Raziel Dagger.
Tan pronto como me enteré de su accidente, no dudé ni un instante y corrí con urgencia en busca de ella. Sabía perfectamente dónde se encontraba, no había duda al respecto. Claro que lo sabía, no soy un tonto. Si el rastreador que cuidadosamente instalé en sus zapatos está funcionando correctamente, eso quiere decir que, en este preciso momento, ella se encuentra dentro de nuestro edificio.
Me bajé de mi Bugatti, un coche al que, hasta ese momento, nunca me había atrevido a conducir. Me lo regaló el Sr. Dagger, a quien, sinceramente, no le guardo mucho cariño, pero irónicamente le agradezco que me haya dejado todo en su testamento.
Bajé con una paciencia que ni yo creía tener, sacudí mi gabardina negra, casi por costumbre, y me adentré en el edificio. Con un sutil movimiento de cabeza, saludé a Bárbara, la señora que limpia, y luego me subí al elevador, ya pensando en lo único que realmente me importaba: volver a ver su hermosa cara.
—Hace mucho frío esta noche, ¿no lo crees, jovencito? —me preguntó una anciana que cargaba bolsas llenas de mercadería.
La miré de reojo y, a pesar de lo incómodo que me resultaba, sentí un leve remordimiento. No quería ver cómo se le rompía la cintura frente a mí, a lo Bella Swan. Tienen que verla, la señora es muy, pero muy, pero muy viejita.
—Gracias… —me dijo, entregándome la última bolsa con una sonrisa débil.
—No es nada —respondí, con tono cortante.
La señora me miró con ojos tristes, y luego su vista se fue al suelo. No quería tenerle más lástima, la verdad es que ya estaba haciendo más de lo que debía al ayudarla con las bolsas. ¿Para qué seguir hablando?
—Sí, está más frío de lo normal —respondí, sorprendiéndome a mí mismo por haber abierto la boca.
—Pues es invierno, querido —dijo ella—. Sabes… me recuerdas a mi nieto. Lamentablemente, ya no está en este mundo, pero hay algo en ti que me lo trae a la mente, como si lo viera en ti.
La anciana siguió hablando sin parar, pero yo no estaba realmente interesado. Miraba mi reflejo en el espejo del elevador, perdiéndome en mis propios pensamientos mientras fingía escuchar.
—¿A qué piso va? —le pregunté, solo para salir de la conversación, sin demasiada cortesía.
—Al último, ¿y usted? —respondió, mirándome desde su pequeña altura.
—También —dije, sin cambiar de tono, un poco impaciente.
Al llegar al último piso, la acompañé a su puerta, que, para mi sorpresa, estaba cerca de la mía. Le entregué las bolsas rápidamente y no pude evitar notar cómo sus manos temblaban ligeramente al tomarlas. Sin decir mucho más, me despedí, aliviado de poder escapar finalmente de su parloteo, que había estado martillando mis oídos todo el trayecto.
Fui directo a su puerta y toqué con un pequeño golpe. No hubo respuesta. Golpeé de nuevo, un poco más fuerte, pero nadie abrió la puerta.
«Mierda, no me queda más opción que sacar las llaves de repuesto», pensé, frustrado.
Saqué el juego de llaves que tenía de su apartamento y las inserté en la cerradura. Entré. Lo primero que vi fue… impactante, aunque no más que eso. El cadáver de Rafael Cass yacía frente a mí. Tenía varios disparos en el abdomen y uno más en la cabeza.
—Me alegra que por fin estés muerto —escupí a su lado—. Aunque me hubiera gustado ser yo quien le pusiera fin a tu existencia.
Y aunque antes lo apreciaba un poco, el saber que dañó uno de nuestros coches para jodernos, y que terminó jodiendo a su propia hija, hizo que deseara matarlo. Todavía no lo entendía. ¿Qué lo llevó a ser tan contradictorio? Rafael quería que la cuidara, pero entonces, ¿por qué se empeñó en tratar de asesinarme en estas últimas instancias?
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Prisionera del Diablo✔️ (Completa)
Mistero / ThrillerNo solo era malvado, también poseía una inteligencia peligrosa y un carisma irresistible. Te envolvía en sus garras, te consumía hasta el último de tus alientos. Te hacía romper cada regla y disfrutar de ello. Él, y solo él. Para ella el diablo ya...