Capitulo 11.

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El contrato - Capítulo 11

Narra Jack

Había sentido la incomodidad de que se hubiese cruzado a Pitch por la puerta, no podía evitar observar a Elsa. Era fascinante cómo se transformaba en mi presencia. En un momento parecía una miembro de la realeza, y al siguiente, una guerrera lista para luchar contra cualquier desafío que se le presentara. Su risa resonaba en la habitación y me hacía sentir un poco más ligero en medio de toda esta presión.

Me acerqué a su escritorio, donde los papeles estaban esparcidos como un mapa de tesoros. La vi fruncir el ceño mientras intentaba descifrar las cifras. No podía dejar de pensar en lo valiosa que era su ayuda, pero también en lo incómodo que era que estuviera aquí, rodeada de hombres que no siempre sabían respetar. En especial Pitch.

—No te preocupes, Elsa —dije tratando de sonar despreocupado—. La comida llegará pronto, así que tómate tu tiempo. Nadie te está apurando.

Se giró hacia mí con una mezcla de sorpresa y gratitud en sus ojos.

—Gracias, Jack. A veces siento que tengo que correr a cada segundo.

Me encogí de hombros con una sonrisa.

—La vida es un maratón, no una carrera de velocidad. Pero creo que eres más que capaz de manejarlo.

Elsa hizo una pausa y luego soltó una risita nerviosa, como si hubiera encontrado alivio en mis palabras.

—No sé si eso es un cumplido o simplemente una observación sobre mi estado actual —bromeó.

—Ambas cosas —respondí, disfrutando del momento—. Ahora, ¿quieres que te ayude con esos esquemas? Tal vez podamos convertir esto en un juego.

Ella levantó la vista y me lanzó una mirada desafiante.

—¿Un juego? ¿Qué tienes en mente?

La tarde se deslizaba suavemente hacia la noche, y por un momento, olvidé el estrés del trabajo y el ambiente tenso que a menudo nos rodeaba. Con Elsa a mi lado, todo parecía un poco más ligero.

Narra Elsa

El día había avanzado mucho más rápido de lo que había imaginado. Con Jack a mi lado, el trabajo se sentía menos pesado. Habíamos estado inmersos en gráficos y estadísticas, y, para mi sorpresa, todo estaba fluyendo bien. No había olvidado lo que aprendí en la escuela.

Mientras me concentraba en una tabla de pagos, decidí que era hora de hacer una llamada rápida a los niños. Con un poco de nerviosismo, marqué su número. La voz familiar de mi pequeño me llenó de alegría.

—¡Hola, mamá! —dijo Jamie con entusiasmo—. Estamos bien.

Mi corazón se calmó al escuchar su risa. Pero luego, la realidad me golpeó.

—¿Dónde está tu hermana? —pregunté, sintiendo un pequeño nudo en el estómago.

—Está viendo televisión. No te preocupes, estamos bien.

Colgué un poco preocupada pero aliviada al mismo tiempo. Aún así, no podía evitar preguntarme si había sido una buena idea dejarlos solos. Cuando volví a la oficina, Jack me miró con curiosidad.

—¿Todo bien? —preguntó con una ceja levantada.

—Sí, solo llamé a los niños... los dejé solos por un rato —respondí con un ligero tono de culpa en mi voz.

Su expresión cambió a sorpresa.

—¿Solos? ¿A esta hora?

—Oh, no es tan grave —intenté restarle importancia—. Tienen su serie favorita y están bien supervisados por la televisión... supongo.

Jack soltó una risita y continuamos con nuestro trabajo. A medida que avanzaba la tarde y las horas se deslizaban suavemente hacia la noche, el ambiente en la oficina se volvió más relajado. Nos reímos de algunas anécdotas del trabajo y compartimos ideas sobre cómo mejorar los esquemas que habíamos estado elaborando.

Finalmente, cuando el reloj marcó casi las ocho de la noche, Jack se estiró y miró hacia mí.

—¿Te gustaría que te lleve a casa? Es tarde y no sé si quieras esperar el autobús a esta hora.

Me sorprendió su oferta. No sabía cómo manejar el transporte público en este momento del día y la idea de estar sola no me gustaba mucho.

—Claro, Jack. Te lo agradecería mucho —respondí con una sonrisa sincera.

Recogí mis cosas rápidamente mientras él apagaba su computadora. Salimos juntos de la oficina y me sentí extraña pero emocionada al mismo tiempo; era un gesto amable que no esperaba de él. Mientras caminábamos hacia su coche, sentí que había construido una conexión inesperada durante este día caótico pero positivo

Al llegar a casa, la luz del pasillo iluminaba suavemente el ambiente. Abrí la puerta y el familiar aroma a palomitas recién hechas me recibió. James y Abbigail estaban sentados en el sofá, con sus ojos fijos en la pantalla, pero al escuchar la puerta, giraron sus cabezas al unísono.

—¡Mamá! —gritaron al unísono, saltando del sofá y corriendo hacia mí.

Los abracé con fuerza, sintiendo su energía y amor. Era un alivio volver a estar con ellos.

—¿Cómo les fue? —pregunté, sonriendo mientras me deshacía de mi abrigo.

—¡Genial! —exclamó James—. Vimos dos episodios de nuestra serie favorita. ¿Y tú? ¿Cómo te fue en el nuevo trabajo?

—Fue increíble —respondí con entusiasmo—. Todo fluyó muy bien. Me siento muy contenta.

Abbigail se sentó en el borde del sofá, mirándome con curiosidad.

—¿Conociste a nuevos amigos? —preguntó, inclinando un poco la cabeza.

—Sí, Jack es muy simpático. Hemos estado trabajando juntos todo el día —dije mientras me acomodaba en una silla frente a ellos—. Pero lo más importante es que estoy segura de que este trabajo va a ser genial para nosotros.

James frunció el ceño un poco.

—¿Y qué hay de la nueva escuela?

Su pregunta me hizo recordar lo que había estado en mi mente desde que nos mudamos. Sabía que era algo que debíamos resolver pronto.

—Prometo que encontraré una nueva escuela para ustedes muy pronto. Solo necesito un poco de paciencia de tu parte, ¿vale? —les dije con sinceridad.

Abbigail asintió lentamente, aunque podía ver que había un pequeño destello de preocupación en sus ojos.

—Pero no queremos esperar mucho tiempo, mamá —dijo ella con voz suave.

—Lo entiendo, cariño. Estoy buscando opciones y quiero encontrar la mejor para ustedes. Sé que es difícil cambiar tanto, pero estoy aquí para ayudarles —les respondí tratando de transmitirles mi apoyo incondicional.

James se acercó y tomó mi mano.

—Está bien, mamá. Mientras estemos juntos, estará bien —dijo con una sonrisa reconfortante.

Me sentí agradecida por tener a dos niños tan comprensivos y fuertes. Sabía que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío que se presentara.

—Ahora, ¿quién quiere ayudarme a preparar algo para cenar? —propuse con una sonrisa traviesa.

Ambos gritaron al unísono:

—¡Yo!

Y así comenzamos una nueva rutina familiar en la cocina, riendo y disfrutando del tiempo juntos mientras los problemas del mundo exterior se desvanecían por un momento.

Y así termino mi día, todo marchaba tan bien que empecé a olvidar el mal sabor de los últimos meses, todo gracias al torbellino Jack... Jackson Frost.$

El contrato - Jelsa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora