Golpe... ¿de suerte?

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

No. Me. Maten. ¡Por favor! Ya saben que tengo un bloqueo mental y que está siendo difícil para mí. :(

Desde hace más de una semana que estoy en Los Ángeles y se me figura que la playa y los cocteles ayudan a mi musa.

Gracias por recibir tan bien esta historia. De una vez os digo que se divertirán con este capítulo e incluso puede que se rían.

A leer.

Capítulo 3: Golpe... ¿de suerte?

Días después...

Lauren -finalmente- se ha resignado a que no irá con John al baile, y desde hace días que no se despega de Trevor. Sospecho que ella en realidad no quería una pareja para el baile, quería un novio... y vaya que lo ha conseguido.

Así que ahora mi séquito se ha reducido a Angela y Alice, cosa que agradezco, pues últimamente Lauren se había vuelto un completo dolor de cabeza.

En lo que iba del mes, había estado ensayando un estilo más relajado y mucho más parecido a la "yo anterior". Las faldas habían desaparecido y las blusas escotadas también, junto con la base y el rubor. Eso me ha hecho merecedora de varias miradas de burla y extrañeza, mayormente de parte de Evelyn y sus amigas.

Ahora mismo, estamos rumbo a los vestidores. Hoy hay ensayo de coreografía para el partido que tendrá lugar dentro de dos días.

Para mi asquerosa suerte, el equipo de fútbol también está practicando.

Entorno los ojos y tenso la mandíbula. Me dirijo hacia la entrenadora de porristas con paso firme.

-¡Entrenadora Glasgow! -grito.

-Sí, dígame -me mira seriamente, atenta.

-¿No se suponía que el equipo de futbol practicaría toda la semana pasada y nosotras estos dos días? ¿Qué hacen ellos aquí? -mis manos están en mi cintura.

Glasgow se pone el clipboard* contra el pecho y arquea una ceja.

-Hemos tenido un problema con los horarios.

Imito su gesto.

-Pues no estoy de acuerdo. Necesitamos todo el campo para ensayar, y con ellos aquí, nos será imposible. Además, pueden golpearnos con el balón.

Ella alza los hombros con falso pesar.

-No puedo hacer nada, Swan. Tienen la mitad del campo. Es eso o nada.

Me paso la lengua por los labios. Hoy, especialmente, estoy de un humor pesado... y no es porque sea día veintiocho del mes. Es por un motivo mucho más importante: He ido todos los días a la biblioteca y no le he vuelto a ver. ¿A quién? Al chico delgado de cabello cobrizo. Sí, soy aún más patética que antes de ser popular.

-Entonces será nada -digo rotunda y me doy media vuelta. Chasqueo los dedos-. ¡Vámonos chicas! ¡Hoy no hay ensayo!

Alice viene hacia mí con el entrecejo fruncido.

-¿Te volviste loca? Sabes que la presentación es pasado mañana ¿verdad?

-No vamos a practicar en solo la mitad de la cancha y arriesgarnos a que nos lancen el balón a la cabeza.

Ella se mantiene seria.

«Bien» digo «Si tú y las demás se quieren quedar no hay problema, pero no quiero ver a ninguna en enfermería argumentando lesiones. ¿Vale?»

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