Capítulo 1: Parte 1

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 Sentía como el dolor del golpe directo a mi ojo aumentaba. Mi padre gritándome que ya era tarde por la mañana y mi madre atendiendo a mi hermano pequeño que estaba llorando. 16 años soportando esta basura de vida. La saliva de mi padre salpica mis sábanas mientras me señala la puerta para que me vaya de la casa y me dirija a clases. Definitivamente, no me quieren aquí. Y lo peor de todo es que si me voy, Peter quedará solo y nadie lo cuidará. Así que decido llevarlo conmigo y dejarlo en casa de mi vecina a quien le tengo mucha confianza.
Me tapo el ojo izquierdo con mi flequillo y me lo ajusto con la capucha de la campera que llevo puesta. La puerta del Instituto está repleta de alumnos, muchos reunidos en grupos charlando y otros solamente dirigiéndose a clases. Escucho el timbre para comenzar las clases al entrar; maldigo por dentro y corro a mi casillero para coger mis cosas y guardarlas en mi mochila.

La clase de matemática era la primera en el día. Mi asiento del fondo me ayuda a que la profesora no me llame la atención por el pelo en mi cara.
Mientras la profesora comienza la explicación, miro hacia afuera por la ventana que tengo a mi izquierda. La cancha del equipo de fútbol americano está a la vista y se puede ver entrenando a los muchachos. La profesora me llama la atención una vez para que la mire pero no se queja sobre mi look. Minutos después, el bolsillo de mis jeans vibra y en la pantalla del móvil se puede observar que era un mensaje de Samanta. Contesto el mensaje y me vuelvo a la clase, pero la profesora se encuentra delante de mis ojos cuando levanto la vista. Estira su mano en frente de mi barbilla para que le entregue el móvil, lo cual hago y escucho unas risillas por mi derecha. Para mi mala suerte, me pide que me saque el pelo de mi rostro y así hice. El salón quedó en silencio y varias miradas quedaron fijas en mí por unos minutos. Al continuar con la clase, un grupo de chicas comenzaron a murmurar señalándome como si fuera algo de otro mundo. La profesora les llama la atención pero no les dice nada más que se den vuelta. —Empiecen con los cálculos.–largo un suspiro y comienzo por el primero.

El sonido del timbre me indicó guardar mis cosas y dirigirme a la clase de Literatura; la segunda clase del día. Siempre espero a irme última para no tener que recibir empujones del salón, así que cogí el móvil de la mesa de la profesora y volví a mirar la pantalla. Samanta respondió mi mensaje al segundo de responder el de ella; siguió enviándome mensajes contándome como le había ido en su viaje a Japón y escribió toda la historia de cómo conoció a Park, un asiático de ojos grandes y bonita sonrisa, según ella. Hasta me envió una foto de ellos dos. Realmente no era como todos los asiáticos que sueles ver por la calle como extranjeros, con los ojos achinados y anteojos; no era feo pero tampoco me parecía muy atractivo.
Al quedar sola en la sala, me dirigí a la próxima clase pero en el camino me topé con el mismo grupo de chicas que se reían de mí en Matemáticas. Las mismas chicas de siempre, molestándome como si fuera una persona diferente a todas las demás del Instituto. Una de ellas se paró en frente mío acercándose cada vez más con esa sonrisa de superioridad en su rostro. Al estar a una distancia de nariz con nariz, me empujó dejando caer todas mis cosas, inclusive mi móvil, que salió disparado hacia la pared. Otra del grupo también se acercó a mí, riéndose con las demás. Ésta me sujeto del cabello y tirándomelo hacia arriba para levantarme, hago una mueca de dolor y sujeto su mano. Me pone en frente de ella y recibo un toque con sus nudillos en el mismo lugar donde mi padre me golpeó a la mañana. Para mi mala fortuna, nadie estaba en el pasillo porque todas las clases habían empezado y ellas tenían clases de vóley, así que podían tardar el tiempo suficiente; la cancha de vóley quedaba al otro lado del instituto.

Al terminar con esa carga, recogí todas mis cosas y observé que mi móvil tenía un mensaje de mi padre.

No regreses luego de clases.

Lo que significaba dos cosas: no iban a estar en casa y cerrarían con llave, o iban a estar en casa pero iban a tomarse su tiempo para estar acostados uno encima del otro en su maldita cama.
Maldije dentro y me dirigí a la clase de Literatura, llamando la atención de la profesora y el resto del salón. Antes de poder pedir disculpas por la demora, la profesora habló antes de mí y me indicó que me sentara. El único lugar libre era el asiento del fondo, el mismo lugar que la clase anterior. René era mi compañero de clase de Literatura, confiaba un poco en él pero no llega a ser un amigo totalmente. Por suerte, me senté junto a él; me saludó con la mano y me hizo una sonrisa. René me parecía bonito, pero era muy estudioso y eso no me gusta para un chico.

Al terminar el día y regresar a mi casa luego de dos horas más tarde dando vueltas por todo el maldito barrio, regresé a mi casa, que se encontraba abierta literalmente. Las puerta de entrada estaba abierta completamente y por dentro reinaba el silencio. La curiosidad y el miedo se apoderaron de mí cuando no encontré las cosas de mis padres en su cuarto. ¿Se habían marchado y me habían dejado a cargo de mi hermano pequeño? No tendría que extrañarme que hicieran algo así, pero, ¿a dónde se habrían ido?
Suspire y me dejé caer sobre mi cama, sosteniendo mi cabello e intentando no llorar por el dolor que me causaban los golpes.
–Debería cambiar mi vida de alguna manera.- me dije, aprovechando que no había nadie escuchándome.

Luego de unos minutos, me quedé dormida. 

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