Smile

4 1 0
                                    

Hace dos noches, justo frente a él, un aldeano se atravesó el abdomen con una espada. Sus vísceras desbordándose fueron eclipsadas por la horrible sonrisa que le dedicó mientras moría.

En otro tiempo, se hubiese reído, las escenas sangrientas eran parte de su vida. La desgracia ajena su diversión, misma que le fue arrebatada por “ese” suceso. El recuerdo de Xincheng lo golpeó al instante, fue brutal como una hoz inclemente cercenando su alma.

Desde ese día las alucinaciones fueron recurrentes, una y otra vez repetía la escena siniestra de la muerte del Taoísta,  sin poder evitarlo. Porque realmente intentaba detener esa espada o interponerse entre ese delicado cuello y el filo.

No lo logró. Es lo que le atormenta.

No puede dejar de gritar todas esas verdades a medias que los llevaron a ese desenlace. Fácilmente pudo mentir y silenciar a la estúpida ciega, pudo ser más listo, engañarlo por más tiempo.

Jamás pensó que él sería ingenuo hasta el último segundo.

Hace mucho que está al borde de la locura, pero volver a sentir lo que experimentó ese día, comenzaba a convencerlo de seguir el ejemplo de su daozhang y acabar con su sufrimiento.

En un par de ocasiones sintió qué perdería esa batalla. Hasta el tercer día, cuando el demonio cometió un error imperdonable.

Después de atormentarlo con la escena grotesca de Xiao Xincheng con la garganta cercenada, llorando sangre como un mártir perverso que lo castiga con su ausencia, se puso creativo.

A la media noche, tras atravesar el umbral de la casa de ataúdes, lo vio de pie frente a él, con su ropa blanca cubierta de rojo y las sangrantes cuencas de sus ojos expuestas. Sin la venda era una imagen asquerosa de dos orificios vacios y profundos. La horrible prueba de su estupidez…

Xiao Xincheng, el tonto taoista ciego, caminaba hacía él con esa hermosa sonrisa suya adornando su rostro, mientras extendía los brazos para avanzar torpemente en un camino que debería conocer a la perfección pues Xue Yang nunca movió nada.

Aún le sangraba el cuello, cuando intentaba hablarle el aire se filtraba por la herida

Era tan aterrador, un demonio del infierno, surgiendo para atormentarlo a él.

A él… qué estupidez.

Una estruendosa carcajada alejó el silencio de la noche, cínicamente se abalanzó a los brazos de Xincheng y lo aferró en un abrazo fuerte casi asfixiante. Le besó los labios qué seguían pálidos cómo la nieve, luego siguió riendo mientras se aferraba más a ese cuerpo delgado.

Al borde de la locura fue recompensado. Podría reír hasta las lágrimas por la emoción. 

En ese momento, los sellos brillaron en rojo justo bajó los pies de ambos. Difícilmente una entidad de ese tipo escaparía de alguien con tantas habilidades como él. Lo vio retorcerse, adolorido por la fiereza del hechizo de exorcismo, no lo soltó, creía que el daozhang merecía ese sufrimiento.

Sabía que no era él.

Pero era un hombre cínico, se aprovecharía de esa mala puesta en escena para regresar al pasado por un instante breve que sirvió como combustible.

Con el demonio exorcizado la casa quedó de nuevo en soledad, mas no en silencio, su risa burlesca aun se escuchaba resonando fuerte en el eco de esa casa vacía, camuflando los sollozos que nunca nadie soltó.

XueXiao One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora