El consejo de los dioses: "El juicio final"

10 1 0
                                    

Era una mañana tranquila para todas las almas que habitaban en este bello paraíso, conocido en la religión actual como el cielo, o el Valhalla según la mitología nórdica, Tlalocan en la mitología azteca, el Elíseo en la mitología griega, y así sucesivamente. Todos estos lugares tienen algo en común: en todos ellos conviven seres o almas humanas que ya han muerto, junto con dioses que solo observan, y sus asistentes, como ángeles, daimones, erideanos, valquirias, disir, Devas, Apsaras, shedus/lamassus, ba, Ushabits, Xians, Tennins, entre otros. Todos estos seres conviven junto con las almas humanas que aquí yacen.

El cielo se vestía de gala, ya que una cantidad considerable de dioses caprichosos se estaban reuniendo.

Todos se sentaban en unas gradas, en lo que parecía ser una especie de tribunal celestial. Habían acordado tomar una decisión que se había postergado durante mil años, y ahora todos estaban listos para decidir. Los dioses iban llegando y acomodándose en sus respectivas gradas: los dioses griegos, egipcios, aztecas, todos, absolutamente todos, estaban presentes. Esto incluía al Dios de la religión que actualmente dominaba entre los humanos. Este, al entrar, desprendía una luz tan predominante que hacía que la luz que producía Ra, el líder de los dioses egipcios, pareciera insignificante. Ni siquiera la imponencia de Zeus era suficiente para opacar la de este dios. Su mirada era segura y amenazante; ni la mirada de Odín, el dios líder de los nórdicos, podía compararse.

Este dios, además de desprender aquella luz y aura dominante, exhibía una presencia intimidante. Mientras entraba junto a su asistente, un arcángel, dos féminas se acercaban al salón donde se reunían los dioses, pues sabían perfectamente qué decisión se iba a tomar. Al entrar, el Dios Supremo se sentó en su trono, adornado con un dragón, nada menos que el Leviatán. Una vez acomodado, comenzó a hablar:

—¡Bien! Gracias a todos por venir —dijo con una voz que transmitía seguridad y autoridad—. Saben perfectamente para qué estamos aquí —su voz resonó en todo el salón.

Mientras esto sucedía, las dos féminas se detuvieron en la puerta del salón. La mayor de ellas puso su mano en la puerta y esperó.

—¿Qué haces, hermana? —preguntó alterada y nerviosa la fémina más pequeña.

—Solo esperar el momento —concluyó la mayor.

En el salón del Valhalla se respiraba un ambiente tenso, pero la decisión debía ser tomada, pues no había otra opción. Una vez todos los dioses habían llegado a sus respectivas gradas, saludaron con una reverencia al Dios Supremo y luego volvieron a su posición inicial. El Dios Supremo habló:

—¡Muy bien! Saben que estamos aquí para tomar una importante decisión —habló con voz imponente—. Esta decisión es sobre la humanidad y su comportamiento en el mundo que les hemos entregado. Al parecer, ellos no aprenden de sus errores ni de las causas naturales que les enviamos para que refinen su comportamiento. Así que les pregunto: ¿Dejamos que los humanos sigan existiendo otros mil años o concluimos su existencia? —Hizo una breve pausa—. Dioses de todo el mundo, los escucho.

El primer dios en levantar la mano fue Ra, el dios egipcio del sol. Después de que el Dios Supremo le concediera la palabra, Ra se levantó de su asiento, donde estaban más dioses egipcios. Todas las miradas se posaron en él, y sin más, habló:

—Yo solo quiero decir que debemos concluir con la existencia de los humanos, ya que los he observado por mucho tiempo y han caído en la corrupción y la perversión de todo tipo. No podemos permitir que sigan así —concluyó Ra.

En otra grada, otro dios levantó la mano para que le fuera concedida la palabra. El Dios Supremo hizo una señal para que hablara, y este era Dionisio, el dios griego conocido por su arrogancia y orgullo.

Récord Of Ragnarok: Alianza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora