II - LOS ANILLOS

3 1 0
                                    

Todavía recuerdo las palabras de Carolina repitiéndose en mi mente como un mantra:

—Es muy fácil, Olivia. Vas a la joyería, recoges los anillos y los traes. No hay más —aseguraba, más para convencerse a sí misma que por cualquier otro motivo.

Lo que ella no sabía es que SÍ había mucho más. ¡Claro que lo había! Porque yo era una mentirosa. Y fiarse de una mentirosa siempre es arriesgado.

Pero dejad que empiece por el principio, porque declararse una farsante es algo mucho más complejo que simplemente mentir. Carolina siempre había destacado por encima del resto. Encarnaba el arquetipo de niña rubia de papá que lo tenía todo: era guapa, lista, graciosa y una de esas amigas a las que podías llamar a las tantas de la madrugada para que te ayudaran a enterrar un cadáver. Era asquerosamente perfecta. Por eso levantaba pasiones a la par que envidias allá a donde iba. Incluso entre sus propias amigas.

Y, por extraño que os parezca —sobre todo teniendo en cuenta mi condición de trolera— yo siempre me mantuve a su lado. Fiel a una amistad que nos había enriquecido a las dos.

Pero hay ocasiones en las que las cosas cambian por exigencias del azar, como si alguien manejara los hilos del destino. Y, sin darte cuenta, acabas cayendo en su trampa sin tener muy claro si eres la heroína o la villana.

Puede que yo jugara un poquito el papel de mala en esta historia. Incluso puede que mi actitud fuera más que reprochable, pero juro que yo jamás recurriría al engaño por placer. Lo mío era más profundo, un impulso causado por la duda y el dolor. Un gris en esa escala cuyos extremos son el blanco y el negro. Una especie de monstruo que solo lanza un zarpazo cuando tiene miedo y no da con la salida.

Creo que ni siquiera yo tuve toda la culpa.

¿Que por qué? Pues porque una nunca espera que su mejor amiga acabe casándose con el amor de su vida.

Así es, Carolina iba a casarse con mi primer y gran amor. Y ella confiaba en mí, en mi criterio y en mi forma de resolver toda esa avalancha de improvistos que surgen cuando planificas una boda.

Es justo en ese punto donde me volví una mentirosa. Donde comencé a callar, a decir medias verdades y a ignorar las llamadas de Carolina. ¿Cómo iba a estropearle a mi mejor amiga su gran día solo porque yo no hubiera pasado página? Eso no era propio de alguien que dice tenerte aprecio, y yo se lo tenía.

Así que allí estaba, ejecutando como podía mi papel de buena amiga, a escasas horas de una boda que lo cambiaría todo y con una caja de terciopelo morada que custodiaba las dos sortijas de oro más bonitas que había visto en la vida.

Recuerdo que llovía. Mucho. De esas veces en las que las gotas tienen tanta fuerza que parece que van a rasgarte la piel. Y mientras caminaba calle abajo, mirando esa dichosa cajita con odio y melancolía y embutida en mi chubasquero rojo, tropecé.

Todo fue muy rápido. Por culpa de una de esas baldosas sueltas de la acera. Y en un abrir y cerrar de ojos, ¡zas! Estaba tumbada en el suelo, rodeada de charcos y empapada hasta las cejas.

¿Y la caja?

La vi por el rabillo del ojo mientras me esforzaba por levantarme, enredada con mis propias piernas y temblorosa por culpa del frío y del agua, que se habían colado hasta los rincones más íntimos y remotos de mi anatomía.

Sí, allí estaba la endemoniada cajita, rodando con elegancia directa a uno de esos riachuelos que se forman junto a las aceras y que corren en busca de una salida. Y lo hacía con lentitud, como si estuviera burlándose de mí. 

Y... ¡Plof! Con parsimonia pero sin vacilar se dejó caer al agua.

Tuve que parpadear varias veces para darme cuenta de que la maldita caja navegaba infinitamente mejor que cualquier barco de papel echo por manos expertas. Ni el Soldadito de Plomo surcó las alcantarillas con tanta precisión como lo hacían aquellas alianzas envueltas en terciopelo y acomodadas sobre una almohadilla.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Historias para Almas curiosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora