PRÓLOGO
Una sola palabra describe a la perfección mi infancia: soledad.
Mi hermana solía contarme que nuestros padres tenían dinero. No éramos lo que ellos querían, deseaban tener hijos para continuar con su legado. No dos niñas, y por acto de cobardía nos abandonaron en las puertas de una iglesia. Evelyn con cinco años, yo de meses. No tengo recuerdos de mis padres, ni conozco sus rostros. Todo se distorsiona en mi mente y se crean sombras sin cuerpos.
Amo a mi hermana. Ella es todo lo que tenía, me protegió, me cuidaba de los niños más grandes, terminamos en un orfanato cuando el sacerdote de la iglesia nos encontró. Pero, no nos abandonó, siempre nos iba a visitar para ver cómo nos trataban o cuánto habíamos crecido. No era constante por los asuntos que debía de atender en su iglesia, en mis cumpleaños nunca se los saltó. Fue mi figura paternal. La única que tengo hasta ahora y la única que me acompañará hasta el fin de mis días.
Mi hermana fue adoptada al cumplir nueve años. Un golpe duro a mi realidad, yo al ser más pequeña, creí que me adoptarían. Sin embargo, era invisible.
Ninguna familia me quiso llevar con ellos y ese sueño se convertía en una ilusión lejana.
—¡No te vayas por favor! —le gritaba a Evelyn, le supliqué, me retorcía en el suelo en llantos. Hicimos una promesa, si no elegían a las dos no se iba la otra. ¿Qué pasó? ¿Te dejaste deslumbrar por lo que ellos te iban a dar?—. No me dejes, hermanita. No me dejes sola.
Los padres de Evelyn con sus abrigos de cuero y ropas de marcas se limitaban hacer muecas que traspasaron el desagrado y la impaciencia. Ya se querían ir de ese lugar, yo los retenía. Retenía a Evelyn. La madre adoptiva de mi hermana me alejó con brusquedad.
—Tenemos que irnos, Evelyn. Se nos hace tarde —Le comentó a mi hermana.
Los deditos de Evelyn limpian los rastros de humedad en mis mejillas.
—Volveré por ti.
—¿Me lo prometes? —sollocé.
—Te lo prometo —Presiona sus labios contra mi frente—. ¿Puedes cuidarte mientras no estoy contigo?
Asiento volviendo a llorar.
—Si.
—Eres valiente, hermanita. Muy valiente —pronuncia. Saca de su mochila un oso de peluche que le habían regalado sus padres adoptivos, estos alzaron una ceja mas no dijeron nada. Ella me lo extendió en mis manos—. Ten, te lo regalo. Cuídalo por mí. Te quiero.
—¿Cuando vas a volver? ¿Mañana?
—Yo... —Ella miró a sus padres adoptivos.
—Vámonos, Evelyn —Aseveró la mujer, ya impaciente. Tiró del cuerpo de mi hermana y se la llevó prácticamente a la fuerza porque se resistía a dejarme.
—¡Evelyn! ¡Hermanita! —El auto arrancó, yo corrí lo que pude detrás de él, unos brazos me detuvieron en seco—. ¡No!
—Para adentro, niña.
—¡Evelyn!
—Ya tu hermana fue adoptada. Acéptalo. Estás sola. Te dejó sola.
Esas palabras me rompieron.
¿Ella me dejó sola? Si, lo hizo.
Porque si yo hubiese estado en su lugar, si me eligen a mí sobre encima de ella no dejaría que me adoptaran para no dejarla a ella sola. Traidora, te odio.

ESTÁS LEYENDO
Nuestro Caos
Teen FictionTras una lluvia de sucesos, Aileen accede a ingresar a Armagh. Una academia, pero no una común, esta es de las más prestigiosas en donde solo acuden los hijos de personas reconocidas, famosas y sobre todo con mucho dinero, no cualquiera entra allí...