Capítulo 10

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- Sí, perfecto... Ajá, sí... ¿el lunes?... No, no, ningún problema... Sí, allí estaré.

- ¿Todo bien? - me pregunta Ivy, aún adormilada.

- Sí, todo bien. La verdad, demasiado bien. Me han dado el puesto.

Ivy aprieta los labios en un gesto de molestia, pero me responde:

- Pues sí que se han dado prisa. Enhorabuena. - Me lo dice con tono serio, mientras se levanta y comienza a recoger la ropa desperdigada por la habitación. - Airen, ha sido una noche brutal, pero no creo que debamos volver a quedar...

No me sorprende para nada, yo también estaría enfadado si la vacante se la hubiesen dado a ella. No obstante, yo tampoco soy de repetir, así que me ahorro el drama de tener que decírselo yo.

- Vaya, qué pena, me parecía que teníamos química, debió ser mi impresión.

- No, Airen, ha habido química, pero... tu olor ha sido demasiado abrumador, demasiado... intenso y el aroma muy peculiar.

Vaya, así que no era solo porque estaba disgustada por no conseguir ella el empleo...

- Ya... imagino que te habrá sorprendido...

- Sí, mucho. Pero lo que me sorprendió incluso más que tu esencia, es que fueras un omega, nunca había conocido a uno tan... tan... dominante. Los que conozco son todos pasivos.

- Ya, lo sé, no es lo habitual.

- Igualmente me lo he pasado genial... joder, hacía mucho tiempo que no me corría tanto - Me dice con la cara sonrojada.

A nadie le disgusta que le inflen un poco el ego...

- Yo también he disfrutado mucho contigo. Entonces... ya nos veremos por ahí.

- Ten por seguro que me volverás a ver en las pruebas cuando haya una nueva vacante. Adiós Airen. - Me da un suave beso en los labios y se marcha.

Un día.

Un día es lo que han tardado en llamarme, después de haber hecho la prueba física, desde el Centro Penitenciario exclusivo para alfas "Núcleo Alfa".

Un par de meses después de pasar el celo con Keith, decidí entregar mi solicitud para un puesto vacante en ese centro. Me llamaron a la semana siguiente para concretar una entrevista. Antes de ayer me personé en el lugar y la hora indicada.

No las tenía todas conmigo. Empezaron haciéndome las preguntas de rutina... ¿Por qué decidió postularse para este puesto en nuestro centro penitenciario? ¿Está familiarizado con los protocolos de seguridad en un centro penitenciario? ¿Qué experiencia previa tiene trabajando en el ámbito de la seguridad o en instituciones similares? Bla, bla, bla... Nada que no hubiera ensayado mil veces. Pero después, empezaron con preguntas con un perfil más psicológico... ¿Cómo manejaría una situación en la que un recluso intenta manipular o influir en sus decisiones? ¿Ha experimentado alguna vez situaciones de estrés extremo que haya afectado su rendimiento o bienestar? ¿Cómo las manejó? ¿Ha recibido alguna vez tratamiento psiquiátrico o psicológico en el pasado? Si es así, ¿estaría dispuesto a hablar sobre su experiencia...?

Fuera como fuere, debí haber dado una muy buena impresión, porque me citaron para hacer la prueba física para el día siguiente.

Ayer por la mañana, al entrar en la sala de evaluaciones, estaba más nervioso que nunca. Todo lo que había deseado estaba a punto de hacerse realidad, y el trabajo por el que tanto había luchado estaba al alcance de mi mano.

Éramos quince, sentados en sillas con pupitre, en completo silencio, mientras el responsable de la evaluación, un hombre que parecía estar a punto de jubilarse, permanecía de pie frente a nosotros, con una voz grave y autoritaria, comenzando a explicarnos los detalles.

Café y cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora