La humanidad enfrenta su mayor amenaza: los dioses, liderados por el Dios Supremo de la religión actual, han decidido exterminarla tras mil años de decepciones. Para evitar su fin, se ha convocado el Ragnarok, un enfrentamiento decisivo de 19 combat...
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Alan Vs Mitlantecuhtli
El ambiente de la arena quedó en completo silencio tras el estruendo de las trompetas del Apocalipsis y el sonido del Gjallarhorn que Heimdall había tocado para marcar el inicio del Ragnarok. La tensión era palpable; nadie sabía quién lanzaría el primer golpe, si el humano o el dios. Heimdall, con instinto de supervivencia, retrocedió hasta los bordes de la arena, dejando el espacio completamente libre para los dos combatientes.
Alan, representante de la humanidad, respiró hondo. Su mirada estaba fija en Mictlantecuhtli, el dios del Mictlán, un oponente que irradiaba oscuridad y poder. Sin pensarlo más, Alan se lanzó al ataque con toda la velocidad que podía generar su cuerpo.
El dios, sorprendido por el ímpetu del humano, reaccionó con rapidez, levantando su Macuahuitl de Obsidiana para bloquear el ataque. El choque entre las armas generó una onda de aire caliente que se expandió por la arena, arrancando murmullos de asombro entre los espectadores. Pero Alan no se detuvo. Con su mano libre, canalizó la energía que lo rodeaba, una mezcla de luz brillante y sombras densas, y cerró el puño con fuerza. Aprovechando la apertura, lanzó un puñetazo directo al rostro de Mictlantecuhtli.
El impacto resonó por toda la arena. El dios retrocedió un paso, su expresión mostraba una mezcla de sorpresa y diversión.
En las gradas, los dioses observaban boquiabiertos.
—¿Pero qué ha sido eso? —exclamó Ares, incrédulo, desde su asiento junto a Zeus.
—Ese humano logró golpear a Mictlantecuhtli… y lo hizo con una velocidad impresionante —respondió Hermes, intentando comprender lo que acababa de presenciar.
Del lado humano, David no podía creer lo que veía.
—¡Increíble! ¡Alan le dio un golpe directo! —dijo con asombro. El arcángel Miguel, de pie junto al Dios Supremo, observaba con curiosidad.
—Parece que los humanos tienen una estrategia bajo la manga, ¿no lo cree?
El Dios Supremo asintió lentamente. —Sí… pero aún no logro descifrar completamente qué están haciendo. En la arena, Mictlantecuhtli recuperó la compostura. Tocó la zona donde el puño de Alan había impactado y, para sorpresa de todos, comenzó a reír.
—Jajaja… Ese golpe fue bueno, humano. No lo esperaba, y menos de alguien como tú. —Su sonrisa se ensanchó, mostrando dientes afilados—. Al parecer, me voy a divertir contigo.
El dios se lanzó hacia Alan con una velocidad que rivalizaba con la del humano. Alan levantó su hoz de luz justo a tiempo para bloquear el ataque, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder unos pasos.
Mientras los ataques continuaban, un destello brillante apareció en el dispositivo que Brunhilde llevaba consigo. La valquiria lo revisó rápidamente, y su rostro adquirió una expresión de seriedad.
—David, Karen, miren esto —dijo mientras les pasaba el dispositivo. David lo tomó y leyó en voz alta: —“Lista de participantes en el Ragnarok…”
Karen, inclinándose junto a él, observó con atención. Sus ojos se abrieron de sorpresa mientras David continuaba leyendo: Lista de Humanos:
1. Alfonso 2. Alan 3. Miguel A.Q. 4. Alisson 5. Edgar 6. Ximena 7. Karen Hernández 8. Bryan P. 9. Mauricio C. 10. Lupita (Aura) 11. Amairani 12. Fanny 13. David 14. Ian 15. Xizmel 16. Renata 17. Salvador 18. Nathalie 19. Josué
David sintió que el aire se le escapaba cuando vio su propio nombre en la lista.
—¿Yo también…? ¡Ja! era de suponerse —murmuró con una mezcla de orgullo y incredulidad.
Karen puso una mano en su hombro, tratando de tranquilizarlo.
—No estás solo, amor. Todos estaremos contigo en esto.
En el otro lado del coliseo, el arcángel Miguel también recibió la lista en un dispositivo similar y se acercó al Dios Supremo.
—Señor, aquí está la alineación completa. —Miguel extendió el dispositivo, y el Dios Supremo lo tomó con calma.
Mientras los líderes divinos observaban, el Dios Supremo leyó los nombres de los humanos y los dioses que participarían. Lista de Dioses:
Zeus, que estaba sentado a su lado, levantó una ceja.
—¿Esos son los humanos? ¿En serio planean sobrevivir con esa alineación?
El Dios Supremo no apartó la vista de la lista.
—No subestimes el poder de los mortales. Algunos nombres aquí tienen más peso del que parece. Hermes, mirando a Mictlantecuhtli en la arena, murmuró:
—¿Pero ese humano? Es fuerte, pero parece tener algo más…
El Dios Supremo asintió lentamente.
—Es el Volundr. El vínculo con su valquiria lo está fortaleciendo. Mientras tanto, en la arena, la hoz de Alan comenzó a brillar intensamente, y dos voces resonaron en su mente al unísono:
—“Alan, soy yo, Alvistra. Nuestro vínculo está completo. Usa mi poder para proteger a los tuyos.”
—“Y nosotros, los Cadejos, te otorgamos nuestro equilibrio: la luz para guiarte y la oscuridad para defenderte. Úsalo sabiamente.”
Alan sintió un calor recorrer su cuerpo mientras la energía de la valquiria se mezclaba con la fuerza de los Cadejos Blanco y Negro. Ambas energías se fusionaron en su interior, creando un aura dual que alternaba entre luz cegadora y sombras densas. Desde la hoz, Alvistra habló de nuevo, ahora con más claridad:
—“No estás solo, Alan. Lucha con todo lo que somos.”
Alan levantó la mirada, su confianza renovada.
—Mictlantecuhtli… ahora entenderás que la humanidad no está sola. Con su hoz brillando como un sol naciente y su puño envuelto en la energía de los Cadejos, Alan cargó hacia el dios, dejando a todos los presentes boquiabiertos mientras su energía iluminaba la arena.