Hoy, por el día de San Valentín, haremos un pequeño intercambio en el palacio Glaro para quienes quieran participar.
-Emperatriz, adivine a quién fue la primera persona a la que el emperador le regaló algo -dijo Laura.
-¿De verdad piensa darle un regalo? -preguntó la condesa Eliza.
-Lamentablemente, sí. ¿Qué pensaría el imperio si la emperatriz no le da nada al emperador? -dije.
Aunque me moleste, debo mantener una buena imagen ante el pueblo.
De repente, Reina entró por el balcón.
-¡Reina! -dije alegre.
-¡Majestad, un regalo! -dijo Laura emocionada.
-Ven, Laura, dejemos a la emperatriz sola -dijo la condesa Eliza.
-Pero... -intentó quejarse Laura.
-Nada de peros -insistió la condesa Eliza.
Ambas salieron de la habitación.
El regalo, atado a la pata de Reina, consistía en unas hermosas rosas rojas y dos elegantes collares.
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"Mi Reina, feliz día de San Valentín. No solo quiero darle algo material, sino que me preguntaba si tiene tiempo, porque planeo un picnic en un lugar hermoso."
Demonios, nadie jamás había sido tan cariñoso conmigo. ¡Ay, Navier, te envidio! Bueno, ahora yo soy Navier, pero aun así...
Tomé papel y respondí:
"¡Claro! Me encantaría."
Más tarde
Estábamos juntos junto al lago, y todo se veía perfecto.
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