Capítulo 10

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Una vez en el portal de casa Marisa saca las llaves del bolso para entrar en casa y se da cuenta de que por error se había metido las llaves del trabajo.

-Por casualidad... ¿no llevareis las llaves de casa, no?-dijo la madre.

-No ¿para que las vamos a llevar?-dijo Claudia.

-Es que... me he equivocado y he cogido las del trabajo.

-¿Otra vez?- dice esta vez David.

-Otra vez- afirma Marisa.

-¿Y qué hacemos ahora?- dice Claudia a la que le apetecía llegar a su casa.

-Tenemos dos opciones, quedarnos aquí esperando a vuestro padre o irnos a dar una vuelta- dijo la madre alegremente.

A ambos hermanos les parecía increíble la tranquilidad que tenía aquella mujer no recuerdan ningún momento en el que haya perdido la calma a pesar de las discusiones que hay en la familia.

-Yo prefiero ir a dar una vuelta, podemos ir a alguna cafetería que haya por aquí cerca- sugiere David.

-Me parece muy buena idea, conozco una cerca que está muy bien- admite Marisa.

-A mi no me apetece ir a ninguna cafetería.

-Venga Claudia, no seas aburrida- dice su hermano.

-A ver, tato, no es que sea aburrida, pero desde lo que pasó aquella vez, le he cogido asco a los camareros.

-Claudia, es normal que eso te haya condicionado, pero hay más camareros en el mundo, además vamos a otra cafetería ellos no estarán.

-¿Se puede saber de que estáis hablando?- pregunta la madre desconcertada.

-Nada...- se apresura a decir Claudia.

-¿Cómo que nada? ¿De que habláis?

-Cuando salia con Susana, invité a Claudia a que viniese una tarde con nosotros ¿te acuerdas de que íbamos a ir a la piscina pero al final no pudimos?

-Sí- admite la madre- pero no logro entender que tiene que ver eso.

-Hubo un camarero que le tiró los tejos a Clau muy descaradamente y después cuando Susana y Claudia fueron al servicio de mujeres encontraron al otro camarero liándose con una que parecía clienta de allí- cuenta David.

-Desde luego, hay que ver como es alguna gente...- dice Marisa que no da crédito a lo que acaba de escuchar.

-Ya ves- dice Claudia quien no intervino ni una sola v
ez para contar la historia de aquel día que nunca olvidara.

-¿Y se puede saber por qué nunca me entero de estas cosas?-pregunta la madre seriamente.

-No es algo agradable para contar- contesta Claudia.

-Sé que no es agradable, pero pensaba que confiabais en mí para esas cosas- contesta la madre.

-Mamá, no es que desconfiemos de ti, es que... no nos apetecía hablar de ello.

-Bueno, está bien- dice Marisa dándose por vencida para así cerrar aquella discusión- ¿Entonces que hacemos?

Días de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora