𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐮𝐦 𝐈𝐈𝐈

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-¡Jade! ¡No bajes las escaleras corriendo, te vas a caer y luego soy yo la que tiene que ocuparse de tus heridas!

-No estoy corriendo Claire, sólo voy rápido. - dijo mientras se reía para sí misma.

- Te tendrías que haber despertado antes, ahora tenemos que ir corriendo - me subí a mi coche y lo arranqué.

- ¡Oh, vamos! - se subió al coche - Lo dices como si solo hubiera sido cosa mía, tú llevabas dos horas en el baño.

- Mí baño - reí - Papá estaba en el baño general, así que, no es mi culpa.

Jade suspiró y saqué el coche del garaje para llevarla al colegio el cual simplemente estaba a 10 minutos en coche. Estacioné mi coche frente al colegio, revisando por el espejo retrovisor que Jade llevaba bien puesta su mochila.

Las grandes letras del nombre del colegio se alzaban sobre la entrada, y un río de niños y padres se movían apresurados hacia ella.

-Jade, vamos. No llegues tarde -dije con suavidad, aunque el reloj en mi muñeca me apretaba como un recordatorio constante del tiempo que no tengo.

La pequeña levantó la vista, con un gesto de duda. -¿Vendrás a recogerme hoy?

Sentí el nudo familiar en el pecho. Sabía que esa pregunta no tenía una respuesta fácil. Mí jefe, como siempre, esperaba más horas de las que me prometía pagar, y las reuniones las cuales parecían extenderse como si fueran interminables.

-Haré lo posible, ¿vale? Pero si no llego, Emily vendrá a por tí. - Forcé una sonrisa mientras acariciaba la mejilla de Jade.

Jade salió del coche con pasos lentos, abrazando su mochila como si fuera un escudo. Al llegar al portón, se giró para mirarme una última vez.

-No te olvides de mí, ¿vale? -dijo con una voz que apenas se oyó entre el ruido de los niños.

-Nunca me olvidaría de ti, Jade. -Mi voz era firme, como una promesa grabada en piedra.

Vi cómo mi hermana desaparecía entre el tumulto, su cabello pelirrojo, completamente diferente al mio, ondeando bajo la brisa. Cuando me quedé sola, me recosté contra el asiento, respirando profundamente mientras el peso de la realidad caía sobre mis hombros.

"Un día más", me dije a mí misma mientras encendía el coche y me dirigía hacia la oficina. Pero en el fondo sabía que Jade tenía razón: cada vez parecía más difícil estar en todos lados a la vez.

Llegué a la oficina justo a tiempo, esquivando los saludos automáticos de mis compañeros mientras dejaba mi bolso en el pequeño escritorio atiborrado de papeles. El lugar estaba tan gris y monótono como siempre: teclados resonando, teléfonos sonando y el zumbido constante del aire acondicionado.

-Claire, necesito los balances del último trimestre antes del mediodía -dijo mi jefe, el señor Zanner, pasando junto a mi mesa sin siquiera mirarme. Su voz, seca y exigente, resonó como un recordatorio de que no había margen para errores.

-Claro, señor Zanner -respondí con una sonrisa que no alcanzó mis ojos.

Me hundí en mi silla y comencé a revisar los números en la pantalla, pero mi mente no dejaba de divagar hacia Jade. ¿Estaría bien? ¿Había olvidado algo? La culpa, como siempre, estaba allí, presente, cuestionandome.

Horas más tarde, mientras revisaba una factura que no cuadraba, mi teléfono vibró sobre el escritorio. Era un mensaje de Emily. "Claire , puedo recoger a Jade hoy si no llegas. Avísame."

Exhalé con alivio. Emily, la vecina de al lado, era un verdadero ángel. Respondí rápidamente con un simple "Gracias, creo que te necesitaré" y volví al trabajo. Sin embargo, al regresar a los números, algo llamó mi atención.

