Silvia

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PRIMER CAPÍTULO

Aún recuerdo el día en que llegaron a casa como si fuese ayer.

La noticia vino el sábado por la mañana. Tenía costumbre de levantarme temprano los fines de semana, y vi que no estaban papá y mamá. La abuela estaba en el salón, llorando. No entendía nada. Entonces, me abrazó muy fuerte y me dijo que mis padres estaban en el hospital, porque un hermano de mi padre, el tío Guillermo, había tenido un accidente de coche con su mujer la noche anterior. Habían muerto ambos.

Me acuerdo perfectamente de que en ese momento pensé que mi prima Bárbara no vendría más a ballet conmigo. Sé que fue estúpido, porque ella seguía viva, pero simplemente era lo único que me vino a la mente en ese momento. Con los ojos llenos de lágrimas, dejé que mi abuela (la madre de mi madre) me consolara. Luego pensé en Thy y Oliver. Thylane tenía quince años y una sonrisa preciosa. Mi madre decía que podría ser modelo. El pelo le caía por la espalda como una cascada rubísima y sus ojos eran grandes y expresivos. Oliver también era rubio, pero sus ojos eran muy oscuros, como los de su madre. Era mi primo más mayor, con veintidós años, y un surfero empedernido. Era alto, moreno, viajero, deportista... 

Bárbara y yo teníamos once años por aquel entonces. Íbamos a la misma clase en el colegio y en el mismo grupo de amigas, y acudíamos a la misma academia de baile. Siempre había admirado la belleza de Barbie. Era castaña clara y sus ojos eran de un azul precioso.

El tío Guillermo era dos años menor que papá, y era muy apuesto; rubio, con ojos azules y la misma sonrisa que Thy. Era juez y le encantaba su trabajo. Siempre estaba gastando bromas. Su mujer, la tía Jacqueline, era morena y muy guapa. Originaria de Francia, sus ojos brillaban cuando hablaba de París, donde se habían conocido su marido y ella.

Eran una familia perfecta. Luego ocurrió el accidente.

Sobre las diez, la abuela decidió despertar a mis hermanos mayores. Carlos tenía dieciocho años, y Alex dieciséis. Carlos al principio no se lo creía, luego hubo un momento de confusión y después  tuve que llorar otra vez. Entonces todo fueron lágrimas.

Mamá llamó a la una y media para hablar con la abuela y ponerle al día. Le dijo que los hermanos de Jacqueline habían venido desde París y que estaban los tres hermanos de papá también. Hablaron de la custodia, del funeral y de la herencia. También contó que Oliver, Barbie y Thylane  estaban destrozados. Esa noche vendrían a nuestra casa, y cuanto antes empezarían con el tema de la custodia para que se viniesen a vivir. Lo habían decidido todos juntos teniendo en cuenta:

a) A pesar de que el francés era la lengua materna de mis primos, no se iban a ir a Francia.

b) El tío Javier, la tía María y la tía Alicia vivían en Madrid, en las afueras de la ciudad, y en Barcelona, respectivamente.

c) El tío Guillermo y su familia habían vivido hasta ahora en pleno centro de Valencia, como nosotros.

Carlos abrió sus ojos verdes sorprendido cuando la abuela nos lo contó.

-¿Cabremos todos?- preguntó.

-Bárbara y Silvia compartirán cuarto, como tú y Oliver, y Thylane dormirá en el cuarto de invitados.

 Alex y Thy se llevaban muy bien, y el donde ella dormiría estaba justo en frente de la habitación de mi hermano. Imaginé todo lo que podríamos hacer Barbie y yo si vivíamos juntas de entonces en adelante; fiestas pijama, hablar hasta dormirnos, decorar el cuarto... A ella le gustaba la boyband de moda de ese momento, le dejaría poner pósters por la pared. Veríamos pelis en el ordenador a escondidas, comeríamos chuches...

-Tened en cuenta que están pasando momentos muy difíciles, y que seguramente no estén de humor para nada.

Volví a la realidad. Bárbara no venía a pasar una temporada a casa, venía para siempre, porque sus padres estaban muertos. Y entonces volví a llorar.

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 SEGUNDO CAPÍTULO

No salimos en todo el día de casa. Puse la tele, pero nadie estaba de humor y se quedó sola, como una amiga de mi abuela que siempre hablaba consigo misma. No fue hasta que yo ya había cenado y estaba planteándome la posibilidad de irme a la cama, cuando llegaron. 

Oímos el ruido de las llaves en la puerta. La abuela se levantó de un salto y todos miramos hacia la entrada. Papá pasó primero, con Bárbara durmiendo en sus brazos; nunca había pesado mucho. Mamá, detrás de él, llevaba una pequeña maleta rosa chicle con una "B" en ella. Entonces entraron Oliver y Thy, con cara de no poder más. Thylane seguía llorando, y su hermano tenía los ojos rojos. Llevaban cada uno su maleta y una mochila.  

Nos quedamos así, todos quietos y mirándonos, durante uno o dos minutos. De pronto, Carlos se levantó y estrechó a Oliver y Thy en un abrazo. Ahí reaccionamos todos, y fui a abrazar a papá. No le había visto llorar nunca.

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La mañana siguiente fue extraña. La abuela ya se había ido a su casa, y mamá estuvo hasta pasado el mediodía respondiendo llamadas. Mis hermanos seguían durmiendo, y mis primos más de lo mismo. Estaba aburrida, mirando por el ventanal del salón, cuando decidí hacerles una pulsera a mis primas. Y también a Oliver. Y, porqué no, a mi padre.

Entré en mi cuarto decidida pero silenciosa; no quería despertar a Bárbara. Caminé de puntillas, pasé junto a su cama y... Y me di cuenta de que tenía los ojos abiertos y me miraba. 

-Hola- dije. Ella no respondió. Continuó observándome, y me siguió con la mirada cuando me agaché para coger la caja de madera con las cuentas y los hilos de colores debajo de mi cama. Quise decirle que lo sentía, que no se iba a quedar sola, que yo seguía siendo su prima, mejor amiga y hasta hermana. Quise decirle tantas cosas... Pero no sabía como-. Voy a hacerte una pulsera.

Barbie asintió. "Bueno, algo es algo", pensé. 

Y me senté en un cojín grande y blando, junto a la cabecera de su cama. Y ella siguió mirándome, en silencio.

Cuando volvimos a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora