Diego asintió lentamente, procesando las palabras de Javier. Había algo profundamente humano en aquella vulnerabilidad, algo que le hacía ver más allá del chico intimidante al que todos temían. Aunque el miedo seguía latente, ahora había también algo más: esperanza.
—Gracias por ser honesto —dijo Diego al fin, su voz suave pero firme—. Eso significa mucho para mí, de verdad.
Javier lo miró fijamente, como si buscara algo en los ojos de Diego, alguna señal de rechazo o aceptación. Pero lo único que encontró fue una calma inesperada.
El silencio entre ellos no era incómodo, sino lleno de significado. Finalmente, Diego se levantó del sofá, su mente aún enredada con los pensamientos y emociones que aquel momento había despertado.
—Es tarde. Será mejor que me vaya —dijo, mientras recogía su mochila.
Javier se levantó también, siguiéndolo hasta la puerta.
—Diego... —llamó antes de que pudiera irse—. Gracias por escucharme.
Diego sonrió débilmente, asintiendo antes de salir al pasillo.
Mientras caminaba hacia su casa, su mente seguía repitiendo cada palabra, cada mirada, cada gesto de aquella tarde. Algo había cambiado entre ellos, algo que no podía ignorar. No sabía lo que el futuro les deparaba, pero estaba dispuesto a enfrentarlo, incluso si el camino era incierto.
En su habitación, mientras el mundo exterior seguía girando con noticias de caos y temor, Diego encontró un momento de paz, pasó el resto del día pensando en la conversación con Javier. El beso, la confesión, y ahora esta invitación a su casa parecían eventos aislados, pero en su mente todo comenzaba a unirse en un rompecabezas complicado. Intentaba concentrarse en sus estudios, pero la intensidad de lo vivido no se lo permitía.
Al día siguiente...
Cuando las clases terminaron, Javier lo esperaba en la salida, apoyado contra su moto, con esa actitud despreocupada que siempre lo había caracterizado. Sin embargo, había algo distinto en él: su mirada, normalmente dura y desafiante, parecía más suave, casi nerviosa.
—¿Vienes o no? —preguntó, agitando las llaves de la moto.
Diego dudó un instante antes de asentir.
El camino fue rápido y lleno de silencio. La moto surcaba las calles estrechas del casco antiguo, rodeada de edificios encalados que reflejaban el sol. Diego no podía evitar aferrarse un poco más de lo necesario a Javier, sintiendo el calor de su espalda a través de la chaqueta de cuero.
Al llegar al apartamento de Javier, subieron rápidamente las escaleras. El lugar era pequeño, con muebles viejos y paredes decoradas con pósters de bandas de rock. Una ventana abierta dejaba entrar el sonido del tráfico y el aroma salado del puerto cercano.
—¿Siempre está tan... tranquilo aquí? —preguntó Diego, intentando romper el hielo mientras recorría el lugar con la mirada.
Javier se encogió de hombros, dejando su chaqueta sobre el sofá.
—Tranquilo es una forma bonita de decir aburrido. Pero sí, Almería no cambia mucho.
Diego asintió, aunque en realidad no estaba pensando en la ciudad. Su mente estaba en lo que había pasado la noche anterior, en el beso, en la confesión de Javier, y en lo que significaba todo eso para ellos.
—¿Por qué me invitaste? —preguntó finalmente, mirando a Javier.
El otro chico se detuvo en seco.
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Entre Sombras y Luchas.
Science FictionCada uno es libre, de lo que ser y termina de ser, cada uno hace lo que quiere con su vida por que vida hay solo más que una, y hay que aprovecharla al máximo y más en estos momentos de apocalípsis *Libro registrado legalmente en C.E.D.R.O cualquie...