Dos años Después

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Es mi último día de vacaciones de invierno y planeé una tarde en la costanera con mis mejores amigas, Dafnema Cortes y Marisol Duarte, a quienes conocí en el colegio secundario y se volvieron más que amigas, mis hermanas.
Al terminar el colegio, Dafnema, Marisol y yo elegimos carreras distintas, ellas todos los días deben cruzar el puente que nos separa de la Provincia del Chaco, ya que sus carreras, Ciencias Educativas y Arquitectura, se dictan en Resistencia, en la misma universidad que la mía, la Universidad Nacional del Nordeste. Además de elegir diferentes carreras, de cursarlas en distintos lugares geográficos, no disponemos de tiempo para vernos o salir casi todos los días, así que cada vez que puedo salgo con ellas, pero siempre estamos conectadas gracias al whatsapp. Las extraño demasiado.
Hoy es uno de los gloriosos días en los que coincidimos, así que nada ni nadie me impedirá salir con ellas. Son las 9 de la mañana, así que tengo tiempo para limpiar mi cuarto, que no es tan grande. La cama está en la misma línea que la puerta, al lado en la cabecera está mi mesita de luz, seguida de mi biblioteca con mi mayor tesoro: mi colección de libros. Cortando perpendicularmente está mi escritorio, debajo de la ventana que da a la calle. Mi ropero está incrustado en la pared, al lado de mi cajonera con mi equipo de música.
Pongo el minicomponente a todo volumen y en menos de lo que canta un gallo ya limpio y ordeno todo.
- Amelia, a comer.
Es mi mamá, que me llama desde la cocina. Hoy por suerte que es domingo almorzaremos papas fritas con milanesa de pollo.


Mi casa no es amplia, es un pasillo que conecta el living, los cuartos y el baño. La cocina está al fondo, pasando el living.


Salgo de mi cuarto y ayudo a mamá a poner la mesa. Mi hermano y mi papá se suman.


- Tiene pinta de rico es esto, ¡un aplauso a la cocinera¡ - comenta papá cuando mamá trae los platos.


- Calladito te ves más bonito, cariño.- replica ella mientras le da un beso en la frente a él.


Son tal para cual. Se pelean. Se complementa. Mejor imposible. Otro almuerzo cargado de energía positiva.
Me llamo Amelia Castro. Tengo 19 años recién cumplidos, vivo en una provincia de Argentina, llamada Corrientes. Soy lo que se denominaría de estatura y complexión pequeña, rubia o castaña clara, ojos miel y de piel extrablanca, de esas que no pueden ser expuestas al sol, sino del blanco pasan a ser rojo pasión y eso duele. Mi cabello considero que es una expresión de mi carácter, ya que es indomable y sin forma. No es lacio ni tiene rulos sino un término medio. Lo tengo por debajo de los omóplatos. Como aquí es muy común que los días tengan clima húmedo, mi cabello más rebelde se vuelve. Mis labios al principio no eran de mi agrado, con esa forma rara e inusual que hace que mi labio superior sea fino y el inferior grueso; da la impresión de que vivo haciendo pucheros.
Al terminar de almorzar, me toca a mí lavar los platos, así que los junto y los llevo a la mesada, al lado del fregadero en la cocina. Son cuatro platos, cuatro vasos, cuatro pares de cubiertos, una cacerola y una bifera. Termino rápido y me voy a darme una ducha ya que a las dos quedamos en vernos con las chicas.
Mi familia está conformada por mi papá, Damián Castro, mi madre, Carolina Rojas y mi hermano menor, Germán Castro. Es la mejor familia que me pudo haber regalado mi Tata Dios. Papá es de cabello oscuro, fortachón, más alto que mamá y yo, tiene muy buen humor y una habilidad increíble para resolver cualquier problema que se presente. Mamá es de cabello castaño oscuro y ondulado, con algunos tonos de canas que por la edad le empiezan a salir, un poco rellenita, de personalidad callada y pensante, el complemento perfecto diríamos para mi papá. Y Germán es de cabello más oscuro que el mío y también es robusto, con una inmensa alegría e ilusión de niño, con un cariño que a veces me hace doler el cuello, comparte casi todos los mismos rasgos que yo, pero tiene ojos cafés y unos labios diferentes a los míos.


Ya vestida, son las una y media de la tarde. Tengo que correr.


- Amelia, ¿ a dónde vas?

El Chico de la PrimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora