1 Sonrojándose

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Una luz que estaba sobre la puerta del consultorio se encendió de pronto y algunas de las personas que estaban en la sala de espera levantaron la vista con expectativa.
-Señora Harper -llamó la enfermera desde la recepción-. Adelante.
Una mujer rubia que estaba sentada a nuestro lado se puso de pie y se dirigió al consultorio.
-Salgamos de aquí, Lucy -pidió Nesta-. Creí que estabas bromeando.
-Sí. Me parece un poco drástico -concordo TJ, mirando al rededor con nerviosismo-. Donar sangre no es mi idea de cómo pasar una mañana de sábado divertida.
-Lo sé, pero escuchen: una situación drástica exige medidas drásticas -repuse-. Y no les estoy pidiendo que lo hagan. Me parece una buena idea, al margen de mi problema, y por eso sugerí que vinieramos.Podría salvar una vida.
Izzie señaló un cartel que había en la pared.
-Sí -dijo-, es una manera de devolver algo a la comunidad. Ahí dice que apenas el seis por ciento de la gente dona sangre.
Nesta unió las manos en gesto de súplica.
-Santa Lucy y Santa Izzie, dispuestas a salvar el mundo. No cuenten conmigo. ¿No podemos poner un billete en la urna de donaciones, en vez de hacer esto?
Estábamos sentadas en la sala de espera de la clínica de donaciones de sangre. Yo había visto el cartel en la estación del metro la tarde anterior, mientras volvía de la escuela, y había llevado a mis amigas allí por la mañana. Salvé una vida, done sangre, decía el cartel. Salva mi vida, pensé de pronto. Aquello podía ser la respuesta a la maldición que me persigue dondequiera que vaya. El rubor.Quizá la solución era donar sangre. Con medio litro menos, me sonrojaria menos. Cuando se lo conté a las chicas, pensaron que estaba totalmente loca y rieron a más no poder. Supongo que sí era una locura creer que así resolvería mi problema, pero me puse a pensar que aunque fuese una idea tonta, donar sangre puede salvar una vida (como decía el cartel), de modo que no solo no haría ningún daño sino que estaría haciendo una buena acción.
-Además, no creo que ruborizarse sea un problema -opinó TJ-. Me parece simpático que te ruborices.
No me digas, pensé. Pues no es así. Me hace ver como una criatura y me da mucha vergüenza. Me ruborizo con mucha facilidad por las cosas más insólitas. Por ejemplo, si alguien dice cualquier palabra con una ligerisima connotación sexual, me pongo púrpura.  Como el miércoles pasado en la clase de biología; estabamos estudiando la conducta reproductiva de las ranas. ¡Las ranas! ¿Acaso hay algo menos sexy? Pero en el transcurso de la clase, nuestra profesora, la señora Aspinall, dijo "órganos reproductores" y ¡zas!, y me puse escarlata. Lo odio. No es que sea una mojigata ni que de verdad me dé vergüenza, pero alguna parte de mí que no logra controlar decidió que, si escucho una palabra sexual o estoy hablando con un chico que me gusta, la sangre fluya a mi cara. Es extraño: si estoy en la oscuridad y nadie me está mirando, no pasa nada. Puedo oír o mirar cualquier cosa, hasta lo más grosero y asqueroso, y sé que no voy a ruborizarme, pero si hay luz o si me están mirando, me sonrojo por cualquier cosa. Por supuesto, mi hermano Lal está bien enterado de eso y busca cualquier excusa para hacerme ruborizar. Anoche, por ejemplo, dijo: "Vello púbico", se volvió hacia mí y se quedó esperando con una enorme sonrisa tonta. Le habría dado un puñetazo. Claro que me sonroje inmediatamente. ¡Qué imbécil! No puedo dominarlo. El vello púbico no me da vergüenza. Todo el mundo lo tiene. Pero basta que digan las palabras y me miren a los ojos para que me ponga así. Rosa, roja, escarlata. Estúpida, estúpida, estúpida.
-El que sigue -llamó la enfermera en la recepción.
Me puse de pie y me dirigí hacia ella.
-¿Nombre? -preguntó.
-Lucy Lovering
-¿Edad?
-Catorce. Cumpliré quince en mayo.
La enfermera me espio por encima de sus anteojos.
-No tienes edad suficiente -dijo, y miró más allá de mí, hacía la fila de gente que esperaba-. El que sigue.
No tengo la edad suficiente. Es lo mismo de siempre, pensé, mientras volvía a reunirme con las demás. Nesta, Izzie y TJ. Mis amigas. Mis amigas, que tienen la misma edad pero aparentan dieciocho, mientras que yo parezco recién salida de la escuela primaria. Nesta y TJ miden un metro setenta y tres, e Izzie acaba de dar un estirón y es la más alta de todas, con un metro setenta y seis. Yo también tuve mi propio estirón, con el cual alcancé la gran estatura de un metro cincuenta y dos. Qué bueno, ¿no? No. Me trae muchísimos problemas, como cuando queremos ir a ver una película para adultos. Todas entran sin que les pregunten nada en la boleteria, pero cuando me ven a mí, no me dejan pasar.
La última vez que lo intentamos, Izzie estaba delante de mi en la fila. "Tu hermanita no puede entrar", le dijo la vendedora, y todo el mundo se dio vuelta para mirarme. Quise morirme y, como siempre, me puse muy roja. Pues bien, mis amigas aparentarán más edad, serán más altas, podrán llevarme venraja en muchas cosas, pero hay un aspecto muy importante en el que quizá llegue a adelantármeles.

Consejos para disimular el rubor
Ponte maquillaje pálido, aunque esto también puede hacerte parecer enferma. Nesta
Sal solamente cuando esté oscuro (un poco limitante, pero es una opción). Lucy
Aquello a lo que te resistes, persiste; entonces, si te dejas de luchar contra ello y hasta anuncias cuando va a ocurrir ("Voy a ponerme roja") probablemente se te vaya. Izzie
Esteee... Ponte lápiz labial muy rojo, así, cuando te sonrojes, estarás al tono con tus labios. De acuerdo, no es mi mejor idea. No sé. Me resulta simpático cuando la gente se ruboriza. TJ
P.D.: Donar sangre no va a servirte de nada. Dra. Watts (la mamá de TJ)

Vacaciones de Película- Cathy HopkinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora