Decir que no cabría ni un alfiler más en el auditorio era quedarse corto. Aquello estaba a rebosar.
Observé la multitud con desasosiego. Había jugadores en cada rincón de la sala, hablando o simplemente sentados esperando a que la ceremonia comenzara. Claramente, aquellos que estaban sentados eran la minoría, pues los demás, atraídos por la comida y la bebida, se habían dispersado por toda la sala, algunos comiendo y otros simplemente interponiéndose en mi camino.
Terminé dándome por vencida cuando me di cuenta de que mis intentos por abrirme paso entre la multitud habían resultado en que me encontrara más cerca de la salida de lo que había estado en un principio. Una sensación de frustración me invadió. Necesitaba ser más alta, o tal vez lo que necesitaba era un equipo más responsable, y a poder ser, que llevasen el teléfono encima de vez en cuando.
De las pocas veces, que no eran pocas, que había intentado llamarlas, ninguna había respondido, lo que me había llevado a sospechar que además de ser irresponsables y no estar calentando en pista, estarían en el sitio menos idóneo en estos momentos: la ceremonia de clausura.
Llevábamos ya casi dos semanas jugando, y podía decir con orgullo que no habíamos perdido ningún partido todavía, habiendo batido a dieciocho de los veinte equipos convocados para el torneo. Estábamos a un solo paso de proclamarnos campeonas de la nación, lo cual me generaba una ansiedad inminente, considerando que nuestros próximos contrincantes eran, sin duda, de los más fuertes de la selección de voleibol.
Inconscientemente, mi mirada se posó en un chico que bebía vasos de contenido ciertamente cuestionable. A juzgar por su uniforme y porque ya lo conocía de antes, era miembro del equipo con el que estaba a punto de jugar. Alto, con la suficiente envergadura como para bloquear remates sin tener que saltar, y también despistado, teniendo en cuenta lo que estaba haciendo y qué se encontraba bebiendo.
Mi habilidad para encontrar a las de mi equipo es tan nula que me encuentro con los del otro equipo, pensé.
Me sorprendí de comprobar que el líquido cuestionable resultó ser ron, pues había pasado de beber del vaso a beber de la misma botella, algo que no solo era desmedido, sino que dejaba bastante claro su estado en esos momentos.
¿Es que ya nadie se preocupaba por terminar el torneo? ¿Ni siquiera ni una milésima como para estar bebiendo en vez de calentando?
Pero ya sabía la respuesta: sólo yo.
Asistir a un partido borracho estaba terminantemente prohibido, no solo por el hecho de no estar en condiciones para jugar, sino porque se podría comparar con dopaje, lo que dejaría a los demás contrincantes en un escalón inferior.
Aunque claro, para que eso sucediera, alguien tendría que dar el chivatazo, cosa que yo evidentemente no iba a hacer. Necesitaba demostrar que podíamos ganar, o que yo al menos podía, sin tener que recurrir al reglamento deportivo.
Si mal no recordaba, iban terceros, y todos en el equipo eran chicos, por lo que la altura era un factor a tener en cuenta, considerando que el que se encontraba bebiendo, Mike, me duplicaba en talla y ni siquiera era el más alto.
Empecé a sospechar que él no era el único bebiendo cuando me di cuenta de que otros muchos jugadores estaban haciendo lo mismo, aunque para mi decepción, no eran de su equipo.
Como capitana, debía alegrarme por ellos, y preocuparme por que mi equipo no estuviera haciendo lo mismo, aunque claro, también podría culpar de ello a los organizadores del torneo. Nadie con pretensiones de descalificar a todos los jugadores de un mismo equipo pondría bebidas alcohólicas en la ceremonia de clausura. Absolutamente nadie.
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Elusive [Fanfic Inazuma Eleven]
FanficEste fanfiction lo he estado escribiendo desde que tengo uso de la razón, así que dudo poder terminarlo algún día :) Prohibido la adaptación, plagio o cualquier acción que implique escenas, frases y/o personajes del mismo. Los personajes pertenecen...