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Riley

No tengo ningún interés en levantarme de la cama. Sé que ya es mediodía y que debería hacer un acto de presencia decente para acompañar a Anne desde que estamos las dos solas en casa, pero me es imposible despegarme de las cálidas sábanas y, por sobre todo, del embriagante olor a Harry que desprendía de estas. Me doy el lujo de abrazarme a estas y sonreír como boba mientras huelo, estirándome de la flojera en el proceso.

En ese momento pienso en todo lo que ha pasado en estos últimos días. Y sé que ambos estamos bastantes tensos con el tema de su abuela sin filtro y con la incertidumbre de que mi padre que aparecerá en cualquier minuto, por lo que decido hacerle a Harry una pequeña sorpresa para cuando regresara de su trabajo.

Apoyando los pies sobre el frío piso de madera, saco ropa de mi maleta, que llevé a la cabaña y que no tuve el tiempo ni las ganas de desarmarla, y me adentro al baño para empezar a prepararme. 

Una vez que estoy decente para hacer presencia en la casa, bajo las escaleras y me encuentro a Anne barriendo el piso de la cocina.

-¿Necesitas ayuda? -le pregunto y ella levanta la cabeza de golpe, mostrándose sorprendida.

-Mm... -echa un vistazo por la cocina, pulcra como siempre y se encoge de hombros-. Me temo que ya está todo listo, cariño.

-Oh... Está bien -apoyo mis codos en la isla que nos separa y la observo mientras se mueve, limpiando lugares que no tenían ningún rastro de suciedad.

Normalmente diría que es parte de su vida diaria, ya que no tiene mucho que hacer aquí siendo que pasa todo el día en casa. Pero esta mañana, Anne estaba... diferente. En el sentido de que quizás su cabeza tenga muchos pensamientos y hace todo esto para distraerse; o que quizás, al final de cuentas, hoy su rutina cambia y si tiene que salir hacia algún lugar y está atrasada. Pero es eso prácticamente: la veía muy nerviosa.

-¿Hay algo que pueda hacer? -le pregunto y con tan solo oír mi voz ella se sobresalta, extrañándome cada vez más.

-Uhm, creo que sí hay algo -dice después de unos segundos de balbucear y de su bolsillo saca un juego de llaves-. Nadie esta mañana ha ido a alimentar a los caballos. Harry lo tenía que hacer, pero tuvo que irse rápido por el trabajo y yo...

-Yo lo haré, Anne -le interrumpo con una sonrisa al percatarme que tropezaba con sus propias palabras.

Ella parpadea.

-¿Y sabrás cómo hacerlo? Porque hay que tener cuidado con esos animales, no quiero que causen otro accidente.

-Sé que mientras me mantenga lejos de sus traseros estaré bien -suelto una risa-. Sólo dime las instrucciones.

Ella abre los labios para hablar pero los cierra al instante y se da vuelta para buscar algo en la pared lateral del refrigerador, donde están todos los imanes con papeles y los post it con sus colores fluorescentes. 

-Ésta es la lista de Harry -me tiende un pedazo de papel algo arrugado-. No es necesario que lo hagas todo, pero mientras les des comida y una buena cepillada, todo estará perfecto.

Asiento con la cabeza y giro sobre mi eje para emprender camino hacia las caballerizas, pero su voz me detuvo.

-¿No quieres, um... tomar desayuno? -la veo rascarse la nuca con nerviosismo.

Me encojo de hombros y le echo un vistazo al reloj colgado en la pared. Ya casi será la una de la tarde, hora que acostumbraba a almorzar cuando vivía en Los Ángeles.

-Esperaré al almuerzo, gracias igual -le sonrío y abandono la cocina.

Mientras recorro el espacio entre la casa y el establo, me dedico a preguntarme si extrañaba o no mi hogar. Obviamente echaba de menos a Johan y a Gwyn, que para ser sincera, serían las únicas personas por las que volvería para verlos de nuevo. Pero después de todo lo que ha pasado aquí, y toda la gente nueva que he conocido y las nuevas amistades que he formado, siento que Whiting Bay se ha convertido en mi verdadero hogar; el que estaba deseando desde mis dieciséis. 

Nuestro Cielo (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora