CAPITULO 4

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Eran apenas las 5 de la mañana cuando escuché que el desayuno estaba listo, pero no tenía ni siquiera un poco de hambre, quería seguir durmiendo, así que volví a cerrar los ojos ignorando a mi abuela. Pero era inútil, ya estaba despierta y activa. 
Me bañé para después sacar del guardarropa un short de mezclilla y una playera con mangas cortas color blanco y ponermelos para iniciar el día, sobre ella, una sudadera blanca también ya que hacía frío.

Aunque no tenía apetito, tenía que comer algo, y mi abuela había preparado pancakes con mantequilla y mermelada de fresa hecha por ella misma. Tomé un vaso de leche también y mi abuela me pidió que la acompañara a supervisar las cosechas. 
Caminamos unos 20 minutos cuando por fin llegamos, había un hombre con botas enlodadas que mi abuela saludó con el nombre de Esteban. Se quedaron hablando unos minutos y yo me alejé de ellos un poco para observar el lugar.
En eso escuché mi nombre y regresé.

-Ella es Amy, mi nieta- Dijo presentándome al hombre- Amy, él es Esteban, te dirá en que le puedes ayudar.

Dicho ésto se marchó, dejándome ahí sin saber qué hacer. Le dí una tímida sonrisa a Esteban y él me la devolvió. 

-Hay una plaga en la cosecha de al lado, y necesito que revises si ésta también tiene- Señaló el enorme terreno frente a nosotros.

-De acuerdo.

No estaba de acuerdo ni un poco...

-No tienes que revisarla toda, solamente las 5 primeras filas junto a la cosecha infectada- Caminó hacia dicha cosecha y me mostró cómo se veía la plaga, que solo eran unos pequeños puntos blancos que si los veías muy de cerca, podías notar que eran insectos.

Asentí y me dirigí a la primera fila que tenía que revisar. Era mucho trabajo, cada fila era enorme, y eran 5. Me tardé cerca de dos horas en acabar, había algunas plantas infectadas pero solo unas cuantas.

Le informé a Esteban, que estaba alistando otro huerto. Me dió las gracias y regresé a la casa. No había nadie. Pensaba que podría descansar, pero al entrar en mi cuarto encontré una lista de quehaceres en mi cama:

-Alimentar a los cerdos

-Recoger los huevos de las gallinas 

-Ordeñar las vacas

-Asear los establos

No puedo creerlo, si así iba a ser todos los días estaba perdida.

Salí de la casa, molesta con migo misma, y caminé hacia el granero, para hacer el trabajo más fácil al principio: recoger los huevos de las gallinas.

Entonces vi a la mujer que había visto ayer montando al caballo,  la que me había dado esperanzas de que ésto no sería tan malo <esperanzas que ahora se habían esfumado de nuevo> corriendo directo hacia mi, ella iba mirando el piso, por lo que creo que no me había visto aún, y cuando lo hizo, ya era demasiado tarde. Las dos caímos al suelo, ella reía sin parar y yo más bien me enojé más de lo que ya estaba.

-¡Por Dios! Lo siento- Dijo entre carcajadas.

-No parece que lo sientas

-Si, lo se... también siento eso- Me regaló una sonrisa con la que supe que lo decía en serio.- Soy Melissa, no te había visto por aquí

-Recién llegué con mi abuela, me quedaré todo el verano.

-¿Y a qué has venido?

-A trabajar, pero al parecer, ahora soy una esclava.

Ella rió -¿Por qué lo dices? Le mostré la pequeña lista en mi mano.

-No es tan malo- Dijo después de leerla. - Es más, por haberte golpeado te ayudaré a hacerlo

-¿En serio?- La necesidad en mi voz era inconfundible.

-¡Claro!- Me dió un golpecillo en el hombro- Además, no tengo nada más que hacer, y me hace falta una amiga además de mi yegua- Eso me hizo reír un poco.

-De verdad te lo agradezco, no sabes cuánto- Dije con toda la sinceridad del mundo.

-No tienes que hacerlo.

Caminamos hasta el granero y recogimos los huevos en unos minutos. No eran muchos.