Una transferencia sospechosa. Una suma de dinero descomunal en un contrato que aparentemente no tenía sustento.

Fruncí el ceño y abrí otra carpeta para cruzar los datos. Había algo raro en esas cifras, algo que no encajaba. Podría ser un error, pero también podría ser algo más oscuro. Miré alrededor, asegurándome de que nadie estuviera observando, y guardé una copia del documento en mí memoria USB.

El tiempo pasó volando y, cuando me dí cuenta, el reloj marcaba las siete de la tarde. El sol ya se había escondido, y mí espalda me dolía de
tanto estar encorvada sobre el escritorio.

Decidí que era suficiente por el día. Mientras salía de la oficina, no podía dejar de pensar en los números. Había algo en ellos que me inquietaba, algo que parecía encajar con las extrañas sospechas que había escuchado murmurar entre sus compañeros.

Decidí que no podía ignorarlo. Algo dentro de mí se encendió: curiosidad, sí, pero también un instinto de supervivencia. Si había irregularidades en las finanzas de la empresa, ¿podría eso salpicarme? ¿O acaso había tropezado con algo más grande de lo que podía manejar?

El frío de la noche me golpeó al salir del edificio, y el sonido de mis pasos resonó en la acera. Saqué mi teléfono y marqué el número de Emily mientras caminaba hacia el estacionamiento.

-Emily, ¿Todo bien con Jade? -pregunté tan pronto como contestó.

-Sí, todo bien. Estamos en casa, viendo una película. No te preocupes, Claire. -Su voz era reconfortante, pero yo no podía relajarme.

-Gracias, Emily. De verdad. -Colgué, sintiéndome un poco menos culpable por no haber llegado a tiempo.

Subí al coche, pero en lugar de conducir directamente a casa, me detuve en una pequeña cafetería al final de la calle. Necesitaba un momento para pensar. Pedí un café y me senté en una mesa junto a la ventana, mirando a través del vidrio mientras mi mente repasaba los números una y otra vez.

La transferencia sospechosa no salía de mi cabeza. Una suma tan grande, asignada a un proyecto inexistente... No era solo extraño, era un agujero negro en las finanzas de la empresa. Y si alguien más lo notaba, podría implicar consecuencias graves, tanto para quien estuviera detrás como para cualquier empleado relacionado, incluyéndome.

"¿Qué hago con esto?" me pregunté mientras daba un sorbo al café. Podría ignorarlo y hacer como si no lo hubiera visto, pero algo me decía que eso no era una opción. Por otro lado, si investigaba más y alguien se daba cuenta, ¿qué significaría eso para mí? El señor Zanner no era precisamente comprensivo.

Saqué la memoria USB de mi bolso y la sostuve entre los dedos, como si de alguna forma me diera respuestas. "Quizás debería contarle a alguien", pensé. Pero ¿a quién? ¿A Recursos Humanos? ¿A un abogado?

Mientras reflexionaba, mi teléfono vibró de nuevo. Esta vez era un número desconocido. Lo miré con recelo antes de contestar.

-¿Hola?

-¿Señorita Claire Birton? -La voz al otro lado era grave y formal, por el tono podía saber que procedía de un hombre.

-Sí, soy yo. ¿Quién habla?

-Mi nombre no es importante. Solo quería advertirle que lo que está haciendo podría meterla en problemas. Grandes problemas.

El café en mi mano tembló, y un frío recorrió mi espalda. -¿Qué...? ¿De qué está hablando?

-Sé que ha estado revisando números que no le corresponden. Le recomiendo que se olvide de eso. Por su propio bien. -La línea se cortó antes de que pudiera responder.

Me quedé helada, con el corazón martillando en el pecho. ¿Quién demonios era esa persona? ¿Cómo sabían lo que estaba haciendo? Y lo más importante, ¿qué significaba "problemas grandes"?

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐭𝐮 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora