001. La caída de Roberto y sus amigos

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Roberto y sus amigos no podían imaginar como unas malas decisiones tomadas una noche de fiesta estaban a punto de cambiar sus vidas para siempre. Nada en las luces de la discoteca, el sonido atronador de los altavoces o el gusto de sus bebidas alcohólicas podría presagiar algo distinto a lo de cualquier noche.

La discoteca estaba en ebullición; jóvenes y no tan jóvenes se amontonaban en la pista, moviendo sus cuerpos al son de la música con mayor o menor gracia. En medio de aquel gentío, Roberto se mantenía apoyado en la barra con un vodka con limón en la mano derecha y la otra metida en el bolsillo de su pantalón. Rodeado de esa pasión y diversión. Él solo miraba la pista con la misma indiferencia que solía mirar todo lo que le rodeaba.

Por su parte, sus amigos Diego y Martín se encontraban inmersos en la euforia de la noche. Disfrutándola como si esa fuera su última noche de fiesta en la vida. Irónicamente, lo sería al menos de su vida como la conocían, pero eso era algo ajeno a ellos. El destino estaba ya jugando sus cartas, mientras Diego gesticulaba enérgicamente al hablar y Martín le reía las gracias con movimientos exagerados de cabeza.

Roberto miraba la pista con su atención, pasando de un rostro a otro. Observando a parejas que se divertían y gente pasando con bebidas, pero sin fijarse realmente en algo concreto. La música repetitiva con letras groseras y la gente que se lucía buscando llamar la atención no eran más que un entretenimiento banal.

-Roberto, ¿qué te pasa? -inquirió Diego.

Roberto simplemente negó con la cabeza. En realidad no era un tema específico. Era el hastío de siempre deber ir de discoteca para buscar una mujer con la cual irse a la cama. Prefería estar en un local de otro tipo de música, pero Diego y Martín adoraban estos locales con copas excesivamente caras y música horrenda.

-¿Qué tal esas zorras? -preguntó Diego, dándole un codazo con una sonrisa cómplice, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia un grupo de chicas que estaban bailando cerca.

Roberto esbozó una sonrisa perezosa, una mueca que apenas mostraba interés. Dio un sorbo a su bebida, deleitándose con el sabor cítrico del limón y desvió la mirada. Martín soltó una carcajada y se inclinó hacia él, apoyando un brazo en su hombro.

-¿Es que ni siquiera te interesas, hermano? Hay que aprovechar la noche. No es que tengamos tantas oportunidades de salir a pasarlo bien. Además, hoy parece haber buena mercancía.

Roberto respondió con un gesto vago, sin molestarse en decir nada. Para él, lo que sus amigos consideraban "pasarlo bien" era más una rutina. Una forma de pasar el rato, de distraerse sin demasiada emoción, aguantar un rato de charla insulsa, sudar, beber y con suerte llevarse una de esas chicas a la cama, para él darle la patada al día siguiente...

Tras una última mirada a Roberto, para asegurar la asistencia de su amigo a tratar de ligar con las tres chicas, Diego y Martín avanzaron con paso decidido hacia tres mujeres que bailaban cerca de ellos.

-¿Qué tal? Mi nombre es Diego. -Se presentó a las chicas sin ninguna vergüenza. -Estos son mis amigos, Roberto y Martín. ¿Os gustaría acompañarnos al reservado? Podemos charlar y conocernos mejor.

La chica más cercana a Diego sonrió coquetamente mientras los evaluaba. Los tres iban impecablemente vestidos con ropa de marca cara. En apariencia no parecían malos chicos y bueno, si tenían alguna copa gratis, tampoco iban a rechazarla. En particular a Virginia, que así se llamaba la joven mujer, le parecía interesante Roberto, tan silencioso y enigmático.

-Hi, Diego. Podría ser. Tu amigo el serio parece interesante. ¿En qué trabajáis?

-Yo trabajo en un despacho de abogado. Martín es ingeniero informático y el chico que te parece interesante trabaja en una aburrida empresa de inversión.

Destinada a una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora