Una blanca y espesa capa de nieve cubría los suelos de Nueva York, el mismo espectáculo cada invierno. Ese era uno de los más fríos y depresivos en toda la historia de la vida de la joven Wolf. Semanas atrás, su padre había sido recluido en una prisión Federal, bajo los cargos de hurto agravado, tráfico y estafa, se le acusó de de robar 60 millones de dólares en piezas de artes y traficarlas.Aquel hombre no era un hábil y sofisticado ladrón, solo un dedicado profesor de historia del arte en la Universidad de Columbia y sobre todo, un impecable padre de familia, ante los ojos de Lucero era el hombre más correcto que había conocido y también amoroso, pero ante los ojos de la justicia, tenía la enorme etiqueta en letras rojas de "Culpable" y debía pagar una justa condena. Los esfuerzos por ayudarlo habían sido inútiles, se habían quedado cortos, no fue suficiente gastar todo su dinero e hipotecar la casa para pagar un eminente abogado que lo defendiera ante el gran jurado de la corte, nada sirvió.
Para Lucero no todo estaba perdido, creía en la justicia, así fuese tardía y debía haber una manera de sacar a su padre de las rejas, iba descubrirla, no se iba a rendir, y no estaba sola, para eso tenía un cómplice, el estudiante de leyes Walter Moore, su novio, él la mantenía con los pies firmes y era el motivo de alegría entre los infortunios que vivía, era la persona que mantenía viva una llama en su corazón para que no se enfriara.
Esa tarde llena de nieve y copos que caían desde el cielo, iban a encontrarse después de una semana de no verse, su lugar de encuentro solía ser siempre un café en la 16 con Broadway, lugar donde se toparon por vez primera.
-Oh Walter- Se apartó de la vitrina donde había estado husmeando por cinco minutos. Miró el antiguo reloj de un edificio a su izquierda, sobresaltó a ver la hora- Hace quince minutos debía estar con él, debe estar desesperado, odia la impuntualidad- Se le había hecho tarde por estar mirando esos interesantes escaparates de las tiendas de muebles y ropa, bien ornamentados para atraer clientes en esas fechas comerciales, le gustaba quedarse viéndolos, era una especie de escape que alimentaba sus fantasías. Se acomodó la bufanda en su largo cuello, atravesó la calle corriendo, camino dos cuadras hasta llegar al Café Fillion, el punto de encuentro-¿Dónde estarás?- Musitó, mirando a través del vidrio de las ventanas, en la última mesa de la izquierda estaba su novio, sacudió su mano saludándolo, el chico desde el otro lado soltó la taza que bebía y le correspondió a ese saludo.
Ya adentro, Lucero se quitó el gorro y el abrigo, había una complaciente calefacción, era de esperarse, allá afuera congelaba. Limpió los restos de nieve en su cabello e hizo su orden- Un capuccino y tres de esas galletitas de limón- Le habló con gentileza a la mesera, luego se sentó enfrente de Walter, soltándose su melena castaña, su novio siempre le manifestaba que lo enamoraba más cuando se soltaba el cabello, y le gustaba complacerlo-Mi amor- Le tomó la mano y lo miró a los ojos, dibujando en su rostro una de esas sonrisas que enamoran- ¿Me extrañaste?
-Mucho- Dijo él, levantándose de su lugar para tomarle el rostro- ¿Y tú?-con el primoroso rostro de ella entre las manos, acercó sus labios y la besó.
Sonrieron mientras se apartaban con despacio-¿Qué tal el congreso en Quantico? ¿Aprendiste mucho?- Apretó con suavidad los dedos de él, ese apretón se debió a lo mucho que le ilusionaba escucharlo, siempre aprendía algo nuevo y hacía ver su futuro más seguro, la hacía sentir segura- No veo la hora de verte convertido en un gran abogado, Walt, falta tan poco para eso. Pero, ya di algo- Estaba muy interesada, Walter era una promesa del derecho, provenía de una familia de abogados, dueños de la firma más solicitada en todo el condado, y sumado a eso, se le hacía tan intelectual y seductor, por él estaba perdiendo la cabeza, no le importaba hacerlo, pensaba que jamás encontraría a alguien tan dedicado y responsable, por eso el día en que hicieron planes de casarse, ella fue la más contenta, veía por los verdes ojos de ese muchacho.- Háblame, dímelo todo.