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Riley

Le sonrío enternecida al escuchar sus palabras, reconsiderando como por décima vez si quedarme o no. Sin embargo, la realidad de los hechos me impacta y termino negando con la cabeza separándome levemente de él. Nuestros mundos eran distintos, muy distintos y él ni siquiera sabe quién soy verdaderamente. ¿Qué pasaría si es que la prensa me descubriría? La familia de Harry se vería agobiada por ésta, ahogada por las constantes preguntas que le harían y ellos no se lo merecían. Y claramente los decepcionaría por ocultarles la realidad.

Miro a Harry, quien me observa impaciente, esperando a que dijera algo y por un breve segundo pienso en contarle todo: mi verdadera identidad, mis miedos, mis anhelos, mi propósito de todo esto.

Aún así preferí que no.

-Lo siento -le digo con todo el dolor de mi alma y él cierra los ojos, sabiendo exactamente a qué me refería con mis disculpas.

-Vale -suspira y, mirando la hora en su reloj de muñeca, me dice con una sonrisa-. Es tarde, será mejor que me vaya. Mañana te pasaré a buscar.

-¿Para qué? -le pregunto mientras él camina hacia la puerta sin detenerse-. ¡Harry!

-Pues para seguir enseñándote a montar un caballo -me guiña el ojo-. Susie te extraña.

Un extraño regocijo me invade el corazón y no evito en sonreír.

-Está bien -asiento resignada. Después de todo, me quedan unos pocos días para seguir disfrutando de Whiting Bay y no pienso pasarlos encerrada en mi habitación.

Harry me lanza una última sonrisa y desaparece tras la puerta, dejándome sola con mis pensamientos. Veo la hora y, efectivamente eran casi las dos de la mañana y mis ganas de dormir eran nulas, por lo que me limito a abrir el correo en el computador que estaba en la habitación y escribirle a Johan.

No obstante, el nombre de otra persona que no esperaba aparece en la pantalla, haciendo que mi corazón dejase de latir por el miedo. Temblorosa abro el correo de mi padre.

"¡Cómo no se me había ocurrido hablarte por aquí! Fuiste muy astuta en dejar tu celular en tu apartamento y borrar tus redes sociales, pero, ¡adivina qué! Descubrí a tu amigo maricón hablándote vía mail. Qué lástima que ahora está despedido por no contarme dónde estás... Me has decepcionado, Riley Whitmore, apenas te encuentre lo pagarás. Si no vuelves a lo tuyo, estarás muerta para mí y para tu familia."

Me estremezco al leer una y otra vez sus duras y crueles palabras. Papá siempre ha sido así, por lo que no me pareció extraño las últimas palabras. Siempre buscando lo bueno para él y nunca para mí. Siempre poniendo de prioridad sus caprichos antes de mi propia felicidad. Siempre preocupándose de mi éxito y nunca de mi bienestar.

Suspiro con el corazón en un puño y pienso en el pobre Johan. ¡Maldito sea mi padre! ¿Cómo puede ser tan vil y homofóbico con mi mejor amigo? ¿Cómo fue que nací en esta horrible familia? ¿Cómo fue que la soberbia haya caído tan bajo?

Esto no se lo voy a perdonar. Furiosa, apago el computador y me acuesto bajo las sábanas, con un nudo enorme en la garganta que me hace imposible conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, me despierto agotada por unos golpeteos constantes en mi puerta. Me levanto con pereza y arrastro mis pies hasta llegar a ésta y abrirla, encontrándome con Harry.

-Buenos días -me sonríe sin moverse de su sitio-. ¿Has dormido bien?

-No -le contesto y doy un lánguido bostezo.

-¿Estás lista para nuestro paseo? -pregunta.

-No -vuelvo a decir, haciéndolo reír-. Estoy lista para volver a la cama, eso te lo aseguro.

Nuestro Cielo (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora