Mi nombre es Amani Mwangi, tengo 18 años y crecí en Ziwa, una ciudad donde la lucha por sobrevivir siempre ha sido parte de la vida. Crecí mientras avanzaba la guerra entre La Unión y La Confederación, aunque en realidad el caos siempre ha estado presente aquí. Malaika, me salvo cuando tenía cinco años. Ella me enseñó lo que pudo y, tras su muerte, me dejó a cargo de su frutería.
La vida en Ziwa no era fácil, pero era lo que conocía. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para pensarlo cuando todo cambió. La guerra que había estado lejos finalmente nos alcanzó. Entre el ruido de los aviones y los rumores de que se acercaban los soldados, supe que tenía que irme. No había tiempo para lamentar, solo para seguir adelante.