Capítulo 2: Jack

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El estadio estaba lleno de espectadores ansiosos. Las luces de los gigantescos focos se reflejaban en las caras expectantes del público y en la pista brillante. Se palpaba en el aire la presión del momento. Era el partido más importante de la temporada, y todas las miradas estaban puestas en mí.

—Sí, señores, han escuchado bien —comentó el comentarista, calmando los incesantes murmullos del público—, la jugadora estrella de toda la temporada no ha conseguido quedar en la selección.

El eco de su voz se mezclaba con una canción que no podía sacar de mi cabeza. Una que escuchaba cuando mis nervios me impedían concentrarme y que ahora cobraba volumen en mi mente.

"Sufro las consecuencias de mantenerlo entre mis paredes", comencé tatareando entre dientes, indecisa de qué hacer.
"Trato de ser sutil, pero no puedo."

Me había quedado inmóvil en medio de la pista, consciente de los miles de ojos que ahora se posaban en mí gracias al comentarista.

"Asume que nada me necesita, todo lo que he hecho me derrota."
"Parecía que tenías razón otra vez."
"Y otra vez."

Sus palabras todavía se suspendían en el aire, como si quisieran infligir más daño del que ya habían hecho.

"Cuanto más quiero entrar, más quiero entrar."
"Cuanto menos sé, menos sé."

La canción iba acercándose al estribillo, en perfecta concordancia con la velocidad de los latidos de mi corazón, que aumentaban progresivamente.

"Pero lo olvidé, lo olvidé."
"Estaré sola, estaré sola, estaré sola."
"Con todos mirándome."

Me temblaba el labio, y mi piel empezaba a arder bajo los focos de luz. Escuchaba murmullos por doquier, casi como si sus voces estuvieran siendo proyectadas a propósito sobre mí. Seguí cantando la canción, obligándome a terminarla.

"Uh, oh, ¿a dónde puedo ir?"
"Todos me miran."

Sentía sus ojos sobre mi nuca: miradas de desaprobación, de disgusto, pero sobre todo, de sorpresa.

"Ooh, ooh, ¿qué puedo hacer?"
"Si no estás aquí para decírmelo."

—Tania —una mano cálida se posó sobre la mía, animándome a seguir adelante. Por un momento, la canción perdió volumen en mi cabeza, y pude prestar atención a mi entorno. Nos dirigíamos a los bancos. Sabía que íbamos allí porque era tradición reunirse con el equipo y discutir las tácticas antes de iniciar el partido, no porque realmente estuviera mirando a dónde íbamos. Simplemente me estaba dejando conducir por Marina.

Traté de concentrarme en la voz de nuestro entrenador, quien comenzaba a delinear la estrategia para el partido, advertido de mi situación. Cada palabra se mezclaba con el ruido de los murmullos y los latidos acelerados de mi corazón.

"Todo el mundo está mirándome."

—Todos te están mirando, Tania. —Elevé la cabeza unos segundos, sorprendida por la elección de palabras que había hecho Marina. Casi sin querer, había pronunciado el último verso de la canción, logrando que el ruido que antes me distraía comenzase a atenuarse.

Estaba temblando de arriba a abajo. A juzgar por el calor asfixiante que inundaba mis pulmones, tendría la cara roja y las pupilas dilatadas. Mi entrenador me observaba con cierta duda, no muy seguro de qué palabras escoger. Las demás solo me dirigían una mirada de soslayo, impactadas y nerviosas por mi repentino cambio de actitud. La idea de correr y huir a los baños empezaba a amenazar peligrosamente mi mente cuando me di cuenta de que no me sentía con las fuerzas suficientes como para calmar sus nervios.

Me obligué a observar el estadio. Aquel estadio en el que había soñado jugar días atrás, ilusionada por lo que ello significaría. Solo me tomaría unos segundos de humillación recorrer la pista entera, y horas rememorando esos segundos de humillación sentada en un váter mugriento.

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