Capítulo 4

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Capítulo 4

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Centinela Correctional Facility

La noche anterior apenas pudo cerrar los ojos, en sus sueños, aparecía una hermosa mujer de cabellera rojiza. Su mujer. Porque, para Lyle, ella seguía siendo suya. ¿Era egoísta? Bastante, pero Avery se había incrustado tan profundo en su alma, que sin importar lo que hiciera, los pensamientos sobre ella nunca desaparecían. Era como una sombra persistente, siempre ocupando cada rincón de su mente. A pesar de gastar su tiempo en las pesas, su imagen volvía en los momentos de silencio y soledad.

Ella y ese horrible día.

Era parte de las cosas por las que se había mantenido en vela toda la noche, como si la esencia de ese día estuviera en el aire, imposible de arrancar, imposible de olvidar por más que lo intentara.

Ellos no podían hacer más daño.

Avery estaba a salvo.

No dañarán a este bebé.

Se aseguraron de ello, y una gran parte de su ser se sentía aliviado.

Ellos ya no estaban, pero ese día nunca desaparecería de su memoria. No dejaba de sentirse aterrado, tenía miedo de que todo se repitiera.

Los gritos resonaban en sus oídos, como si estuvieran sucediendo nuevamente. El llanto desgarrador que partía su corazón en mil pedazos. La sangre, esa visión horrenda de la sangre deslizándose entre sus piernas, una imagen que no lograba borrar. La sonrisa sutil de su madre cuando lo vio bajar las escaleras con Avery en sus brazos, una expresión que no podía olvidar.

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—No serán muchos días, ¿De acuerdo? —le expliqué con suavidad, mientras acariciaba su mejilla con mi pulgar, en un intento por dispersar sus dudas—. Solo necesito reunir algo de dinero para mudarnos al apartamento del que te hablé.

—¿Pero por qué no podemos quedarnos aquí? —insistió, apartando mis manos de sus mejillas con un gesto de frustración—. En tu casa no me sentiré bien.

Miré alrededor de pequeño y frío apartamento, muy diferente a los lujosos lugares a los que siempre había estado acostumbrado. La idea de quedarnos allí se sentía como vivir en una prisión.  Absolutamente imposible. Le prometí lo mejor, y esto no era lo que Avery merecía. Además, con el embarazo, necesitábamos un lugar seguro y cómodo, donde pudiera sentirse a gusto.

Y yo tambien, dios santo.

—Porque quiero darte lo mejor, cariño. —La atraje hacia mí, con mi mirada sobre la suya—. Quiero que el bebé crezca en un lugar adecuado, no aquí.

—¿Adecuado? —respondió ella, su voz teñida de incredulidad y un poco de dolor—.Esta es mi casa, mi espacio,Lyle.

—¡Es que no entiendes lo que quiero decirte! —exclamé, poniendo espacio entre nuestro cuerpo. Mi paciencia tenía un límite cuando se encontraba con su terquedad—. Es demasiado pequeño y sombrío ¿De verdad crees que sería cómodo durante tu embarazo? ¿Que me dices de los tipos raros del vecindario?

—Y vivir en la casa de tus padres, los cuales me odian, sería mejor, ¿verdad? —replicó, de brazos cruzados sobre su pecho—. Allí no estaré bien, y lo sabes.

Unas semanas atrás, papá había escuchado la conversación que tenía con Erik sobre mi dilema con el apartamento de Avery. Cuando sugirió traerla a la casa, mi primera reacción fue negarme. No quería que se sintiera fatal con su presencia, pero los dos insistieron, argumentando que el niño era parte de su sangre y que era una oportunidad para conocer a la madre. Sus palabras me hicieron reflexionar, y aunque tenía mis dudas y temores, su insistencia me hizo considerar la posibilidad.

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Avery || Lyle Menendez (Nicholas A. Chavez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora