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Se veía como un sueño, debía ser un sueño, no había explicación de cómo algo de eso podría tener sentido; no recordaba nada, no sabía donde estaba, con quien, cuando, ni siquiera recordaba que estaba pensando, no sabía donde estaba antes de eso; no sabía ni quién era ella, pero esa última parte no le sorprendió.

Era como si estuviera sumergida en el agua, un sueño distorsionado y en un movimiento lento, borroso, no distinguía las caras y tampoco los sonidos, pero sentía el viento que amenazaba con tumbarla en cada golpe.

-¡Delilah!- gritó el chico con una fuerza tan ensordecedora que se escuchó como se rompía en el aire.

Ella se volteó, sorprendida de poder comprender que ese era su nombre, como si le hubieran dado una orden, una chispa de conocimiento regresó a ella. Estaba temblando, el aire era tan frío y se metía entre cada superficie que se exponía, dejando rastro de presencia en su piel, sobre las manchas que había en su rostro de tantas lágrimas que estaba dejando caer; sabía que esas lágrimas se quitarían hasta con la palma de su mano, pero la presencia del aire de aquella noche, se quedaría impregnado para siempre en ella.

-¡Delilah, no lo hagas!- gritó él, dio dos pasos adelante, pero cayó al piso de rodillas, sus lentes tambaleándose en su rostro, sintiendo como los eventos de la noche caían sobre su espalda. Ella supo que más que una orden, lo que él le estaba pidiendo era un ruego.

Aún con toda la corriente que había, con lo mucho que su cabello le estorbaba y la distancia que había entre ellos, ella lo veía con claridad; veía lo agitado y exhausto que estaba, lo roto y perdido que se veía, y lo reconocía porque así es como ella se sentía.

Se escuchó una explosión a sus espaldas, pero sonaba tan distante, tan lejana, sintió el calor del fuego de la cabaña, pero todo sonaba como si estuviera debajo del agua, todo menos su voz; hasta que la otra persona habló.

-Delilah...- la voz de él no fue un grito, sino un susurro, pero sonó igual de claro para ella.

Aquel chico se veía diferente, su rostro no lo reconocía, pero cuando él la miró a los ojos, supo que había mucho más de lo que ella recordaba por detrás. Él se veía asustado, cansado, sorprendido, se veía aterrado, sí, pero, cuando sus ojos se encontraron, supo que estaba aterrado: de ella.

Ella sabía que había más personas alrededor, podía sentir su presencia, escuchaba las voces censuradas, los movimientos detrás del chico, las luces, el fuego, una... risa, pero para ella nada de eso existía, nada de eso tenía sentido, lo único que podía detectar como realidad eran los dos chicos que la observaban desde lados opuestos, pero había, algo, más fuerte, un sentimiento presente que no podía nombrar.

-No lo hagas Delilah- dijo el chico rubio, en un tono tan bajo que fue dedicado solamente a ella.

"¿Qué no lo haga?" Se preguntó Delilah, ella no tenía ni la menor idea de lo que hablaban, pero sentía que ambos debían estar locos, porque esa sensación que la llenaba y evitaba que su cuerpo se enfriará con la gelidez de la noche, aquella voz interna le decía: "Vete, hazlo."

Muchos ojos la observaban, pero ningunos, como los grises y verdes que con su mirada, le rogaban, que no tomará una decisión, que ella, muy dentro, sabía que necesitaba.

-Por favor...- se atrevió a decir el chico del susurro

-¡Delilah, está, no eres tú!- gritó el otro chico desde el suelo en el que estaba de rodillas, sin fuerzas siquiera de levantar la varita en su mano.

Y ahí, ella sintió que todo el aire se detenía, y un fuego en ella se creaba.

-¡Tú no sabes quién soy!- le gritó con fuerza, las lágrimas volviendo a caer- ¡Yo ni siquiera sé quién soy!- dijo con desesperación- ¡Pero ellos...- gritó- Ellos saben! ¡Por eso estoy aquí!- continuó

Delilah le dio la espalda y se encontró con el otro chico que le rogaba, pero él no dijo nada, sabía que no había nada que pudiera decirle que la hiciera cambiar de opinión, no importaba lo mucho que le doliera. Ella lo pasó de largo y estiró su mano hacia una de las otras presencias que se encontraban en la escena: a la risa.

-Bien hecho Del- dijo la voz con dulzura, con un piquete de veneno, pero la voz sonó distorsionada, la mujer tomó su mano y fue como si hubiera despertado, como si hubiera salido del agua.

Escuchaba como el viento golpeaba contra ellos, la intensidad con la que las ramas de los árboles se azotaban, como el fuego crecía y crecía y consumía la madera de la cabaña casi incinerada, escuchaba la respiración agitada de ambos chicos y sobre todo, escuchaba su propio latir: lento, moderado, calmado; porque ella no estaba asustada, ni cansada o aterrada.

Ella ya no estaba pérdida, y entonces, aún llorando, aún agitada por el frío, sonrió.

Delilah Jolet- 1 (Harry Potter & Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora