La Carta Perdida

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La madrugada envolvía la ciudad con un manto de silencio, interrumpido solo por el susurro del viento que se colaba entre los edificios. Shouta Aizawa, sentado en el sofá de su modesto apartamento, sostenía una carta con los bordes desgastados. Había pasado un mes desde que Hizashi Yamada, su amigo más cercano y compañero de toda la vida, desapareció sin dar explicaciones más allá de las palabras escritas en aquel sobre.

La relación entre ellos siempre había sido peculiar. Hizashi, con su energía inagotable y su risa contagiosa, era el polo opuesto de Aizawa, quien prefería la calma y el silencio. A pesar de esas diferencias, o tal vez debido a ellas, habían forjado un vínculo que pocos entendían. Hizashi era su constante en un mundo caótico, su punto de apoyo incluso en los días más oscuros. Por eso, la ausencia repentina del héroe conocido como Present Mic no solo dejó un vacío en la U.A., sino también en el propio corazón de Aizawa.

Lo que Aizawa no admitía, ni siquiera en lo más profundo de su mente, era cuánto lo echaba de menos. La idea de que Hizashi ya no estaba en su vida le causaba una presión en el pecho, algo más allá de la simple preocupación por la desaparición de su amigo. A veces, cuando pensaba en él, se preguntaba si las miradas furtivas que compartían, las sonrisas irónicas, los silencios cómodos, habían significado algo más para él, o si era solo una ilusión nacida de su creciente necesidad de no estar solo. En los últimos días, cuando el recuerdo de Hizashi lo invadía, su corazón latía un poco más rápido, y aunque trataba de racionalizarlo, no podía evitar preguntarse si realmente sentía algo más profundo por él, algo que no era solo amistad.

Los rumores habían comenzado casi de inmediato. Los estudiantes hablaban en voz baja, los profesores intercambiaban miradas preocupadas y, finalmente, los medios comenzaron a especular. "¿Qué le pasó a Present Mic? ¿Por qué dejó su puesto como profesor y héroe? ¿Está relacionado con algún incidente reciente?" Las teorías iban desde un retiro voluntario hasta algo más siniestro. Nadie tenía respuestas, y eso solo aumentaba la incertidumbre.

Eran las 3:47 de la madrugada, según el reloj de pared. Aizawa no podía dormir; no era la primera vez que el insomnio lo atrapaba desde que Hizashi se había ido. Sostenía la carta entre sus manos, sus ojos oscuros repasando una vez más las líneas familiares:

"Shouta, sé que esto no tiene sentido para ti. La verdad es que tampoco lo tiene para mí. Últimamente, no me siento yo mismo. Siento que algo anda mal en este mundo, especialmente entre nosotros, los héroes. Hay una vibra extraña, una corrupción que no puedo ignorar. Pero no puedo hablar de esto con nadie más, y menos contigo, porque sé que tú eres mejor que ellos. Por favor, no te enojes conmigo por lo que estoy a punto de hacer. Lo siento."

El papel crujía suavemente entre sus dedos, pero Aizawa no lo soltó. Había leído esa carta tantas veces que casi podía recitarla de memoria, pero cada vez que lo hacía, nuevas preguntas surgían. ¿Qué significaba esa "corrupción"? ¿Por qué Hizashi sintió que no podía hablar con él? Y, lo más importante, ¿dónde estaba ahora?

El sonido de un golpe seco rompió el silencio de la madrugada. Aizawa levantó la cabeza, sus instintos poniéndose en alerta. Dejó la carta sobre la mesa y se levantó, su cuerpo reaccionando automáticamente. La luz tenue de la linterna que tomó de un cajón iluminó su camino mientras salía al pasillo y descendía hacia la parte trasera del edificio.

El aire frío de la noche le golpeó el rostro cuando salió al exterior. Miró a su alrededor, sus ojos adaptándose rápidamente a la penumbra. La ciudad estaba tranquila, demasiado tranquila, y el silencio era casi opresivo. Avanzó lentamente, sus pasos apenas audibles contra el pavimento.

De repente, un ruido leve detrás de él hizo que se detuviera en seco. Giró rápidamente, la linterna iluminando una figura que reconoció al instante. Hizashi estaba allí, pero no era el Hizashi que recordaba. Su cabello estaba desordenado, sus ropas eran oscuras y ajenas a su estilo habitual, y sus ojos, esos ojos que solían brillar con entusiasmo, ahora reflejaban una intensidad fría y distante.

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