Capitulo 2 | Las cosas que se hacen por amor

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Las cosas que se hacen por amor, aquella simple palabra se encargaba de justificar los más horribles pecados que un hombre podía hacer para estar al lado de la mujer que amaba. Aemond podía ver la confusión en los ojos de Tn. Sabía que era incapaz de traicionar al rey, pero tal vez lo haría por el príncipe del cual se había enamorado.
 
—Es solo una demostración de lealtad lo que te estoy pidiendo.—dijo Aemond en un susurro, rozando sus labios con los de ella para después morderlos con cierta delicadeza.
 
Había muchas razones por las cuales Aemond se quería deshacer de Aegon, pero la principal era la dulce Helaena, la única criatura que era capaz de derretir el corazón del mata sangre. Es por eso que el príncipe no duraría en usar los encantos de la joven que se encontraba ahora debajo de él.
 
—Solo tienes que hacerlo y cualquier cosa que desees la obtendrás. —murmuró Aemond, separándose de los labios de Tn.
 
Ella suspiró y pasó su mano por detrás de la nuca del príncipe, deseando volver a tener aquel contacto entre sus labios. Tn lo miraba de la forma que solo una mujer enamorada podía mirar con un brillo en los ojos.
 
—La única cosa que deseo… es a usted, majestad. —respondió Tn.
 
—Entonces te daré lo que deseas para que me demuestres tu lealtad. —respondió Aemond con una sonrisa arrogante en sus labios.
 
Él llevó sus manos hacia al cierre de su pantalón para bajarlo junto a su ropa interior, liberando así por completo la erección que tenía, la cual tomó con una de sus manos que subía y bajaba sobre su miembro. Aemond no quería que la primera vez de Tn doliera, por lo que se aseguraría de hacerla adicta a él y llenar cada uno de sus huecos.
 
Tn estaba acostada sobre el colchón de la cama, mirando cómo Aemond se estimulaba a sí mismo, ¿porque no simplemente entraba en ella? Se preguntaba la castaña, entonces volvió a mirar y se dio cuenta del tamaño de la espada de Aemond. Tan pronto como él vio la desesperación en los ojos de Tn, soltó una pequeña risa.
 
—Pareces un lindo corderito esperando que el dragón te coma. —dijo Aemond al tomarla de los tobillos y colocar sus piernas en sus hombros.
 
Si no fuera por el parecido entre Tn y Helaena, probablemente el príncipe no estaría empujando su miembro en la entrada de aquella criada. Pero él se encontraba añorando a su amada hermana, la manera en como Tn cerraba sus ojos y se sonrojaba al igual que apretaba con sus manos las sábanas, al sentirlo invadiendo su interior le recordaba a la primera vez que lo hizo con Helaena.
 
El interior de la castaña se contraía exquisitamente alrededor de él. Aemond soltó un gruñido y puso su mano izquierda en el pequeño pecho de Tn, frotando con su pulgar el pezón de esta última. Provocando que la habitación se llenara de los gemidos y jadeos de ella y la mente de Aemond se llenara con más recuerdos.
 
Flashback: 
 
Era el décimo tercer omenástico del príncipe Aemond, y como regalo por su cumpleaños Aegon lo llevó a aquel lugar donde pasaba sus días pagando a mujeres de la noche para que se acostaran con él. El Targaryen mayor supuso que ya era tiempo que Aemond aprendiera a mojar el pincel.
 
Sin embargo, aquella casa de placer puso a temblar al tuerto; fue desagradable para él ver como las mujeres y hombres fornicaron sin ningún pudor y el establecimiento olía a desagradables fluidos de todo tipo.
 
—¿Qué pasa, hermanito? ¿Acaso no quieres insertar tu pequeña espada en el interior de una de estas putas? —Habló Aegon burlándose del temblor en las piernas de Aemond.
 
El príncipe no contestó, y tal vez fue por eso que Aegon lo empujó hacia una recámara con una prostituta varios años mayor que él, y Aemond se quedó completamente helado al ver aquella mujer desnuda para que él la montara, desesperado. Aemond golpeaba la puerta pidiéndole a su hermano que la abriera, pero Aegon se negó.
 
—Es para que te hagas hombre —dijo el Targaryen mayor en voz alta para que Aemond lo escuchara.
 
Después de esa noche, el príncipe duró varios meses sin salir de su habitación, asimilando aquel evento al que su hermano mayor llamaba como "mojar el pincel". Aquella noche Aemond estaba solo cuando escuchó un toque en la puerta y la voz de su hermana.
 
—Aemond… Te traje la cena… —dijo Helaena tartamudeando.
 
El príncipe sin dudarlo abrió la puerta y tiró del brazo de Helaena, haciéndola entrar a la habitación. Ella se quedó en silencio a pesar de que su brazo dolió, pero entonces miró los ojos rojos de Aemond que indicaban que había llorado durante varios días, Helaena dejó la bandeja de comida en un buró.
 
—Mi príncipe —dijo ella con el tono de voz más dulce que el propio Aemond haya escuchado.
 
Helaena tocó con su mano la mejilla de Aemond, tratando de darle un consuelo, ya que ella había escuchado a Aegon hablar de lo que había sucedido en el burdel y de cómo esa mujer hizo a Aemond un hombre de verdad, pero digamos que Aemond quería otro tipo de consuelo emocional, uno que su hermana no dudó en dárselo, en hacerlo sentir un hombre, pero no uno mediocre, sino uno verdadero.
 
Fin del Flash Black.

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