Palomeamos el segundo quehacer de la lista y salimos del lugar.

-Ahora vamos a alimentar a los cerdos....¿Tienes idea de dónde pueden estar? No conozco para nada el lugar.

-Normalmente están atrás de la casa

Tenía razón, ahí estaban; olorosos y sucios cerdos. Había seis corrales y en cada uno cinco enormes cerdos de engorda.

En un mueble había una bolsa de 50 kg que decía "comida para cerdos". Melissa la abrió y juntas la cargamos hasta el primer corral. La servimos y los cerdos de inmediato se acercaron a comer. Se escuchaba un caos total, entre los cerdos comiendo y nuestras risas.

Le servimos la comida a los demás cerdos hasta que nos acabamos la bolsa y tuvimos que ir por otra. Éstos cerdos comían como locos.

Cuando por fin acabamos, salimos del granero en busca de las vacas para ordeñarlas. Debo admitir que me daba en verdad mucho asco, pero Melissa parecía tranquila.


-No te he dicho mi nombre- Dije con cierta timidez en mi voz. Ella me miró.- Soy Amy.

Me respondió con una sonrisa y después seguimos caminando. Cuando llegamos admití que no sabía hacerlo y que no tenía la mínima intención de aprender.

-¡Oh Amy! Tienes que hacerlo, no es tan malo como crees. Además no pienso hacer todo el trabajo por ti.

La miré con cara de súplica, pero no funcionó. Me tomó de la mano y prácticamente me arrastró hasta donde estaba la vaca y nos hincamos junto a ella. Las ubres lucían realmente asquerosas, eran rosadas y tenían un par de manchas cafesosas.

-Muy bien...quédate ahí- Se paró y ató a la vaca a un poste que estaba enfrente. Luego salió del lugar y segundos más tarde regesó con un bote de agua tibia y jabón. -Primero hay que lavarla.
Yo estaba asqueada pero en un modo divertido.

Melissa hizo el trabajo por mi, pero cuando acabó me dijo que ahora era mi turno y colocó una cubeta de metal debajo de la vaca. Con toda la palma de mis manos, tomé las dos ubres delanteras e hice un movimiento presionándola y al mismo tiempo bajando las manos que hizo que la leche saliera con mucha presión. Melissa estalló en una carcajada y yo la seguí. ella tenía razón, no era tan malo como pensaba.

-¡Ésto es asqueroso!- Dije entre risas. Ella no respondió, solo siguió riéndo.

La vaca se movía y se quejaba, pero eso no hacía más que hacernos reír incluso más.

Solo había cinco vacas así que no nos tardamos tanto como creímos.

Estábamos caminando hacia los establos, aun divertidas cuando le dije que nos tomáramos un descanso. 

-Tengo una mejor idea- Me miró como si tuviera una idea traviesa en mente. Yo la miré extrañada.

Me tomó de la manó y corrimos hasta lo que parecía ser su casa, ya que parecía conocerla a la perfección. Nos detuvimos frente a el granero, y al entrar fuimos directo al segundo piso, que estaba lleno de paja. Melissa puso su dedo índice frente a su boca en señal de que fuéramos silenciosas. Caminamos lentamente hasta una pequeña ventana en la parte superior, parecía estar muy emocionada, por lo que yo también lo estaba.

Las dos nos asomamos por aquella pequeña ventana y pudimos ver a un chico  muy pero muy sexy justo en frente de nosotras. Mi boca se abrió al verlo. Él estaba entrenando a los caballos, o eso parecía, usaba unos jeans desgastados y una camiseta blanca que dejaba al descubiertos sus musculosos brazos y un poco de su pecho bien definido, pero el sombrero color café que llevaba en la cabeza nos impedía ver su rostro. Aunque en realidad, era suficiente con lo que  si era visible.

-El hombre perfecto- Murmuré 

-¡Lo sé!- excamó lo suficientemente fuerte como para que él escuchara y volteara a vernos.

Nosotras nos agachamos y reímos de nuevo. Y aunque solo fué por un segundo, sus ojos miraron directamente a los míos.


InolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora