mi reflejo en el espejo, mis labios parecían ligeramente hinchados.

—Estás volviéndote loca, Ana. La soledad te está afectando.

Me dije a mí misma, dejando de lado el cereal y recargando la cabeza en mis manos. Volví a mirar la rosa: esta vez estaba en un vaso con agua. Así me aseguraba de que durara un poco más. Supuse que no tardarían en traer otra. Me preguntaba quién sería la persona que las dejaba. Intentaría estar atenta.

Miré hacia la esquina del suelo y vi la pequeña trampa vacía con el trozo de galleta que había dejado para atrapar al ratón. Parecía que el animal era más astuto de lo que había imaginado, porque mi intento de deshacerme de él había sido un total fracaso.

Solté un suspiro de resignación.

Cuando acepté el empleo, pensaba que serían unas vacaciones, pero la verdad es que me sentía agotada, con los nervios alterados. Nada estaba siendo como lo había imaginado, aunque la paga era buena y ya había recibido la notificación del banco de que habían depositado mi salario de la primera semana. Sin embargo, eso no era suficiente para motivarme. La verdad, necesitaba algo más. Si no, terminaría volviéndome completamente loca.

Me levanté y dejé el plato en el lavabo. Quizás un poco de limpieza me haría bien. Fui hasta la sala y conecté mi teléfono a los altavoces que había instalados. La música sería mi compañera. Comencé a moverme por toda la casa. Mientras iba de un lado a otro, unos ojos negros se aparecieron en mi mente. Mi corazón dio un vuelco y mi respiración se aceleró.

"¿Qué pasa contigo?"

De repente, un cosquilleo recorrió mi columna. Me giré hacia la puerta corrediza de la cocina, miré afuera, hacia el amplio jardín y la entrada al bosque. Mis ojos recorrieron cada uno de los árboles que había allí.

"¿Qué estás esperando, Ana?"

Una leve inquietud me invadió, pero aún así no podía apartar la vista. No sé por qué lo hacía. En realidad, no quería ver a nadie. Si alguien estuviera fuera, rondando, probablemente me encerraría bajo llave en una habitación y llamaría a la policía. Entonces, ¿por qué me torturaba así?

Seguí mirando, buscando algo que ni yo misma comprendía, hasta que finalmente dejé de hacerlo. Solté un suspiro y continué con lo que estaba haciendo. Tenía que dejar de hacer eso. Estaba sola, no había nadie cerca, a kilómetros a la redonda. Solo yo. Mi soledad y yo.

Pasó un buen rato. Cuando terminé de limpiar adentro, decidí que también debía limpiar afuera. Abrí la puerta y, de nuevo, ahí estaba.

Una rosa roja.

🖤

"Ocho días..."

"Ocho días..."

"Ocho días de treinta."

Siempre puedo renunciar antes; no estoy comprometida a quedarme aquí. Ya cumplí con la semana que me pagaron. Un correo, y podría irme mañana mismo.

—Esto es ridículo.

Me hundí aún más en la tina, la espuma me llegó a la nariz. Después de ver una nueva rosa, esa sensación de extrañeza se apoderó de mí, tal como el día anterior. Aunque sabía que era algo normal, el hecho de que la persona que las dejaba nunca se presentara me ponía los pelos de punta.

Serie Escenarios Libro 1: "Observada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora