¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mantener la ignorancia fue difícil, pero a los años se fue acostumbrando a aquellos murmullos y susurros hacia su persona, aprendió que defenderse no valía la pena, pero tampoco iba a ser discreto con lo que le disgustaba cuando se trataba de insultar a sus amigos.
Sus amigos eran del tipo que lo insultaba antes de decir que se le veían bien, tenían buena relación, sabía perfectamente que lo hacían de pura joda y él se las devolvía.
Rara vez escuchaba un "que lindas uñas" o parecido, que provenían mayormente de niñas pequeñas que dejaban absolutamente de lado que es un hombre, siempre se enternece cuando pedían ver sus uñas más de cerca sin miedo o asco, a veces deseaba que los adultos fueran capaces de ignorar que es un hombre con uñas lindas. Hubo casos donde incluso pudo ver a niños curiosos, pero no eran capaces de acercarse y cuando lo intentaban, el familiar no lo permitía.
Miró la hora de su celular mientras sentía las miles miradas encima suyo juzgando, simplemente agradeciendo a aquellos que ni volteaba a verle o esos que miraban pero no hacían ninguna expresión juzgadora.
Subió su cabeza al ver una figura conocida enfrente suyo, viendo al azabache que siempre portaba gafas de sol, frunció su ceño y formó una mueca.
—Llegas tarde, puto.
—Bueno, debiste decirle al puto coleto que se apure entonces.
Conter solo rodó sus ojos ante el sarcasmo del más alto. Dándose la vuelta para empezar a caminar, a Spreen se le formó una pequeña sonrisa que pasó desapercibida por Conter para después seguirle el paso.
Spreen llevó a Conter a muchos lugares: tiendas de ropa, joyas y juguetes, descansaban cada tanto para que el albino pudiera relajarse cada tanto, Conter no sabia de donde sacaba las energías Spreen para llevarlo a recorrer toda la bendita ciudad, él ya estaba cansado de todo.
El transcurso del tiempo para Conter había sido bastante lento junto a Spreen, pero al ver la hora se había sorprendido como ya se hacia bastante tarde, miró el cielo que estaba teñido de un hermoso anaranjado.
Sintió como tiraban de su ropa, miro a la pequeña niña que le daba una mirada curiosa.
—Eres linda. —dijo con su voz infantil, Conter soltó una pequeña risa.
—Soy un chico. —La pequeña parpadeo un par de veces, dándole nuevamente una mirada a Conter.
—Eres lindo, perdón. —Conter nuevamente sonrió, acariciando suavemente el cabello liso de la niña. — ¿Cómo te hiciste esas uñas? Yo también quiero.
—Tienes que dejar que tus uñas crezcan cuando seas grande y puedes ir a una chica que te haga las uñas.
Siguieron conversando un rato, Spreen solo miraba la situación con ternura, aquella sonrisa tan sincera que solo podía resplandecer con pequeños niños hacían que el corazón del azabache se alborotara cada vez que lo veía.
No fue hasta que la mamá de la niña se acercó a disculparse e irse sin problemas.
Spreen vio como Conter veía a la niña irse con su madre hasta que desapareciera, pero no fue hasta que sus miradas se encontraron que notó los ojos tan brillantes de Conter, no era nada más que la felicidad expresada en aquellos ojos zarcos como el cielo, el mundo desapareció para Spreen, a sus ojos solo existía el albino y nadie más.
Con una de sus manos apartó con delicadeza algunos mechones, ordenando el desordenado cabello albino, o al menos, esa era su excusa para poder tocarlo. Conter no quiso preguntar nada y solo se dejó llevar ante la felicidad que había en su pecho y en su corazón, después de todo se le habían juntado las cosas que amaba.
—¿Nos vamos?
—¿Tan pronto? Pensé que íbamos a ir a otro lado.
—Estás cansado ¿no? podemos volver otro día. —Spreen sonrió levemente, apartando su mano del cabello contrario.
—Uhm, creo que puedo aguantar otra horita más.
Spreen lo miró incrédulo, pero instantáneamente sonrió maliciosamente, haciendo que Conter se arrepienta de sus palabras.
—¡Solo dije una hora! —Dijo con rapidez al saber lo que pensaba el azabache.
—¡No puedes retractarte ahora!
Spreen se levantó extendiendo su mano para ayudar a Conter levantarse, el mencionado solo suspiro, tomando la mano contraria, sintiendo la calidez que transmite Spreen y levantándose.
—Ah, creo que no te lo había dicho. Las uñas de hoy se ven preciosas.
Fue una gran sorpresa escuchar aquellas palabras para Conter, después de todo, Spreen era el único que no le decía nada de sus uñas, a excepción de ahora. Su rostro se tiñó de un intenso carmesí.
—Imbécil.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No se si salió bien, pero ajá, tengo tantos cosos q tengo q desarrollar o seguir, las vacaciones no ayudan.