Cap. 1

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Empecé a sacar las cosas de los cajones sin cuidado, total, lo que quedaba no era mucho. Ya estaban todas las cajas en la entrada, lo único que hacia era perder tiempo.

Tita M. José- Begoña, ¿estas lista?- me preguntó con un sonrisa.

Abbie- Te he dicho montones de veces que no me llames así. Todo el mundo me llama Abbie, es más bonito. Y no, no estoy lista, ahora iré.

En cuanto salió por la puerta subí a mi litera. Me tumbe en el colchón, pronto se lo llevarían. Acaricié con la punta de los dedos las estrellas fosforescentes del techo que mi madre puso hace muchos años. Las quité todas con cuidado y las guardé en otra caja.

*Dos horas después*

La casa ya estaba vacía y pronto vendría el comprador, eso me dolía demasiado. Cogí mis dos maletas y la mochila y salí a la calle. El viento otoñal me golpeaba la cara suavemente.

- ¿Señorita López Martinez?- preguntó un hombre con un uniforme algo sucio.

Abbie- Sí, soy yo.

-Su tía me ha dicho que le pida unas cajas que quedan, ¿dónde están?- Le guié hasta la casa y cogimos las cuatro cajas que quedaban. Una vez en el camión me dio un papel.

-De acuerdo, todas las cosas llegarán a Barcelona en unas horas, si hay algún algún problema llamen aquí, ¡gracias!

Abbie- Está bien, adiós.

Me senté en los escalones de la entrada mientras Green Day sonaba por mis auriculares. Estuve así media hora, hasta que salió mi tía.

Tita M. José- Bueno cariño, ya nos podemos ir.

Abbie- Ve llamando al taxi, yo cojo tu bolso- Dije seca. Eso era lo máximo que habíamos hablado en casi tres meses, era todo tan vacío...

Una vez en el aeropuerto me invadió de nuevo esa sensación de ansiedad. ¿De verdad me iba a ir? Pero no tenía elección. Ni casa. Ni familia. Ni amigos. Ni instituto. En realidad, no tenía nada.

Mientras me abrochaba el cinturón mis manos temblaban, no quería irme de Granada, ¡al menos allí tenía recuerdos!

Tita M. José- Abbie... Se que esto es difícil para ti- no habiamos hablado sobre el tema y ahora quería hacerlo mientras despegaba el estúpido avión- pero aunque creas que no te quiero lo hago cielo, de verdad, y si nos mudamos solo es porque con el tiempo verás que tienes una vida mejor.

Abbie- yo también te quiero- fue todo lo que pude decir, estaba en shock, no me esperaba eso.

Durante todo el vuelo me recosté en su hombro, y mientras, la persona a la que apenas veia una vez al año me contaba historias sobre ella y mi madre. Sobre cómo mi madre escribía poesía y cómo se peleaban por las chuches. Sobre lo feliz que estaba el día que se quedó embarazada de mi. Eran todo recuerdos, y aunque me hacian daño y el psicólogo opinaba que era mejor pasar página seguimos hablando sobre eso y muchas más cosas. Porque lo necesitábamos, no solo yo, se que a ella también le dolió mucho su muerte.

La llegada a Barcelona fue extraña. El aeropuerto era enorme y tardamos siglos en coger mis maletas. Mi tía llevaba una y yo otra. Nos subimos al metro, y como era un trayecto largo decidí sentarme.

Narra M. José:

Estaba realmente preocupada por Abbie, esto iba a ser muy difícil para ella y no sabía si habia tomado la decisión correcta. Pero, ¿qué podía hacer? Yo no podía quedarme en Granada con ella, y puesto que el resto de la familia no se hacia cargo, yo era lo único que le quedaba. Ella no merecía nada de esto, ni ella ni mi hermana. Alguien me sacó de mis pensamientos.

- ¡Hola, M. José!- miré y era Elena, mi compañera de trabajo y buena amiga.

M. José- ¡Hola! Acabamos de llegar, ahora te iba a mandar un mensaje, ¿qué tal en el trabajo?- ahora que me acordaba... Elena no conocía en persona a Abbie, aunque con lo tímida que es no sé si será buena idea presentarlas.

Elena- Ni bien ni mal, un asco- y nos reimos- por cierto, ¿dónde esta Begoña? ¡Qué ganas de conocerla!

M. José- Ya sabes que es un poco tímida, pero- inspeccioné los asientos- esta ahí delante, creo que se a quedado dormida. Lleva días sin dormir...

Elena- Normal, es que es muy duro, ¿tú cómo estas?

M. José- Ahí lo llevo, en fin, espero que se adapte. Vamos a esperar a que se incopore ya en el segundo trimestre al instituto. Al final, como hizo muy bien las pruebas de acceso podrá cursar tercero y no tendrá que repetir segundo.

Elena- Me alegro muchísimo, bueno chica, me bajo en esta, ya nos veremos- me da un beso en la mejilla y se baja.

Narra Abbie:

Me habia quedado dormida, mierda. Llevaba muchísimo tiempo sin dormir bien, y los últimos días no habia dormido prácticamente nada.

Abbie- ¿Nos bajamos ya?

Tita M. José- Sí, y tranquila, después de esto no hay que coger más metros.

Abbie- Menos mal- dije sonriendo. Al final su "novio" no había podido ir a por nosotras, y llevabamos ya casi tres metros cogidos.

El metro se paró y nos bajamos. La gente no paraba de entrar y con la maleta y la mochila era muy agobiante. Cogimos las escaleras mecánicas y al fin alcanzamos la luz solar. Suspiré de alivio.

Tita M. José- Te acostumbrarás, no te preocupes- dijo sonriendo.

Andamos hacia la izquierda, realmente habia muchísima más gente que en Granada, aunque el aire era menos seco y eso me gustaba. Por no hablar de que a veces nevaba en invierno, y a mi eso me encantaba.
El piso estaba cerca, no tardamos más de diez minutos. Tercera planta. Al entrar me quedé bastante impresionada. Lo habia visto en fotos cuando estaba aún en el hospital, pero no me lo imaginaba tan bonito.

Tita M. José- ¿T-te gusta?- dijo, bastante insegura.

Abbie- ¿Bromeas? No, no me gusta- dije, totalmente seria. Como esperaba se quedó sorprendida. Me empecé a reír- ¡Es coña! Me encanta, es muchísimo más bonito que en las fotos.

Ella suspiró aliviada y me condujo a mi habitación.

Tita M. José- Haber, el piso tiene tres dormitorios, uno es el mío y el otro se usa de trastero, así que solo quedaba éste- abrió la puerta.

No era muy grande, pero era acogedor. Había dos estanterías (insuficientes para todos mis libros), dos ventanas, una de frente a la puerta, con una repisa perfecta para leer. La otra estaba en la pared izquierda, debajo de esta habia un escritorio con una silla y varios cajones. En el espacio que sobraba habia un pequeño "puff" (así lo llamó mi tía) que era un asiento muy cómodo y esponjoso. Al final de la cama, en la pared derecha, había una puerta que daba al baño, que a su vez daba al dormitorio de mi tía.
Supongo que estuve demasiado tiempo en silencio analizándolo todo, porque mi tía tosió disimuladamente.

Abbie- Es genial tita, de verdad, no se cómo agradecerte todo lo que estas haciendo- se le humedecieron los ojos, así que la abracé- te quiero mucho.

Tita M. José- yo también, pequeña- susurró.

¿Cuándo se acabará esta soledad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora