ᴡᴏʀᴅ ᴄᴏᴜɴᴛᴇʀ⇢ 9862 ᴘʟᴏᴛ⇢ Eres una periodista que intenta exponer a la familia más peligrosa de Japón, pero uno de sus hijos es prácticamente un fantasma, uno que se corre acosándote a través de las cámaras que puso en tu cuarto. ᴡᴀʀɴɪɴɢ⇢ 𝗗𝗔𝗥𝗞 𝗥𝗢𝗠𝗔𝗡𝗖𝗘, 𝗦𝗧𝗔𝗟𝗞𝗘𝗥, ᴛᴏ𝘅ɪᴄ ʀᴇʟᴀᴛɪᴏɴꜱʜɪᴘ?
No lo corregí. Dios, el one shot más largo que escribí. ¿Se nota mucho que mi fav es Bachira?
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Me quedé unos segundos parada frente a la puerta de la cafetería, tomando varias bocanadas de aire para calmar los jadeos que daba después de correr desde el departamento, y me arreglé un poco el pelo. Correr para llegar solo diez minutos tarde no fue la mejor idea.
Erguí la espalda, en un pobre intento de parecer formal y entré al local, busqué con la vista a Isagi, quien me saludó sonriente desde su sitio.
—Perdón, perdón, perdón —dije, mientras tomaba asiento frente a él.
Isagi negó con la cabeza, levantando un poco la mano mientras tragaba pedazo de dona.
—No te preocupes, no te esperé —rio. Los ojos de Isagi se dirigieron a mi portafolio—¿está listo para publicarse?
Mi editor, Isagi, sabía perfectamente de qué iba mi más reciente investigación, por lo que no hablaría en público o daría pistas a quienes nos rodean.
—No está terminado, pero puedes mostrárselo Rensuke como un adelanto.
Isagi frunció el ceño.
—Está bien, me extraña que luego de un mes aún no te cargaras a toda la familia.
Isagi hacía alusión a la familia Bachira, un linaje enfocado en criar empresarios estafadores, contadores blanqueadores de dinero, políticos corruptos y mafiosos que poseyeran Japón desde las sombras. Esta estirpe tenía tanta influencia que era imposible agarrarlos de las bolas antes de que te cortaran el cuello y a nadie le importara. Yo, como solterona obsesionada con el trabajo y la ética, decidí que serían mi nuevo reto periodístico, el titular que los llevaría a la cárcel y a mí a una tumba... pero con un apellido rebosante en gloria.
A lo largo de mi corta carrera, destroné a varias pandillas asociadas con los Bachira, por no decir a todas. Es lógico que vaya por el pez grande ahora, ¿no? El único problema es, hay uno de sus perros que no logro descubrir, que no da la cara al público como los psicópatas narcisistas de sus hermanos. Este es prudente, sabe que no son cien por ciento inmunes a todo y se esconde... de mí.
—Hay uno que aún no aparece —me restregué la mano por la frente. —Me está volviendo loca —musité.
Isagi me miró preocupado. Día tras día mi ansiedad crecía, el pánico me carcomía un poquito más al salir a la calle, no sabía cuánto tiempo me quedaba para que me descubrieran metiendo las narices donde no debía. Era una pesadilla... pero, cuando descubría algo nuevo, se sentía casi como un orgasmo, un paso más cerca a la culminación de una carrera periodística de ensueño.