Guillermo era mi hermano menor. Éramos los más pequeños de la familia, y nos llevábamos bastante con los demás. Es decir, María tenía catorce años cuando Guille nació; Alicia, doce y Javier, nueve. Él era mi compañero de travesuras, mi mejor amigo en casa y en quien confiaba cuando necesitaba un consejo. Javier imponía, María mimaba y Alicia molestaba. Sin embargo, siempre pronunciaban nuestros nombres juntos; Pablo y Guille, Guille y Pablo...
En la madurez, nuestra relación no cambió; Carlos era su ahijado, su esposa era la madrina de Alex, y Silvia estaba apadrinada por su hijo mayor, Oliver. Del mismo modo, yo era el padrino de Oliver y Thy. Matriculamos a nuestros hijos a los mismos colegios, los cumpleaños los celebraban juntos... Guillermo y yo éramos inseparables.
Lo iba a echar de menos. Y cómo lo hice.
Oliver era el orgullo de mi hermano. Era tal y como él se había imaginado que alguna vez sería su primogénito en el caso de que fuese varón. Guillermo tenía esa vena poética con la que describía a la gente con pocas comparaciones; así, según sus palabras, Oliver era como una película de acción trepidante. Thylane, su debilidad, tomaba la forma de una canción de esas que no te puedes sacar de la cabeza, algo de los Rolling Stones probablemente; y Bárbara era un poema escueto y suave. De Jacqueline recuerdo que decía que era como una revista; sabía de moda, deportes, música, literatura, cine...
Solía pensar que Guille era un ejemplo de cómo se puede enamorarse de muchas y tan distintas personas. Porque, verdaderamente, él estaba enamorado de todo el mundo, era un romántico, era un enamorado de la vida. Irónicamente, fue él quien antes murió de los dos.
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Thy llevaba un tiempo estando muy rara. Casi no se reía, y solía quedarse mirando el infinito empanada.
-Chicos, ¿y si vamos al bioparc mañana por la tarde?- propuse un jueves a la hora de la cena. Silvia sonrió y asintió frenética, aún con la boca llena. Sus ojos estaban abiertos y erradiaba ilusión. Sofi levantó la mirada de su plato de berenjenas y no hizo ni un ruido. Carlos, Alex y Thylane estaban viendo la tele, y cuando me oyeron se giraron y Alex sonrió.
Silvia mi esposa sonrió y dijo:
-Qué buena idea, cariño. Podríamos ir en bici, y comer ahí. ¿Qué os parece?
Carlos bajó la mirada a su móvil, mientras asentía. Silvia exclamó un "¡síii!" ensordecedor; sus primas se limitaron a asentir, Thy con una media sonrisa.
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Cuando volvimos a sonreír
Teen FictionSilvia tiene once años cuando sus tíos, Guillermo y Jacqueline, mueren. Oliver, Thylane y Bárbara, los tres hijos de éstos, se mudan a casa de Silvia, sus padres y sus dos hermanos mayores, Alex y Carlos. Óscar, el mejor amigo de Carlos, intenta ayu...