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III.

Renzo no había vuelto a su casa después de lo sucedido aquella noche. Se había estado quedando en lo de Kalista y no le importaba nada. Solo quería dormir, descansar, no ver a nadie. No tenía ganas de hacer nada, no se sentía con ganas de ir al trabajo, de salir a la calle, no tenía ganas de nada. Se sentía aburrido, deprimido y muerto. Si estar así significaba perder su trabajo y sus relaciones más cercanas, poco le importaba en aquel momento.

Acababa de perder a su madre, la persona que le había dado a luz, esa mujer que él tanto amó, respetó y admiró toda su vida. Era completamente injusto que a su edad tuviera que perder a una persona tan importa y no pudo evitar llorar, llorar y llorar. ¿Qué se suponía que debía hacer?

Sabía que era cuestión de tiempo para que las heridas sanaran, era un chico demasiado inteligente, sabía esa frase como si de manual se tratara, pero en éstos momentos no le veía el más mínimo sentido. Los días pasaban y cada vez se sentía peor porque cada hora que pasaba despierto pensaba en su muerte. Estaba inestable y necesitaba ver un psiquiatra urgente porque no planeaba dejar que el gen depresivo de la familia lo consumiera nuevamente. 

Su amiga se había estado haciendo cargo de todo esos últimos días. Había llamado al trabajo de él y había avisado de lo sucedido. Se había hecho cargo del crematorio y las preparaciones, de todo. Hasta le había sacado turno con un psiquiatra conocido de ella. Esa chica era de oro y lo sabía mejor que nadie. 

Kalista estaba sentada al lado suyo en la cama haciéndole masajes en la espalda, provocando que Renzo cayera en un sueño profundo y comenzara a soñar con una realidad mejor a la que le tocaba vivir en aquellos momentos. Deseaba dormir aproximadamente un año y despertar con la esperanza de una mejoría.

Se despertó y miró el reloj del celular que solía apoyar debajo de la almohada por si alguien lo llamaba mientras dormía. Eran las ocho de la noche.

Se paró para ver qué eran los gritos que provenían del living, ya que era eso lo que lo había despertado. Pero cuando entró en aquel se encontró con una escena que nunca había deseado ver o presenciar.

- Entonces es verdad, una semana sin verlo, sin saber nada de él y está acá- gritó Alana más que furiosa señalándolo a él con la mirada y acusándola a ella con su dedo índice de todo tipo de cosas menos de buena amiga o persona.

Kalista estaba parada mitad adentro del departamento y mitad afuera de él con una expresión de confusión importante, Alana estaba parada frente de ella con una expresión de frustración en su rostro. Deseaba poder empujarla fuera de su humilde casa y cerrarle la puerta en la cara. A pesar del mutuo acuerdo entre ambas de detestarse por razones incoherentes e inexplicables, Kalista sentía compasión por ella. ¿Cómo no se le había ocurrido mandarle un mensaje y avisarle al menos que Renzo estaba bien?

- No estás entendiendo la situación - Le dijo a la novia de su amigo intentando hablarle de una buena forma.

- ¡Explicaciones son las que busco!- gritó una vez más. 

- Callate un poco por favor. La llamé a ella porque fue lo primero que se me ocurrió, además es la que más cerca vive del hospital y necesitaba compañía. Kalista me ofreció llevarme a casa pero le dije que quería ir a la de ella y dormir y ella hizo lo que le pedí. No empieces con acusaciones como si hubiera pasado algo entre ella y yo porque no pasó absolutamente nada. Me quedé dormido en su cama, ella durmió en el sillón. Si hubieses dejado de gritar, tal vez Kalista te lo hubiera podido explicar. ¿Está bien? Ni siquiera sé por qué carajo te estoy dando explicaciones ¿acaso yo te las pedí cuando decidiste estar con otro hace unos meses?- habló algo rápido y agitado en un comienzo pero fue bajando las revoluciones a medida que le explicaba todo a su pareja.

Estaba agotado, no quería verla más. Tenía los ojos rojos e hinchados, tenía lagañas y ojeras negras bajo los ojos. Lucía terrible. Tenía muy mal aspecto y estaba más delgado.

Alana se quedó callada aunque con un dolor en el pecho muy grande, su expresión de confusión cambió radicalmente cuando Renzo terminó de hablar. Se sentía una estúpida, no había querido armar tremendo escándalo.

Miró reiteradas veces a su novio intentando pedirle perdón con la mirada, pero luego miró a Kalista completamente avergonzada por irrumpir en su propiedad demandando saber dónde estaba Renzo. Se sentía humillada.

- Perdónenme, no quise armar un escándalo, en serio... estaba preocupada, no contestabas el celular, no viniste a casa, ni un mensaje me dejaste para que me quedara tranquila... perdón, Kalista, por haber entrado así...

- No te preocupes, si quieren los dejo solos - le contestó la morocha intentando que el escándalo que se había armado terminara de una buena vez.

- No quiero verte ahora- dijo Renzo de repente sorprendiendo a las dos. El silencio que se produjo después fue inmenso, lleno de sorpresa y temor.

-¿Cuándo vas a volver a casa?- le preguntó Alana al borde de las lágrimas. No sabía porque tenía tantas ganas de llorar, o por la vergüenza que estaba pasando en aquel momento o porque su novio quería que ella desapareciera de su vida.

- No lo sé lana, juntémonos a hablar dentro de unos días - le contestó sintiendo como la poca energía que le quedaba en el cuerpo se le escurría por la sangre.- No quiero hablarlo ahora y por eso te pido perdón, pero en serio, yo te llamo. 

Alana lo miró atónita, pero lo entendió.

Kalista una vez más insistió en que lo hablaran ahí mismo, mientras se cambiaba y se retiraba de su propia casa para ir a ver a su amiga y hacer unas compras para distenderse un poco y desligarse emocionalmente de la locura que estaba viviendo, Renzo y Alana se sentaron a hablar lo que tenían que hablar. 

Al principio hubo reclamos y muchas palabras cargadas de un enojo comprensible de parte de ambos, pero a medida que el tiempo pasaba, pudieron comunicar sus tristezas y descontentos de la relación. Llegaron a la conclusión de que las cosas no estaban funcionando como deberían y que ambos merecían estar bien. Es por eso que pusieron en pausa sus vidas y decidieron separar sus caminos ahí mismo. 

Cuando la muchacha se fue, Renzo soltó un suspiro que estaba conteniendo hace muchísimo tiempo y que ni siquiera se había dado cuenta que le pesaba tanto. Se sintió liberado, aunque no menos triste. Lloró sentado en el baño preguntándose cuándo se libraría de su puta sombra. 

MAÑANA ES MEJOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora