- Buenos días.- saluda la hermosa mujer que me abre la puerta.
- Buenos días.
Su expresión es sorprendida, pero al mismo tiempo es relajada y del perfil de una mujer que sabe sobrellevar cualquier situación. O eso me ha parecido, ya que a pesar de mi tono molesto, se muestra sonriente e irrelevante a lo que me pueda pasar.
- ¿Puedo ayudarte en algo, bonita?
- Sí. Busco a un chico más o menos de mi edad, diecisiete años, que, si no me equivoco, vive aquí.
Sigue sonriendo y su actitud es increíblemente extraña, pero deja de importarme cuando, antes de responderme, el chico que busco aparece detrás de ella.
- Es una compañera del instituto, mamá, no te preocupes.
Su voz gruesa y atractiva descoloca mi mente, pero trato de no dar a entender con ningún tipo de expresión facial que me ha impresionado.
Tuerzo la boca en un gesto de nerviosismo y de no saber qué narices le pasa a este chico.
Su madre los deja solos y él ni siquiera me invita a pasar y a sentarnos como dos personales normales.
- No sé qué narices ha sido esa pésima actuación de que me conoces, pero más vale que me des una explicación razonable a todo.
- No sé de qué me hablas.
Es un chico atractivo y guapo como su madre, cierto, pero su físico deja de importar desde el momento en el que abre la boca.
- Lo sabes perfectamente.
- Tú primero.
Hace señal de dejarme pasar con el brazo y caminamos hasta un banco de madera que hay detrás de su casa.
Está viejo y hecho polvo, así que prefiero no sentarme en él todavía.
Espero unos segundos a que hable de nuevo y me dé la explicación más rápida y entendible posible.
- ¿A qué has venido?
Lo miro con incredulidad y no pienso seguir siendo educada y cuidadosa.
- Si no lo supieses no habrías bajado para decirle a tu madre que me conoces.
El chico sonríe levemente y aprieto la mandíbula.
- Tienes razón. Entonces sí sé a qué has venido.- dice en tono de burla.
- ¿Me estás tomando el pelo?
- Probablement- dice en francés.
Suelto todo el aire por la nariz de lo mucho que me hierve la sangre. Se está burlando de mi acento y de mis raíces.
- No pienso seguir perdiendo el tiempo. Déjalo.
Me doy la vuelta y ya no me importa el no haber sacado ninguna conclusión sobre el asunto por el que venía. No quiero seguir hablando con él.
No me persigue ni habla de nuevo, simplemente espera que me vaya y esté a mitad de camino para volver a su casa.
Está bien, lo admito. Hay alguien que me saca más de quicio que mi hermano. Mucho más.
Espero no volver a cruzarme con él, y menos ver de nuevo esa figura esbelta y alta observándome desde otra ventana hacia la mía.
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El círculo
Romance¿Qué harías si un día te estás cambiando de ropa y tu vecino te espía desde su ventana? ¿Y si lo que más deseas es dejar de pensar en su mirada y no lo consigues? ¿Dejarías que te observase una vez más?