Capítulo 6

193 17 3
                                    

A las cinco de la mañana mis nervios decidieron por mi que ya no iba a dormir más.

No sabía que hacer puesto que todo lo preparé el día anterior y no había quedado con Paula hasta las once y media.

Fui a la cocina y ya que estaba allí volví a mi habitación porque ni siquiera sabía a qué había ido.

La cocina y mi habitación estaban literalmente en las puntas opuestas de la casa de mis padres, así que tuve que atravesar el salón.

Sara estaba allí con la televisión encendida, a primera vista me dio la impresión de que estaba dormida, y fui a apagarla. Entonces, como si nada, me saludó, pero no tan contenta como siempre.

—Hola, Raúl.

—Pero, ¿qué haces despierta a esta hora? ¿Te da miedo algo? ¿una pesadilla?

—No, pero no quiero que te vayas.

—Sara, cariño— se me quebró la voz nada más empezar la frase—, tengo que ir, ¿no quieres que abuela se ponga bien?

—Sí, pero ese hombre está muy lejos y es muy famoso y...— Dejó la frase sin terminar.

—Por eso voy a buscarlo, es tan famoso por su buen trabajo, curará a abuela, ya verás. Ahora venga, a tu cuarto, tienes que dormir.

La acompañé hasta su habitación, le di un beso y las buenas noches, pero antes de que me fuera me volvió a llamar, pero esta vez tenía lágrimas en los ojos.

—Claro que quiero que abuela se ponga bien- me dijo —, pero no quiero que te pase nada y para encontrar a ese médico hay que ir a muchos sitios y muy lejos, ¿Y si tienes miedo? ¿Y si te pasa algo? Te voy a echar de menos.

—No me pasará nada, tranquila, yo también voy a echarte de menos, te llamaré cuando quieras pero ahora duérmete.

Cuando Sara se quedó dormida, volví a mi habitación, y después de dar muchas vueltas en la cama conseguí dormirme al fin.

Sonó mi despertador a las diez menos cuarto, me duché y me vestí.
Tardé casi una hora, nunca había tardado tanto pero no llegue a dormir lo suficiente la noche anterior.

Para cuando quise ir a la cocina ya estaban allí mis padres y, aunque faltaba media hora y habíamos quedado en la puerta del colegio infantil, Paula ya estaba en mi casa.

Me sentí raro porque todo el mundo me miraba y sonreía demasiado.

—Buenos días a todos— dije.

Y cada uno me respondió de una forma; Mi padre me hizo uno de sus famosos zumos naturales, me dio dos palmadas en la espalda y me dijo:

—Es una locura lo que estás apunto de hacer, y te admiro y admiraré mucho por eso, pero ten presente tu vida. Es muy bonito que la arriesgues para intentar dar con ese doctor y así, con la cura de mi madre, pero no goces de la suerte cuando te venga, ten cuidado siempre, recuerda que si vas y lo encuentras tendremos dos vidas, si vas y no lo encuentras tendremos una, pero si vas y por arriesgarte demasiado no vuelves no tendremos ninguna de vuestras vidas.

Mi padre siempre había sido muy metafórico, y a la hora de decir algo con lo que realmente se emocionaba, en realidad no utilizaba metáforas, se las inventaba y aunque un innumerable número de personas no lo entendiese, y lo mirasen mal, yo lo entendí y sé que me dijo que me cuidara y que me quería, pero sobretodo que tuviese cuidado.

Mi madre apenas habló y todos sabíamos por qué. Tenía los ojos tan vidriosos que si se le pasase por la cabeza el simple hecho de pronunciar alguna palabra, rompería a llorar, como una niña pequeña. Así que me dio un abrazo demasiado descompensado, era descompensado porque no fue un abrazo ni fuerte y corto, ni largo y con una fuerza normal, fue totalmente descompensado, me abrazó tan fuerte y tanto tiempo que se me entumecieron las piernas. Luego me dio un par de besos y se marchó con mi padre.

Llámame como quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora