Era de noche y no me acuerdo de cómo llegué hasta allí. Estaba en mitad del mar intentando llegar a la superficie sin éxito. Mis pulmones estaban casi vacíos, mi corazón latía cada vez más deprisa. Necesitaba oxígeno. Movía mis piernas y brazos intentando llegar a la superficie, pero cuanto más lo intentaba más me hundía. Estaba cansada, no me quedaban ya fuerzas ni oxígeno en el cuerpo. Dejé de moverme y me hundía más y más lentamente.
De la nada empecé a ver una luz muy fuerte de la que poco a poco surgió el cuerpo de una mujer de piel brillante, unos preciosos ojos azules muy grandes, su largísima melena negra flotaba hacia detrás al igual que el vestido que llevaba. Las mangas del roto y sucio vestido que llevaba eran más largas que su cabello. Parecía una gran túnica gris. La mujer se acercó poco a poco a mí. Extendió su mano hacia delante mientras avanzaba. Cuando ya estaba cerca empezó a acariciarme. Su largo cabello me rozaba y su mirada me tranquilizaba. Aunque no tuviese aire ya parecía que no lo necesitaba. La mujer no se separaba de mí y yo no quería que se fuese. Me hacía sentir segura aún estando en esa situación.
¿Conocéis esa sensación que teníais de pequeños cuando os hacíais daño y vuestras madres venían y os cogían en brazos y os sentíais seguros? Pues esa misma sensación es la que tenía en ese momento. La abracé y ella aunque tardó un poco en reaccionar me abrazó también. Me sentía en paz, no quería que esta sensación terminase. Ambas llegamos al fondo del mar. Los pececillos nadaban a nuestro alrededor alegres. Ese paisaje era precioso. Empezaba a amanecer y los rayos del Sol se colaban tímidos por el agua. En ese momento la mujer desapareció y yo empecé a rápidamente de nuevo. Ahora si que notaba la falta de aire. Necesito salir del agua. Esa sensación de paz desapareció.
Poco a poco logré salir del agua y la luz solar me cegó. En ese momento me desperté. Estaba en mi cama y me incorporé de golpe con los ojos muy abiertos. Todo había sido un sueño. Ahora volvería a mi vida llena de sangre, drogas y más mierdas... Prefería estar bajo el agua en paz, aunque eso suponga la muerte. Prefiero la muerte a esta maldita vida. El Sol acababa de salir e iluminaba mi habitación. Me levanté resoplando, sin ganas de volver a la rutina...