Hablastes sobre Puerto Rico y ya llegando al final te interrumpí.
Primero dije que te extrañaba.
Lo repetiste.
Después comencé el discurso que prepare.
El discurso sobre lo vacío que he estado todos estos años sin ti. Como dolió ver te ir y lo duro que fue vivir mi vida sin ti. Como mi hermano me advirtió y mi madre me guío. Como no lo pude encontrar dentro de mi para continuar la vida que se sintió falsa sin tu presencia. Como espere. Como espere y me dolió. Como tuve esperanza. Como cuando escuché que regresaste quería irme corriendo de ese lugar y llegar a tus brazos.
Te conté sobre mi paseo. Saque tu regalo. Te mostré como era idéntico al collar que me distes saque ese por debajo de mi blusa para demostrártelo.
Te explique cómo nunca me lo quito.
Aceptaste mi regalo con humildad y me miraste a mis ojos.
Me contaste como dolió. Me contaste como fuistes forzado a vivir sin mi y como querías morirte porque no había sol en tu supuesta vida. Después me dijiste que estabas contento que mi esposo era un estúpido.
Caminaste hacia mi y te sentaste a mi lado.
Dije tu nombre. Susurré en realidad.
Nos besamos.
Después me preguntaste lo que estaba haciendo por el resto de mi vida.