Capítulo 4

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Después de pensármelo varias veces, compartí con ellos la historia de mi abuela. La razón por la cuál una de las mejores mujeres del mundo podría morir en cualquier momento:

— A los pocos meses de nacer, se dieron cuenta de que los pulmones de Lidia rechazaban totalmente la obligación de ser pulmones. Es decir, le fallaban todo el tiempo.

—¿Cómo qu...?

—Deja que termine, Paula. — la interrumpí.—El caso es que hace 80 años, no teníamos tanta tecnología ni tantos medios como ahora. Pero aún así, dado la extremada necesidad, la operaron, con pocos meses de vida.

—¿Trasplante de ambos pulmones?- preguntó Andrés.

—Sí y no. Veréis, durante el trasplante, surgieron varias urgencias ajenas a Lidia y varios fallos con respecto a la misma, por lo tanto no lo llevó a cabo una sola persona y al intervenir una segunda todo se tornó a negro.

Andrés me escuchaba atentamente, pero la cara de horror de Paula hacía que me plantease si continuar o no.

Le pregunté en silencio, y básicamente nos comunicamos durante varios minutos a través de miradas y ceños fruncidos. Hasta que asintió con la cabeza, dándome la aprobación para continuar.

—Como ya os he dicho, aquellos tiempos no eran ni parecidos a estos, y normalmente las operaciones, trasplantes y esas cosas eran "íntimos". Es decir, toda la operación la hacía la misma persona. Pero el caso de mi abuela fue diferente.
Cuando el trasplante casi estaba terminado, hubo una urgencia y la enfermera tuvo que acudir, por lo que otro médico la sustituyó.

«Este, no entendió bien las indicaciones de la enfermera, que sólo le había dado tiempo a trasplantarle un pulmón sano, lo que entendió fue que ya tenía ambos pulmones sanos colocados, así que cerró y cosió la herida.

—Es decir...-comenzó Paula— ¿Tu abuela sólo tiene un pulmón...?

—¿Y nadie lo había notado?—Terminó él.

—Exacto, lleva toda su pobre vida con un sólo pulmón, como nunca antes le había fallado no se dieron cuenta, ni ella, ni nadie.

—¿Y por qué le ha fallado?— preguntó uno de ellos.

—Por la edad, supongo.
El caso es, que ahora nadie quiere operar a Lidia.

—¿Por miedo a perderla en quirófano?— Preguntó Paula horrorizada.

—No. Bueno sí, ese es uno de los motivos.
El otro es, que un caso tan extraño, se haría notar mucho, y por mucha discreción con la que actuemos, se correrá la voz y todo el mundo se enterará y tanto el hospital, como la provincia, el país en general tendrá una pésima fama.

—¿Todo el mundo prefiere que la buena de Lidia se quede sin respiración, y por lo tanto, sin vida, a que su país tenga mala fama? ¿EN SERIO?— Explotó Andrés.

—El mundo es tan egoísta como injusto— dijo Paula tan sorprendida y fuera de sí que a penas podía hablar.

—¿Y qué piensas hacer? Porque esto no puede quedarse así— dijeron ellos, terminando la frase entre los dos.

—¿Os acordáis de aquel famosísimo doctor Marcus Walter Aldridge?

—No, ni idea.— respondió Andrés.

—Sí, yo sí. Marcus Walter, el doctor multimillonario que estaba especializado en todo lo que tenía que ver con la medicina.

—Ah ya, pero algo pasó con el, aunque no recuerdo qué.

—Se fue a algún lugar del mundo, harto de tanta fama y de que todo el mundo lo buscase por su dinero y no le dijo nada a nadie acerca del lugar a dónde se dirigía.

—Sí, eso está muy bien, es muy posible que pueda salvar a tu abuela, pero nadie sabe donde está. —Me dijo Andrés.

Ellos siguieron discutiendo sobre el lugar donde podría encontrarse Marcus Walter, y de como comunicarnos con él.

Tras dos minutos ya sabía lo que haría, así que lo dije.

—Voy a ir a buscarlo. Tanto si continúa en Europa como si tengo que buscarlo por todo el mundo durante meses. Voy a buscarlo. Y voy a encontrarlo.

Llámame como quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora