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Riley

Cuando salgo de la ducha, me doy cuenta que el cielo está oscuro. Las estrellas no se ven, ya que está nublado y pequeñas gotas rozan apenas el vidrio de las ventanas. Me pongo mi pijama, me seco el cabello y luego me acuesto en la cama, dispuesta a descansar luego del viaje. Por mi mente pasan muchas interrogativas sobre las personas que dejé en Estados Unidos, ¿cómo estará mi padre? ¿se habrá enojado? ¿mi familia se habrá enterado de que desaparecí? ¿Johan y Gwyn estarán bien? ¿Las personas y los medios se habrán percatado de mi ausencia? ¿Acaso el mundo se habrá dado cuenta?

Cierro mis ojos y tomo una profunda respiración. Me siento bien, tranquila y relajada, pero aún me inquieta que puedan descubrirme. A pesar de que dejé mi teléfono allá y borré mis redes sociales, no tengo idea cómo es Whiting Bay, su gente, sus costumbres, nada. No tengo idea si habrá algún ser humano que me reconozca y me delate. No tengo idea si es que me voy a quedar para siempre o si es que me iré a otro lugar. Me veo completamente perdida y desorientada, pero decido dejarlo todas mis preocupaciones para mañana. Será un nuevo día y tendré mucho tiempo para reorganizar mi vida, partiendo por buscarme un hostal para así no abusar tanto la hospitalidad de esta familia.

Como si me estuvieran leyendo la mente, la puerta suena con tímidos golpes. Guardo silencio para que piensen que estoy dormida y agudizo mis oídos al escuchar voces al exterior.

-¿Ya se habrá dormido? -la voz de Anne suena en un susurro y no tardo en descubrir con quién está hablando.

-Es entendible, tuvo un largo viaje -dice Isabella, igual de despacio-. Además, debe de estar muriendo con la diferencia horaria... Si es que hay una.

-Pobre, se perderá la cena -se lamenta la mujer y por si fuera poco, mi estómago emite un pequeño gruñido como respuesta ante la mención de comida.

-Tranquila tía Anne, estoy segura que mañana disfrutará mucho el delicioso desayuno que siempre haces -concluye la morena para luego escuchar pasos alejarse del pasillo.

Puedo escuchar el simpático pero ligero alboroto en el comedor. Las voces comienzan a tornarse más lejanas a medida que pasan las horas y el sueño comienza a invadirme. Sin embargo, logro caer dormida luego de que la casa se haya sumado en un inquebrantable silencio.

***

Bajo las escaleras ya vestida y siento un delicioso olor a huevo frito apenas entro a la cocina. Anne y Bella están sentadas en la mesa redonda, conversando y cuando se dan cuenta de mi presencia, me sonríen.

-Buenos días, cielo -me saluda Anne y se levanta de su silla-. ¿Quieres café?

-Bueno... pero puedo preparármelo yo misma -murmuro, algo tímida y sin ánimos de sentirme una acomodada. Sin embargo, ella hace un gesto con la mano, restándole importancia y me prepara una taza de café al mismo tiempo que yo me siento frente a Isabella.

-¿Dormiste bien? -me pregunta y yo asiento-. Me alegro. Me gustaría enseñarte el lugar... ya sabes, para que te familiarizes un poco y conocernos más también.

Vuelvo a asentir, pensando que no sería una mala idea. Además debía conseguirme un teléfono público para comunicarme con mis amigos y darles señales de vida.

Después de unos minutos, Angie aparece vestida con un delantal amarrado a su cintura. Se prepara un café para llevar y se cuelga un bolso a su hombro.

-Hola Riley -me saluda algo apresurada-. Me encantaría quedarme, pero Harry y yo tenemos que ir a trabajar -dicho esto, grita hacia las escaleras-. ¡Harry apúrate!

-¡Ya voy! -el rizado aparece abruptamente por la cocina y me lanza una sonrisa fugaz una vez que se percata de mi presencia-. Hola.

-Buenos días -lo saludo haciendo un ligero movimiento de cabeza. Él, al igual que su hermana, tiene un café para llevar y después de un rápido movimiento con su mano, se despide de nosotras para después salir de la casa.

Nuestro Cielo (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora