Nuestra primera escala fue una farmacia de East Finchley para comprar quitaesmaltes para Izzie.
-Ahora, hablando en serio -dijo TJ, mientras caminábamos por la calle principal-, tienes que pensar en la anticoncepción. No puedes esperar que el chico asuma toda la responsabilidad.
-Supongo que no -respondí. Aún sentía que las chicas habían aplacado mucho mi entusiasmo. Una parte de mi entendía que tenían razón: no lo había pensado tan bien, pero por otro lado sentía que ellas no querían que fuese la primera en hacer algo, por una vez-. No estaría de más mirar que venden en la farmacia -agregué-. Como tú dijiste, hay que estar preparada, y no puedo comprarlos por Internet.
-De acuerdo -dijo Izzie-. ¿Adónde quieres ir? Los vendedores de la farmacia Cootes son muy atentos. Seguro que podrán ayudarte.
-Ni lo sueñes -contesté-. Mi mamá suele ir allí. Ya la imagino entrando a comprar champú o algo así y a ellos contándole que su querida hija virginal estuvo mirando condones.
-Hay muchas otras farmacias -dijo TJ-. Hay una justo al final de esta calle. No suele haber mucha gente y no queremos que nadie nos vea examinando la mercadería.
Caminamos hasta la última hileta de comercios y nos quedamos frente a la farmacia, simulando mirar los productos en la vidriera, hasta que Izzie señaló que todas estábamos observando una promoción de una pomada para las hemorroides.
-Hummm. Nada fascinante -dijo.
-Nesta, por favor, ¿puedes ir a mirar por mí? -le pedí-. Apenas me vea, el farmacéutico va a decirme el consabido "no tienes edad suficiente".
-Pero si no vas a comprar nada -comentó Izzie.
-Aún así -respondí-, no soporto la idea de volver a oír esa frase, y tu pareces la mayor de todas.
-Claro, iré a ver por ti -dijo Nesta-. Simularé que soy un personaje de una película y que estoy a punto de viajar con mi amante a pasar un fin de semana romántico en París.
-Lo que quieras -dije. Estaba acostumbrada a que Nesta actuara escenas de películas en su cabeza. Quiere ser actriz cuando termine la escuela, y está convencida de que todo momento es propicio para practicar-. Las demás podemos entrar contigo y mirar el maquillaje o algo así.
Entramos a la farmacia y, mientras la vendedora atendía a un cliente, recorrimos minuciosamente los exhibidores. -Allá -dijo Izzie al cabo de unos minutos-, a la izquierda de la caja.
Esperamos hasta q salió el cliente y la farmacia quedó vacía; luego Nesta se irguió lo más que pudo y se dirigió a la caja. Miro los condones que había y luego vino hasta donde estábamos, del otro lado del local.
-Tienen de todo tipo: superfinos, extralubricados, extraseguros, texturados, lisos...
Hice una mueca.
-Suenan horribles. Parecen pantimedias de vieja.
-Vienen en paquetes de tres o doce.
Sentí que empezaba a ruborizarme.
-¿Doce? Por favor. ¿Cuanto costarán? Digo, el paquete de tres. Probablemente tienen puesto el precio, o puedes preguntarle a la vendedora.
-De acuerdo -dijo Nesta, y volvió al mostrador. Estaba a punto de tomar un paquete cuando sonó la campanilla de la puerta, indicando que había entrado otro cliente. La cara de Nesta cambió de repente. Quedó boquiabierta al ver quién era y retiro rápidamente la mano de los condones. En el fondo de la farmacia, Izzie, TJ y yo nos escondimos a toda prisa detrás de un enorme muestrario de anteojos.
-¡Señora Allen! -exclamó Nesta, con una enorme sonrisa falsa-. Qué agradable sorpresa. Esteee... sí, ¿mentol o blanqueador? Siempre es tan difícil decidir, ¿no?
Tomó un tubo de pasta dental y lo sostuvo frente a la cara de nuestra directora. La señora Allen la miró, intrigada.
-Sí, Nesta, supongo que sí -respondió, al tiempo que agarraba un paquete de aspirinas-. Mientras tú analizas los pros y los contras de la pasta dental, ¿te importa si me adelanto? Estoy un poco apurada.
