Capítulo 2

626 44 3
                                    

Narra Catherine:

La cabaña es cómoda, no es la gran cosa pero es lo suficientemente bonita como para vivir. La verdad es que no hay nada interesante que hacer, no tengo nada que desempacar ni nada que limpiar, ya que parece que la señora Clearwater se tomó la molestia de hacerlo.

La cabaña cuenta con dos pequeñas habitaciones, la principal con baño, hay una cocina y una pequeña sala. La cabaña huele a madera y a guardado, por lo que abro las ventanas para que el aire circule un poco. Mi estómago ruje debido al hambre, como no hay comida, tomo una barrita de proteínas de mi mochila y la como distraídamente mientras observo lo que hace falta en mis reservas.

Saco la escasa ropa de mi mochila y me dedico a lavarla a mano. Mi guardarropa consiste en dos leggins negros, un par de shorts de mezclilla, cuatro camisas completamente negras y una negra más grande con el logo de los Rolling Stones (era de mi papá), unos cuantos calzones, brasieres deportivos y calcetines; finalmente había otra prenda que siempre cargaba pero jamás me había puesto: un vestido sencillo de seda largo color blanco. Era el vestido de novia de mi mamá y me lo había dado cuando me encontró tratando de ponérmelo.

Sonrío con nostalgia. Dejo colgadas las prendas que lavé sin contar las que traigo puestas, unos shorts desgastados y una camisa negra. Cuando termino de lavar, saco lo demás de mi mochila: un viejo diario, una vieja copia de unas recopilaciones del autor Oscar Wilde, mi mini laptop, los cargadores, una bolsa repleta de utensilios femeninos, muchas barras de proteína, una daga (quizás de las cosas más importantes que poseo) y otras cuantas cosas.

Suspiro y miro hacia fuera a través de una ventana. Camino hasta el baño, me enjuago la cara y me ato el pelo en una coleta alta. Cuando levanto la vista y me topo con mi reflejo aparto la vista rápidamente, duele mirarme. Mi papá decía que soy la viva imagen de mi mamá, y es cierto, ambas compartíamos el color negro profundo del cabello, la piel blanca y la mayoría de las facciones de la cara: los pómulos altos, los labios en forma de corazón, la barbilla fina y las cejas ligeramente enarcadas. Lo único en lo que me parezco a mi papá es en los ojos, unos ojos verde demasiado intenso. En cuanto a mi cuerpo es bastante atlético, mis papás siempre me mantuvieron ejercitándome, desde correr hasta hacer muay thai, y por genética soy bastante ágil.

Suelto un suspiro y camino hacia la salida tomando las llaves, mi reproductor junto con los audífonos y un poco de dinero. Antes de salir me quito los tenis y las calcetas, afuera la temperatura es baja pero soportable. Cuando comienzo a caminar descalza dejo que la sensación de libertad me llene, pero no dejo de estar pendiente a lo que me rodea. Poco después comienzo a escuchar las olas del mar chocar contra las rocas, muy a mi pesar sonrío un poco.

Un tiempo después llego a la playa, está casi desierta a excepción de unos cuantos turistas, dejo que mis pies se hundan en la arena. Me detengo hasta que siento el agua chocar contra mis tobillos, escaneo el lugar hasta que mis ojos se detienen en un acantilado, sin pensar dos veces mis pies comienzan a llevarme hasta allá. Tardo unos cuantos minutos en llegar hasta arriba, me detengo justo en el borde, meto mis manos en los bolsillos observando hacia abajo. Me gustan las alturas, hacen que me sienta segura.

Casi puedo escuchar la voz de mi mamá gritar "Catherine Price, no des ni un paso más o estarás en problemas jovencita" yo simplemente me reiría mientras que mi papá se acercaría a ella y le diría con orgullo "Déjala Ariana, está en nuestra naturaleza que nos gusten las alturas".

Cierro los ojos con fuerza tratando de que las lágrimas no salgan de mis ojos.

—Los extraño mucho, me hacen tanta falta –le susurro al viento.

Estaba tan distraída en mis recuerdos que no me di cuenta de que alguien se acercaba. Cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde, oigo varias pisadas tras de mí. Vienen riendo de algo hasta que se detienen, supongo que me miraron, pero sigo de espaldas, con todo mi cuerpo listo para atacar si es necesario.

— ¡Hey! ¡Amanda! –grita alguien, me doy vuelta y siento el alivio recorrer mi cuerpo cuando me doy cuenta de que es Seth. Le doy un saludo con la mano. Detrás de él están otros dos muchachos. Decido que lo más prudente es salir pitando de ahí. Pero antes de que dé la vuelta Seth aparece a mi lado trotando.

—Hola Amanda –me dice.

—Hola Seth –contesto.

— ¿Has salido a pasear? ¿Te ha gustado el lugar? ¿Y la cabaña? –pregunta todo de corrido.

—Sí, he salido a pasear, es agradable, y la cabaña es muy linda –respondo, él me sonríe aunque se nota algo tenso-. Bueno, me tengo que ir, un gusto verte Seth.

—Espera –dice cuando comienzo a caminar-. ¿No quieres venir conmigo y mis amigos? Vamos a la casa de otro amigo.

—Muchas gracias Seth, quizás luego: vengo desecha, he viajado mucho hoy –respondo, no es del todo falso. De reojo veo como sus dos amigos se van acercando.

—Si te sientes más descansada luego, hoy por la noche haremos una fogata aquí en la playa, por si gustas venir –me ofrece. Lo observo durante unos segundo, realmente se ve agradable, pero esconde algo, y hasta que lo averigüe no estaré tranquila.

—Quizás lo haga –respondo-. Me tengo que ir.

Me doy vuelta y camino con paso firme hacia la bajada. De reojo puedo ver cómo sus dos amigos llegaron hasta él. Comienzan a caminar y es entonces que me doy cuenta de que a pesar de que se ven pesados casi no hacen ruido al caminar.

Camino más rápido hasta comenzar a trotar y no bajo el ritmo hasta llegar a la cabaña.

Necesito saber que pasa aquí.

En la mira del destino (Embry Call)++actualizaciones lentas++Donde viven las historias. Descúbrelo ahora