sᴀɴᴊɪ

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En dónde Sanji es ciego, pero eso no es un impedimento para qué cumpla sus sueños.

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Desde su nacimiento, Sanji supo que su vida no iba a ser tan fácil cómo la de los demás; habiendo nacido ciego, él creía que su discapacidad era una limitación que lo tendría condenado para toda su vida, siempre teniendo que depender de los demás y viéndose a sí mismo como alguien indefenso que la Marina tendría que proteger. Pues en un mundo donde reinaba la piratería, nacer ciego te convertía inmediatamente en una presa fácil para aquellos maleantes que solo buscaban aprovecharse de la gente y sacar algo de dinero.

Y para cuándo fue inaugurado el Baratie, él creía fielmente que Zeff no lo dejaría estar a cargo de la cocina ni mucho menos lo dejaría ayudarle a tomar las órdenes; pues aún que ambos estuvieran involucrados en aquel infortunio accidente en dónde quedaron varados en medio del océano. Tristemente no compartía lazo sanguíneo con Zeff y esté no tenía porqué cargar con la discapacidad de un niño que acababa de conocer.

Así que solo era cuestión de tiempo para que terminaran echándolo del restaurante..

Bueno eso es lo qué creía él, en sus primeros meses trabajando para el Baratie; en dónde desempeñaba la honorable labor de pelar papas. Un trabajo qué lo hizo reconectar con sus sentidos si no quería terminar por cortarse los dedos por culpa de su ceguera.

Tras largos meses de arduo trabajo en dónde cada vez llegaban más cocineros y el local comenzaba a amueblarse para la llegada de más clientes. Sanji estaba cien por ciento seguro qué su ceguera era un total impedimento para desarrollar sus habilidades culinarias; cocinar era lo único que lo hacía reconectar con su madre y el simple hecho de no poder ver, lo hacían completamente inútil en la cocina. Bastante torpe para no saber diferenciar el azúcar de la sal y bastante tonto cómo para dejar caer una docena de platos a la vez.

Repitiéndose cada mañana qué solo era cuestión de tiempo para qué Zeff viera lo inútil que podía llegar a ser y así tendría una razón perfecta para echarlo del restaurante.

Con su última ronda de platos rotos, Sanji estuvo a punto de tener un colapso por culpa del enojo y la frustración que sentía en estos momentos, al no poder hacer algo tan simple como lavar los platos por culpa de su ceguera; su discapacidad lo hacían sentirse imponente y un completo inútil para realizar las tareas en el Baratie. Mientras que para todos los demás significaba algo tan simple de su vida cotidiana, para él era un enorme reto que lograba poner todos sus sentidos de cabeza.

Agachando la cabeza esperando un regaño por parte de Zeff, estuvo sorprendido cuando los gritos nunca llegaron y en su lugar, obtuvo una mano acariciando gentilmente su cabello. Logrando escuchar cómo aquel hombre con pata de palo se agachaba a recoger los restos de vidrio roto esparcidos por el suelo; Sanji no pudo aguantar más las ganas de romper a llorar.

- Qué sucede berenjenita, ¿por qué lloras?

- S-Soy un completo inútil, si tan solo no fuera ciego - con su voz quebrada, trató de limpiar inútilmente las lágrimas que caían sobre sus mejillas - dejaría de ser una carga para todos.

- Escúchame muy bien Sanji, porqué no voy a volver a repetirlo - tomando al niño de los hombros, con su voz autoritaria trató de hacerlo entrar en razón - no eres una carga para nadie y jamás lo serás.

𝐎𝐧𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐜𝐞; 𝐑𝐞𝐥𝐚𝐭𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora