Cita

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Lo recordaba bien, la mocosa ciega pasó casi toda la mañana soltando estupideces sobre historias románticas qué escuchaba en el pueblo, hablaba sobre citas y poemas, cosas que le atraían sólo a imbéciles como ella.

Por supuesto, no perdió oportunidad para decir que alguien como Xue Yang, estaba muy lejos de protagonizar una historia de ese tipo y que, por eso, las percibía como algo tonto.

Sólo hubo una risa mordaz que reprimió sus deseos de cortarle la lengua. El Daozhang estaba ahí, impecable, sonriendo por lo risible de la conversación. Interesado en la pelea, pero ignorandolos a ambos cuando se quejaban. Eventualmente se hizo de noche, como ya era costumbre, Xue Yang cargó a Shuanghua en su espalda y caminó sin rumbo junto a un silencioso Xiao Xincheng. 

Él mismo no estaba muy entusiasmado con iniciar una conversación,  las palabras de la ciega le hacían eco de algún modo. Le despertaban ese instinto malicioso de causar estragos en las vidas ajenas, tal como Xincheng lo dijo alguna vez: complicar todo, arruinar la calma,  era  justamente lo que mejor sabía hacer. Se planteó la idea de enamorarla y terminar su venganza con una ridícula historia de amor falsa que destruyera el entusiasmo patético de esa mujer.

Pero él no encontraba nada atractivo en ella.

Sumido en sus planes, ignoró qué estaban relativamente cerca de los aldeanos qué preparó para Shuanghua, esta fue más rápida y en manos de Xiao Xincheng le dejó “ver” aquello que buscaban. El hielo de la espada brillaba inclemente tras cada ataque certero, le daba a su dueño una belleza incomparable y una agilidad sin igual. La luna, incluso, se prestaba para  iluminar ese espectáculo magnífico qué Xue Yang disfrutaba observar.

Vio al Taoísta saltar con la gracia de algún ave e iluminado por los claroscuros creados por la luz de luna, abalanzarse contra las marionetas que clamaban por piedad. Tal escena le arrebató el aliento por un instante, quiso tocar la piel de Xincheng, observarlo eternamente mientras cometía los crímenes más corruptos.

Xincheng lo trajo a la realidad cuando sonrió como si supiera la forma en que Xue Yang lo veía, quizá lo intuía, probablemente todos esos roces involuntarios, la convivencia…

Quizás se estaba equivocando.

—Me gustas — dijo de repente y el taoísta dejó de sonreír, pero Xue Yang fue más rápido, tomó esa mano fría para evitar que ignorara lo que acababa de decirle.

Sí, Xiao Xincheng era la víctima perfecta. Qué mejor manera de cerrar la boca de esa mocosa, le arrebataría al hombre que consideraba la materialización de la perfección. Humillaría al taoísta con ese amor sucio entre ambos.

Pero, si siempre fue de ese modo…

¿Por qué después de todos esos años, sigue recordando esa noche como su primera cita?

Aquella en que no llegaron a dormir por pasar el tiempo hablando de ridículos planes románticos, debatiendo entre todo lo bueno y todo lo malo, hasta que el taoísta sonrió de nuevo y (al fin) aceptó las extorsiones de Xue Yang, junto a su amor inusual (problemático).

Incluso ahora, mientras se aferraba a ese cadáver frío, sigue sintiendo ese amor. Se consuela diciendo que lo hizo todo para llevarlo a la locura, lo despertará para seguir atormentandolo porque lo odia. 

Su deber es destruirlo. 

Entonces ¿Por qué lo extraña tanto?

XueXiao One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora