Capítulo 4.

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Capítulo 4: Confesiones.

Cuando tomamos asiento en una de las mesas de la cafetería con nuestros almuerzos, la miro fijamente y suspiro.

-Debo confesarte algo- digo con nerviosismo- no sé cómo te lo puedes llegar a tomar- susurro.

-Ve directo al grano.

-Me gusta Zachary- digo rápidamente sin separar las palabras.

-Lamentablemente no sé hablar idioma elfo ¿traduces?- pregunta y levanta las cejas de forma interrogante.

-Me gusta tu hermano- digo derrotada y suspiro pesadamente.

Me quedo observándola, expectante. Apenas si parpadea.

-¿Cómo dices? ¿Acaso perdiste la poca cabeza que tienes?- exclama enfadada.

>>Auch.

-¡Tienes menos sentimientos que Malfoy!- digo.

-¡Y tú tanta amistad como Gollum!- mueve sus brazos de forma desesperada a cada lado de su cuerpo.

-¿Cuál es el problema?- pregunto exasperada.

-¡¿Qué cuál es el jodido problema?! ¡Es mi hermano de quién estamos hablando! ¡Es demasiado infantil como para tener novia!

-¿¡Quién habló de novias!? Y no me vengas con que es muy inmaduro ¡ya tiene diecinueve!

Definitivamente estoy enojada.

Sam suspira frustrada y se va de la cafetería echando humo por las orejas.

Lo que me faltaba. Pelear con mi única amiga.

Después de varias horas de aburridas clases, salgo del colegio para ir al departamento que comparto con Sam y con Zac. Localizo el auto deportivo azul de Zac y corro hacia él. Desde la distancia estudio su cuerpo.

Pelo castaño levantado levemente hacia un costado, hermosos ojos marrones, sonrisa divina y el cuerpo que cualquier chico desearía tener.

Dejando de lado mis babas, termino de acercarme a él. Noto que está junto a Sam y ella le habla muy alterada.

Por favor que no le diga que me gusta. Por favor que no le diga que me gusta.

-Hola, Gusanito- me saluda Zac con un beso en la mejilla.

Mi interior se derrite al escuchar esa última palabra. Amo cuando me dice Gusanito. Recuerdo que decidió ponerme ese apodo porque cuando era una pequeña de seis años me fascinaba arrastrarme por el piso cual gusanito.

-Hola, Zac.

-Vayámonos de una vez- gruñe Sam aún alterada.


El dilema de las bromasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora