La acercó más a su cuerpo, con una mano, en una sola maniobra, desprendió el sostén que cayó a una milimétrica distancia de sus pies, en el suelo, no tenia caso levantar tal prenda, pronto, en minutos el resto de ropa que representaban una barrera, terminarían justo ahí.
Fernando se apartó, nuevamente iba a contemplar con sus ojos a la mujer soñada que tenía a su disposición, mientras la recorría con la mirada, sus entrañas se removieron, se estremeció al concentrarse en el femenino y voluptuoso pecho de Lucero, la boca se llenó de saliva, se le hizo agua. Tomó un hondo respiro, aguantándose las ganas de lanzarse para saciar la impresionante sed que tenia.
Lucero inesperadamente agarró la mano derecha de Fernando y lentamente la fue acomodando en uno de sus pechos. Dejó salir un gemido en cuando él dio un apretón y se animó a acunarle el otro pecho con la mano izquierda. Estaba sintiendo que ardientes llamas en forma de hormigueo, subían y bajaban por dentro. Se le ocurrió mirarlo a él a los ojos para saber si al igual que ella, el grado de excitación y deseo era el mismo, fue evidente, estaban en la misma sintonía, la intensidad de los oscuros ojos de Fernando le dejaron un claro mensaje, la deseaba, estaba entusiasmado teniéndola en sus brazos de una manera intima y placentera. Lucero terminó perdiéndose en él, la boca del capitán buscó con ansias sus labios, ella lo recibió, se saborearon con fuerza, a pesar de la fiereza con que se besaban, él gozaba de la suavidad y dulzura de los labios de Lucero, eran exquisitos.
-Eres una buena besadora, ¿Cómo pude resistir sin tus labios?- Musitó él, tomando algo de aire.
-No te quedas atrás, no solo besas bien, también sabes dar caricias- Llevó la mirada de los dos en dirección a su torso descubierto, donde se encontraban las manos de Fernando moviéndose anhelosamente.- Y no te detengas.- ¿No te detengas? ¿Pero en que me estoy convirtiendo? Mi yo interno es una muy apasionada mujer, él está aflora mi lado más febril, me hace olvidar de los pudores.
-No lo haré- Afirmó tomándola en sus brazos, el peso de ella era insignificante, tan liviana como una hoja de papel- ¿Tu habitación es la de la izquierda, cierto?
Ella asintió y luego le sonrió.
Él caminó hasta la habitación, todo estaba oscuro- ¿Dónde están las luces? No veo nada.
Lucero sin bajarse de esos masculinos y perfectamente torneados brazos, estiró su mano y con suerte encontró el interruptor.-Disculpa el desorden, no pensé tener al capitán de precinto aquí.
No quería parecer un metiche fisgón, pero le fue inevitable no echar un rápido vistazo a la habitación, a las cosas personales de la que lo traía loco de deseo y también de amor. Y en esas cuatros paredes había mucho de ella, a pesar del color sobrio, tenia llamativos cuadros coloridos colgados, libros regados por doquier, tenia tantos que algunos reposaban sobre la alfombra, como lo sabía, era una chica muy intelectual, notó que también era amante de las historietas, en una mesa tenia regados unos ejemplares de Super Man junto con una figura de acción de la mujer maravilla, y le sorprendió el jarrón lleno de flores que estaba cerca de la ventana, no la creía una romántica mujer que le gustasen las flores, no era tan ruda después de todo.- Te mandare flores más de seguido- Bromeó depositándola en la cama.
-Nunca me has mandado flores, mentiroso.
-Pensé que si te las enviaba me las pondrías de sombrero.
-Qué bueno que lo tengas claro- Ella se quedó mirándolo, a la expectativa de una nueva acción, ansiaba que él también empezara a desnudarse, quería gritar que lo hiciera, y sin necesidad de hacerlo, Fernando empezó a desprenderse de su camisa, se la quitó, Lucero ya conocía el cuerpo desnudo de él, sin embargo, no dejaba de parecerle magnifico, se preguntaba cómo él podía ir tan tranquilo por la vida pareciendo el hijo de un dios, tan precioso; lo mismo pensaba él de Lucero, creía que ella merecía ser arrestada por ir tan tranquila por la vida siendo una hermosamente perfecta de la cabeza a los pies.