-Ay, no. Digo, sí, por favor, pase usted primero -balbuceó Nesta, perdiendo la compostura por un instante y echando un vistazo hacía nosotras-. Tengo otras cosas que comprar.
Volvió de prisa a nuestro lado de la farmacia y pareció confundida al no vernos.
La señora Allen pagó su compra y se encaminó a la puerta.
-Detrás del mostrador de los anteojos -dijo, sin dejar de mirar al frente.
-¿Qué? ¿Quién? -pregunto Nesta, esforzándose por poner su mejor cara inocente.
-Tus amigas -respondió la señora Allen-. Lucy Lovering, Izzie Foster y Theresa Wats. No sé por qué, pero están acurrucadas detrás de los anteojos.
Nesta se dio vuelta y miró hacía el exhibidor. Izzie, que se había puesto unas gafas de sol grandes y negras, asomó la cabeza y saludo con un gesto desganado a la señora Allen mientras está salía de la farmacia.
-Juro que ni siquiera miró hacía acá -dijo Izzie cuando Nesta se acercó deprisa-. Debe de ser un requisito para el empleo de directora. Tener ojos en la nuca.
Nesta se acercó al escaparate y miró hacía la calle.
-Entró en la peluquería -dijo-. No hay moros en la costa.
-¿Buscaban algo, chicas? -nos preguntó la vendedora, que ya empezó a mirarnos con suspicacia.
-Eh... sí. Solo queríamos unas almohadillas para quitar el maquillaje -respondió Nesta.
Estaba a punto de volver al mostrador cuando, una vez más, sonó la campañilla de la puerta y entró otro cliente.
-Hoy no es nuestro día, ¿verdad? - dijo Izzie, cuando todas nos escondimos nuevamente detrás del exhibidor de anteojos.
-No -respondí, y luego señalé las gafas que había allí-. No queremos que nos vean mal.
TJ lanzó una risita que me tentó, y luego a Izzie.
-Cálmense, chicas -nos hizo callar Nesta.
-¿Quién es? -le pregunté-. ¿Puedes ver quién entró? Mejor fíjate que no sea la señora Allen, que volvió a buscar gotitas para su par extra de ojos o algo así.
Nesta asomó la cabeza por el costado del exhibidor.
-Dios mio, agáchense -dijo-. Es Candice Carter.
-Ay, no -rezongué. Candise va al mismo curso que nosotras, pero es una de las más chismosas de toda la escuela. Cualquier cosa que le cuenten se desparrama como la gripe asiática.
-Probablemente vino a buscar más de esa tintura que se pone en el pelo -sugirió Izzie. Candise siempre estaba haciendo experimentos con el color de su cabello. Últimamente lo tenía de un brillante tono frambuesa.
-No. No, no lo creo, porque los productos para el pelo están en la entrada -respondió Nesta-. Está... ah, parece que está comprando condones. Se la ve muy nerviosa. Está mirando alrededor para vigilar que nadie la vea.
Todas nos quedamos muy quietas mientras Nesta trataba de ver lo q pasaba.
-Dios mío -dijo, al cabo de un rato-. Nunca van a adivinar lo que compró.
-¿Qué compró? -pregunté, cuando al fin volvió a sonar lq campanilla indicando que Candise había salido.
-¡Una prueba de embarazo! -respondió Nesta.
- Estás bromeando -dijo Izzie-. ¿Candice?
-Dios mío -dije-. ¿Será que lo está? Embarazada, digo. Hace meses que sale con Elliot, un chico de la escuela Wood Green. ¿Habrán tenido relaciones?
-Yo diría que es seguro que sí, por lo que acabo de ver -comentó Nesta.
Nos quemanos un momento mirándonos en silencio.
-Chicas -nos dijo la vendedora, que apareció de pronto por el costado del exhibidor-, ¿se han decidido ya? ¿Quieren comprar algo o no? Nesta me miró y levantó una ceja.
-¿Lucy?
-Sí -respondí-. Esteee... ¿venden cinturones de castidad?Se necesita directora.
Requisito: poseer dos pares de ojos.
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Vacaciones de Película- Cathy Hopkins
Teen FictionUn viaje escolar a Florencia parece la escapada perfecta para Lucy. Quiere pasar un tiempo lejos de Tony, que está presionándola para "avanzar" en su relación. En Italia, conoce a un chico estadounidense que también está de visita, y que podría ser...