Capítulo 1: El Mismo Amanecer

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Recuerdo el día que conocí a Malaika. Yo estaba rebuscando entre las cajas y las bolsas que tiraban al final del día, esperando encontrar algo que aún fuera comestible. En aquel barrio de calles estrechas y llenas de polvo, los edificios se levantaban altos y grises, como si quisieran aplastar a cualquiera que caminara bajo su sombra. Las ventanas de las casas estaban cubiertas de polvo y rotas en las esquinas, y los cables eléctricos colgaban desordenados sobre nuestras cabezas. El aire tenía un olor peculiar, una mezcla de frutas podridas y basura acumulada, que parecía formar una capa invisible sobre la piel.

Aquel día el sol se escondía entre nubes densas, y yo me sentía más sola que nunca. Justo cuando empezaba a dudar de que encontrara algo para comer, la vi aparecer. Era una mujer mayor, con arrugas profundas y el cabello cubierto por un pañuelo gastado. A diferencia de otros adultos que nos miraban con desprecio o desdén, ella se acercó con una expresión suave, y antes de que pudiera reaccionar, extendió la mano con un mango en ella. Fue entonces cuando el miedo y la sorpresa se mezclaron en mí.

Aunque estábamos asustados —no era común que alguien nos tratara con amabilidad—, su mirada me dio el valor de aceptar aquel mango. Estaba magullado y parecía que había rodado por el suelo, pero en ese momento, eso era lo último que me importaba. La idea de tener algo de fruta fresca en mis manos me hacía sentir una especie de alivio, como si, por un segundo, todo estuviera bien. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para pensarlo.

—¡No cojas eso! —exclamó Samuel, arrebatándome el mango de las manos y lanzándolo al suelo con un gesto rápido.

Samuel siempre había sido como una especie de hermano mayor para mí, protegiéndome incluso cuando yo no veía el peligro. Me miró con esa expresión seria y, sin más, me sujetó del brazo. Apenas pude intercambiar una última mirada con la anciana antes de que comenzáramos a correr. En el mundo en el que sobrevivíamos, a veces aceptar algo de un extraño podía significar arriesgarse a perder mucho más.

Mientras escapábamos corriendo por las calles estrechas y oscuras, sentí mi corazón latir con fuerza en el pecho. Las paredes de los edificios parecían cerrarse a nuestro alrededor mientras avanzábamos, y el sonido de nuestros pasos resonaba entre los callejones. A medida que nos alejábamos de la frutería, miré hacia atrás, y ahí estaba la anciana, todavía recogiendo la fruta del suelo. Parecía tranquila, como si el rechazo de Samuel no le hubiera afectado en absoluto. A ellos no les importó; para ellos, la supervivencia era lo único importante.

Nos movíamos con agilidad, conociendo cada rincón y cada sombra donde podíamos escondernos. Finalmente, llegamos a nuestro refugio, un callejón sin salida que habíamos bautizado como Makazi, nuestra única garantía de algo parecido a un hogar. Al entrar, sentí la familiaridad de ese lugar que, aunque estrecho y oscuro, había sido testigo de nuestras noches y de nuestras conversaciones silenciosas bajo el cielo nocturno.

En Makazi dormía cada noche junto a Kamau, un chico algo mayor que yo, que tampoco tenía a dónde ir. Era curioso cómo nos habíamos encontrado, cada uno trayendo su propia historia, sus miedos y sus recuerdos, todos convergiendo en ese callejón. Samuel vivía en una casa cercana, una estructura que apenas se mantenía en pie y que compartía con su hermana Najwa y su familia. Ella siempre hacía lo posible por traernos algo de comer. Para nosotros, cada pequeño bocado que ella conseguía era un regalo, un pedazo de generosidad en un lugar donde no sobraba nada.

Kamau y yo dormíamos en un contenedor de metal al lado de la casa de ellos, un espacio frío y estrecho que habíamos intentado hacer un poco más cómodo con revistas viejas que encontrábamos en la calle. Nos refugiábamos bajo ellas como si fueran mantas, aunque su textura áspera y sus hojas amarillentas apenas nos protegían del frío. Sin embargo, en medio de la oscuridad, a veces leíamos en voz baja, descifrando las palabras impresas que alguien había dejado atrás, como si cada página contuviera un secreto del que podíamos aprender algo.

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⏰ Última actualización: 11 hours ago ⏰

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Saga Makazi: Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora